La Corte Suprema de (in)Justicia de la Nación 

Por Santiago Inchauspe.

La Corte Suprema de Justicia de la Nación. Para la mayoría de los estudiantes de Derecho es una institución casi mítica, y un juez de la Corte es como un titán. Incluso cuando a uno pueda caerle mal un juez y estar en desacuerdo con sus sentencias, siempre es una figura lejana, casi inalcanzable. Sin embargo, el miércoles 5 de noviembre pudimos visitar la Corte y conocer a Carlos Rosenkratz, juez de la Corte Suprema desde 2016.

La previa tuvo de todo. Pero antes de relatar minuciosamente los detalles de la visita, me voy a detener en la historia. ¿La historia de Argentina? ¿De la Corte? No, considero que hay personas más capacitadas que ya escribieron sobre esas historias. Me refiero a la historia del profesor Santiago Legarre y del contingente que fuimos a la visita. 

Hace ya varios años que el profesor Legarre es titular de una cátedra de Derecho Constitucional en el turno mañana de la UCA y tiene como costumbre organizar una o dos visitas por año a la Corte con sus alumnos. Si bien hubo impedimentos durante la pandemia, en el 2021 pudo retomar estas visitas con los alumnos de esa camada. Y en 2023 se repitió la visita. Ambos cursos, 2021 y 2023, tuvieron alumnas estelares, que luego fueron ayudantes de cátedra en Constitucional. 

Sin embargo, los del curso de 2022 fuimos notoriamente discriminados. No nos ofreció ir a visitar la Corte. Aunque nunca quedó del todo claro por qué pasó esto, tengo mi teoría. No le seguimos el juego. Santiago tiene una forma muy lúdica de dar clase y de relacionarse con los alumnos. Hay quienes se enganchan y quienes se niegan a jugar. Si se enganchan, se van abriendo puertas y crecen las ofertas. El profesor te ofrece cursos, consejos, ser ayudante de cátedra, y ayuda para escribir y publicar un artículo. Pero si uno se niega a jugar, cae la guillotina y ruedan cabezas. 

Algunos critican este modo de vincularse. A otros les gusta. A muchos hasta les genera rechazo. Dentro de los tres grupos hay personas que se enganchan. Porque les gusta, porque quieren “cambiarlo”, porque ven un valor personal o porque buscan algún beneficio. Como sea, en el curso de 2022 no nos enganchamos. No jugamos. Y las puertas de la Corte se cerraron para nosotros. 

De todas maneras, se nos abrió una pequeña ventana en el Seminario del Libro que organizaba el profesor. A partir del segundo cuatrimestre del 2022, con un grupo de la clase de constitucional nos juntábamos una vez por semana en un café y leíamos un capítulo de Settled vs. Right: a Theory of Precedent, un libro de Randy J. Kozel. Cada semana un alumno le explicaba el capítulo al resto (ese mismo alumno invitaba el café para todos). 

A partir de esa experiencia positiva, Legarre retomó el Seminario del Libro en 2023, una actividad que realizaba hacía años y había estado hibernando desde la pandemia. Nos juntábamos fuera del horario de clase, primero almorzábamos y después teníamos la clase. Allí exponían Santiago y Mauro (un profesor que se sumó en 2023 y continúa hasta la actualidad). Al Seminario fueron invitados tanto los alumnos de Constitucional de 2023 como los de 2022. Y ahí algunos nos metimos por esa ventana.

Y una vez adentro, este humilde servidor aprovechó el espacio para movilizar una inquietud académica. Leía cada semana y participaba mucho. Tanto que Legarre me pidió que expusiera uno de los capítulos, aunque en parte lo hizo para matchear con una amiga que también exponía (no pegamos onda). De todas maneras, le gustó la exposición y en el segundo cuatrimestre ya me sumé “oficialmente” como profesor auxiliar, y nos repartíamos los capítulos con Santiago y Mauro.

