El parto de Sed Contra

Por autores varios.

Les voy a contar cómo empezó Sed Contra. Allá por el 2003 —así se lee en una anotación en uno de mis cuadernos—, Jaime Nubiola me dijo: “Si estás un poco aburrido, podrías empezar una revista”. (Luego varios de ustedes conocieron al gran profesor español, Jaime, en alguna de sus visitas al Taller de Escritura.) Tres años después, arrancó todo en la famosa reunión en lo de mis padres, a la que a continuación se referirá Enrique aka Toti. En la cual reunión, adelanto ya, Roberto dijo algo que fue crucial: “la revista debería ser digital”. A mí poco menos que me causaba repulsión esta idea absolutamente prematura (en el sentido de anacrónica (pero por precursora o pionera)) y, sin embargo, acepté (I acquiesced). Esa decisión conjunta posibilitó que la revista naciente no desapareciera antes de tiempo, como desaparecen, rápido, casi todas las revistas que arrancan en papel —pero también, digámoslo, las digitales, pues, como escribí en el editorial del número uno, que cito de memoria, empezar una revista es una locura, siempre—.

Toti:

Me acuerdo de la reunión fundacional de SC en el departamento de los padres de Santi, cerca del Botánico, y de la firma de la “carta magna”. Todavía puedo ver esa lista de nombres escritos con birome azul. En ese momento, para mí, SC significó —en medio del sofocón de leyes y teorías en mis primeros años como estudiante de Derecho— sentir que tenía permiso para sacar la cabeza del agua y dar una bocanada de aire fresco; cambiar el olor rancio a Código Civil por el inefable perfume de los cronopios en flor.

Más allá de lo literario y de la impunidad para escribir y publicar, SC fue una experiencia colectiva de dar a luz algo que, de una forma posiblemente subatómica, hace, en mi humilde opinión, al mundo un poquito mejor.

Lo primero que me viene a la cabeza, cuando pienso en la reunión fundacional en Billinghurst, es que me parecía que convenía sumar a la naciente revista a alguien del palo de las letras. Como lo que más cerca tenía era la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral, me acerqué a un profesor de la cátedra de Teoría y Práctica de la Lengua y le pregunté si se le ocurría alguien. Unos días después, coincidí con él en un ascensor e iba con una estudiante de segundo o tercer año, a quien me presentó a propósito de lo de la revista.

Unos días después, Delfina entraba aquella noche pionera a lo de mis padres, con un sobretodo verde oscuro que le daba aires de formalidad. Era la única de todos los que estábamos ese día que no estudiaba Derecho. Un par de años después fue la segunda directora y siempre (antes y después de su encargo de dirección) fue un gran pilar. Aprendí mucho de ella y me quedó una frase que me ha servido en muchas ocasiones. Decía, cuando armábamos cada número, «hay que poner siempre toda la carne en el asador»: no guardarse nada; ya vendrán nuevos materiales más adelante. Tan cierto; a veces también en la vida. Gracias, Delfina.

Otra que recuerda la reunión fundacional resumida por Toti es Nicky, que el año antes me había prestado su nombre para la Lista… de Nicky.

Nicky:

Santiago nos había convocado a una reunión en la casa de sus padres para fundar una revista y pocos conocían de qué se trataba. Yo me aventuré a participar tentada por que varios de los participantes eran compañeros de nuestra clase de Derecho de la Austral y porque sonaba muy atractiva una revista digital de cultura y multidisciplinaria, donde se invitó a los que quisieran participar a soltar su pluma y escribir.

Recuerdo escuchar atentamente la presentación que hizo Santiago alrededor de una mesa de comedor grande rectangular, ver todas las personas que había reunido y se habían comprometido a firmar el acta fundacional.

Jamás imaginé que esa reunión iba a materializarse en 40 ediciones con múltiples participantes y variados escritos, entre las cuales hice con mi amiga Sole una entrevista al profesor de batería de Santiago. ¡Enhorabuena me alegro y felicito a Santiago, el padre de esta idea maravillosa!

Lindas palabras de la primera administradora de la Lista a la que prestó su nombre. Me llenan de cariño. Y le toca por fin el turno a uno de los cerebros de Sed Contra. Mi tocayo Maqueda.

SM:

No puedo creer que ya pasaron ¡18! años. Y dicen que las revistas literarias solo duran un número. De la reunión fundacional no me acuerdo mucho más que estar reunidos, firmar el acta, discutir cuestiones que hoy en día parecen irrisorias: si tenía que ser online, si tenía que ir con firma, si se admitirían seudónimos, si habría que aclarar edad o carrera que se estudiaba… Para refrescar la memoria me pongo a buscar emails de la época. Luego de volver 18 años atrás, encuentro el email que confirma que el nombre surgió como tercera opción de un listado inicial que mandó Roberto: 

“Propongo algunos nombres: 1) Secundum Quid; 2) Pangea; 3) Sed Contra”.

Luego, Francisco envió un listado de más de diez latinazgos muy variados, y algunos muy adecuados (Scripta Manent, por ejemplo).

Santi L. respondió rápidamente y adhirió a “Sed Contra”:

“Me tienta este nombre. Tiene para casi todos nosotros resonancias que nos unen; es decir, para todos los que cursaron Introducción al Derecho con yours truly. Además, me gusta la idea de ir en contra: sed contra: ‘pero contra’… toda la basura que anda dando vuelta… nos plantamos nosotros para rescatar lo mejor de lo que hay en el basural y aportar algo más, en la medida de nuestras enanas posibilidades. Es así. Para mí hay que ‘ir en contra’. El downside del nombre propuesto por Roberto es que es un latinazgo; y los abogados —casta detestable— suelen usarlos para impresionar a sus clientes. Además, tiene un aire prehistórico. Pero bueno, siempre me gustaron los dinosaurios de chico, así que simpatizo con el latín. (Y en otras partes del mundo, como USA, está muy in; o es fashion)”. 

Me tomo la comodidad de citarlo todo porque ese email de Santi L. sintetizaba el espíritu de todo este proyecto. También destaco su adelantado uso del término “casta detestable”, en este caso para referirse a nosotros los abogados. 

Es verdad… Siempre me gustó el nombre «Sed Contra», por su resonancia y por el significado de la expresión. Años después vi que la revista Slate, un ícono, había acuñado una expresión afín: contrarian. Y recuerdo alguna cosa más de la reunión fundacional. Todos alrededor de la larga mesa de madera del comedor de Billinghurst, el 23 de marzo de 2006. La gran mayoría de los presentes estaba en segundo año de la carrera. Unos pocos, Cecilia, Lucía, Agustina y Nacho, en primero. Recuerdo que Chapulín, como le decían a uno de segundo, le daba charla sin parar a Lucía. La Negra se divertía en un rincón, mientras Sole D. y Nicky traían las empanadas de la cocina. Más tarde pasamos al living contiguo, donde la ya aludida Delfina y yo llevamos la voz cantante. El Acta Fundacional, que cuelga de la página de nuestra amada revista, atestigua con la fría nostalgia del papel digitalizado la composición del elenco estelar e ignoto y confirma aquellos nombres, como también los de Roberto, Marcos, Nicolás, Paula, Sole C. y los firmantes de este escrito. ¡Una alegría poder hoy homenajearlo con este número cuarenta!

Santiago Legarre (56)
Enrique Cadenas (38)
Nicole Jaureguiberry (38)
Santiago Maqueda (38)
Co-fundadores