Quise demostrar que la mal llamada inteligencia artificial no sirve para nada pidiéndole a ChatGPT que escribiera este editorial.
Para mi felicidad, lo primero que ChatGPT me “armó” fue un desastre. Luego, fui afinando mis pedidos (“prompts”, como los llaman) hasta que llegué a algo digno, algo tan digno que me pareció que tenía que desechar mi hipótesis.
Hice lo que hay que hacer en estos casos: tomé distancia, dejé pasar un tiempo. Algo me hacía ruido y necesitaba que decantara.
El editorial estaba muy bien, sí. Podría haber pasado, pero era eso: pasaba. Sin pena ni gloria.
Le faltaba algo; algo que no sabría muy bien decir qué es. Y creo que ese algo es aquello en lo que la “inteligencia” (que no puede intus legere) artificial siempre va a fallar. No hablo de los sesgos que tiene o de cómo inventa cuando no “sabe” qué “contestar”. Voy a la esencia. Al no ser una persona, no puede conectar con el otro, que es alguien y no algo. A sus composiciones (que no son creaciones) siempre les faltará ese je ne sais quoi del ingenio.
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Me contaba una amiga, que enseña en secundaria, que a sus alumnos el trimestre que viene les va a pedir todos los trabajos escritos a mano. Que se cansó de que le pidan a alguna IA resúmenes que no leen y, mucho menos, entienden. Ojalá esto se repita en muchos otros lugares.
Clara Minieri (¿o una IA?)
1° de julio de 2025