Esta dinámica siguió igual hasta 2025. Este último año tuvo muchas particularidades que hicieron que el Seminario del Libro se desarrollara distinto. En primer lugar, el profesor les contó a los alumnos de Constitucional sobre el Seminario en la primera clase, por lo que la amplia mayoría se anotó (solo 3 decidieron no participar). El comentario de pasillo es que buscaban meterse al profesor en el bolsillo y subir la nota. Sin embargo, las conductas de muchos demostraron que había algo más. En especial dos alumnos que leyeron los dos libros (uno por cada cuatrimestre) y participaron mucho. Además, varios llevaban picada, papas fritas y Coca para compartir en el almuerzo. Se podría decir que la camada 2025 se enganchó y jugó a fondo.

Sumado a la predisposición del curso 2025, se alinearon factores externos a Legarre. Hay varias personas que son parte del Centro de Estudiantes de Derecho y participaban en el Seminario. Son amigos y aprovechaban el espacio del almuerzo para encontrarse y charlar. Y como varios son del curso 2025, se generó un lindo intercambio entre los alumnos de distintas edades. Esta circunstancia también generó una mayor vinculación con el profesor Legarre, que disfrutaba de los efusivos almuerzos. 

Y acá es donde se cierra el círculo. Varios de los que somos parte del curso 2022 que no fue a la Corte Suprema somos parte del Centro de Estudiantes y participamos en el Seminario del Libro. Por eso, desde el Centro de Estudiantes le pedimos al profesor que nos dejara ampliar la invitación para la visita a la Corte. Así, no solo obtuvimos redención algunos del 2022 con la esperada visita a la Corte, sino que también se sumaron chicos de otras cátedras de Constitucional, unas chicas de cuarto año y hasta algunos de primer año (que todavía no cursaron Constitucional). También se sumaron alumnos de la clase de Filosofía del Derecho que dicta el profesor Legarre en la UBA. 

Con estos grupos, se armó un contingente interesante para la visita. La previa fue en el Petit Colón, clásico lugar de encuentro con Santiago. Nos juntamos a las 15:30. Ahí Legarre quiso formar un poco la mezcla de grupos, pero en líneas generales nos mantuvimos separados, cada uno con los que conocía. Todos formales, los varones de traje y las chicas muy elegantes. Era una imagen divertida para cualquiera que pasara: alrededor de treinta jóvenes charlando y riendo en un café porteño.

Estuvimos en el Petit mientras iban llegando todos, y a las 16hs entramos en el Palacio de Justicia de la Nación. Una vez que pasamos los protocolos de seguridad, nos llevaron a un recinto donde nos esperaba el Dr. Rosenkratz. Ahí tuvimos la oportunidad de hacerle preguntas de todo tipo y escucharlo por casi dos horas. Nos contó de su experiencia personal, dio consejos e incluso se animó a entrar en cuestiones iusfilosóficas. En el público, hubo quienes tomaron nota, otros se pasaban notitas entre amigos, otros escuchaban con ojos atentos y alguno que otro se esforzaba para no cabecear. 

La visita fue un éxito. Tuvimos el privilegio de conocer los pasillos de la mítica Corte Suprema de Justicia de la Nación y pudimos conocer y escuchar en vivo a un juez de esta Corte: Carlos Rosenkratz. Algunos hasta se sacaron fotos con él. Fue muy generoso con su tiempo, que nos lo dedicó exclusivamente para nosotros, y aprovecho este lugar para agradecerle. También corresponde agradecer al profesor Santiago Legarre por organizar esta visita y por los espacios de vida universitaria que genera.

No cabe duda de que no hubo justicia en la visita. La vida no es justa, la Corte tampoco y Santiago menos. Algunos que querían ir no fueron. Otros que fueron nada más para compartir un rato con amigos, se anotaron el día anterior. Hubo injusticias sufridas y privilegios otorgados. La visita se hizo igual, porque es imposible satisfacer a todos. Siempre habrá críticas, y eso significa que alguien está haciendo algo. “Ladran Sancho, señal de que cabalgamos”, dice el Quijote.