Desde «Milion Dollar Baby» hasta «Yo antes de ti»: en la pendiente resbaladiza es imposible frenar.

Por Ricardo Raspanti.

«Listo, sale con fritas». 

En los interminables debates por la ley del aborto en Argentina de 2018, una excompañera cerró con esa insólita e insolente frase. Antes me había negado que la ley contemplase la posibilidad de asesinar nonatos hasta después de las doce semanas de concebidos, me había atacado por desinformar y mentir, por fanático religioso y mil etcéteras. Cuando le fui demostrando que el causal «salud» según OMS permitiría asesinar incluso hasta el día probable de parto, largó semejante respuesta.  Ya no le importó la verdad que decía defender, ya no le importó la supuesta menor dignidad del feto hasta las doce semanas ni «las conexiones nerviosas, estudio biología, sé de lo que te hablo». 

En definitiva, todos esos argumentos pseudo científicos que esgrimía se diluyeron ante la aparente libertad femenina y que «de todas maneras el aborto se seguirá practicando, que se haga de forma segura».

Si bien defiendo la vida desde el instante de su concepción y cualquier pretexto para deshumanizar al embrión o feto me parece de una crueldad nefasta, me dolió ver a esta chica caer tan rápido por la pendiente resbaladiza: Empezó la discusión negando celebrar lo que finalmente celebró. No Virginia, no salió con fritas, salió con millones de litros de sangre inocente que nos ahogan en culpa y vergüenza como país.

Hoy las mentiras son evidentes, pero ya no les importa: no eran 500.000 al año, sí fueron aumentando en cantidad, sí son usados como método anticonceptivo, como método eugenésico y como venganza, sí los piden mucho más allá de las supuestas catorce semanas (no fueron iguales los proyectos de 2018 y 2020); sí hay jefes, esposos, amantes y violadores que usan el aborto como control machista de una que es cualquier cosa menos libre. 

Poco importa la verdad a quien defiende el filicidio: está mirando a los generadores de opinión, a ver hacia dónde tiene que avanzar la cultura de la muerte para ser idiotas útiles que repiten sus discursos. 


ALERTA SPOILER
(Perdón el anglicanismo). A partir de ahora  se hablará de los finales de las películas, pero vale la aclaración: No recomiendo perder su tiempo viéndolas.

Million Dollar Baby (2004).

Conocida como Golpes del destino en español, es una muestra más de que Hollywood puede ser el canal por el que la cultura de la muerte circula a gran velocidad. 

La historia es muy simple y patética: Maggie es una moza de bar de condición humilde. Para poder ingerir proteína se lleva a su hogar los restos de carne que sus clientes dejan. Vive una angustiante vida entre una familia disfuncional y maligna, una madre parásita que vive de la ayuda social e insensible al dolor de su propia hija. Como frutilla del postre, un hermano preso. La imagen no podría resultar peor.

Ella busca la salida a través del boxeo. En el típico «tira y afloje» entre ella y Frankie, un hosco hombre mayor, el viejo accede a entrenarla. Pese a que en un principio le dice que era tarde a sus 31 años, luego del entrenamiento ella empieza a ganar y ganar, incluso le compra una casa a su madre, y ésta la rechaza porque le haría perder las ayudas sociales. El patetismo ataca nuevamente.

Cuando la carrera de Maggie crecía, una rival tramposa la golpea después del timbre y ella de espalda, por lo que cae sobre el propio banquito y se quiebra la columna a la altura del cuello, quedando tetrapléjica. 

En la clínica, su familia la visita después de visitar los parques de atracciones de la ciudad, y solo para pedirle que firme a nombre de su madre la posesión de la pequeña fortuna recaudada, antes que se vaya en gastos de salud. Maggie insulta y echa a su madre, y solo quedan ella y Frankie. Tras varios intentos de suicidio (mordiéndose la lengua) le suplica a Frankie que la mate.

Él se acerca a pedirle consejo a un tibio sacerdote, quien le marca la culpa que sentirá después. El «final feliz» se da con Maggie asesinada y Frankie lejos de todo y todos. Después de esto se revela que toda la película es un viejo amigo del instructor de boxeo escribiendo una carta a su hija, para que conozca «la clase de padre que tuvo», y lo dicen como algo bueno, sin ponerse colorados.

Veamos: la escena es intencionalmente patética y conmovedora, es muy difícil imaginar una vida entera postrada en una cama, desde tan joven y abandonada por su familia. La tesis es inmunda, muestra al asesinato como eutanasia y a la eutanasia como un acto de piedad… pero al menos se esforzaron. Ya verán por qué lo digo.

Las invasiones bárbaras y Dr. House, hedonismo o muerte.

La primera es una película francocanadiense del año 2003. Por favor, no sean mal pensados, no es una oda a la eutanasia. Es una oda a la eutanasia bien edulcorada. 


Rémy, su personaje principal, tiene cáncer terminal. Su hijo con buen pasar económico le concede hasta el último capricho y organiza una fiesta de despedida, que incluye darle dosis letales de drogas, rodeado por su exesposa, sus examantes, sus pedantes académicos amigos existencialistas.

Claro está: los «bárbaros» son los hijos de los búmers que no han leído a Sartre, porque tener esperanza es una ridiculez y lo más sensato es dejarse llevar por el nihilismo y el existencialismo. No hay redención ni sentido en el sufrimiento, nadie aquí leyó a los Santos Padres de la Iglesia, ni siquiera a Victor Frankl. Entonces, entre los bárbaros que los invaden responden con un cóctel mortal de opiáceos. 

El dinero no es impedimento para cuidados paliativos, que aquí ni se nombran.

La fábula buenista termina con todos dejándole una jeringa, cosa de que la justicia no pueda determinar quién fue el verdadero culpable de su muerte.

La serie Dr. House tiene ocho temporadas, en todas ellas hay alguna referencia a que el aborto y la eutanasia son la opción más racional (en contraposición al fanatismo religioso, en cualquier foro ateo la imagen del cínico doctor es usada en sus memes). 

Si bien en un capítulo hay una cirugía intrauterina de un feto -lo que ha llevado de catalogar la serie como «provida» por algunos incautos-, la tesis general de la serie es «lo racional» como justificación. En definitiva, es un vehículo de la cultura de la muerte. 

Algo que hay que admitirle a dicha serie es cierta coherencia: Los personajes niegan todo vínculo con la fe, con la familia, no tienen relaciones sanas ni matrimonios para toda la vida: el resultado lógico a tanta soledad y vacío es creer que la muerte puede ser una salida correcta.

Yo antes de ti, ni siendo rico vale la penar sufrir.

 El horror hecho novela y luego película. Película «romántica». El amor es vivir y dejar hacer cualquier inmoralidad (incluso suicidarse o dejarse asesinar); cualquier otra cosa es no respetar la libertad.

Aquí el protagonista es Will, un millonario tetrapléjico que mantiene algo de movilidad en las manos. Triste y amargado por su condición –ya que antes del accidente que lo dejó en esa situación practicaba diversos deportes, incluso de riesgo-, su madre le contrata como cuidadora a la otra protagonista: Lou, una chica sumamente alegre y optimista. El contrato es por seis meses ya que Will planea ir a Suiza a suicidarse legalmente –bajo el eufemismo de eutanasia-.

Entre otras cosas, nos enteramos que la exnovia dejó a Will luego del accidente y está pronta a casarse con su mejor amigo rico y, por supuesto, no discapacitado. 

En esto transcurre la historia: En los intentos fallidos de Lou por devolver las ganas de vivir a Will.  Inevitablemente se enamoran, pero él no cambia de idea. Aunque al principio la madre se niega, finalmente ambos padres «respetan» su fatal decisión. 

Ella viaja a Suiza a despedirse, a él lo asesinan con su consentimiento, salto temporal y ella lee en París una carta de él diciéndole que le tocó el corazón y que le dejó algún dinero para cumplir algunos sueños. Sí, ese es el «final feliz».

En la pendiente resbaladiza no se puede frenar.

Pasamos del «Hasta las doce semanas que el feto no sufre» al «zale con fritas» o el «mejor matarlo que darle una vida de sufrimientos». Huimos ochenta años del nazismo para que la eugenesia física y económica hoy sean la norma.

Pasamos de «la pobre chica sola y abandonada que tendrá que pasar toda una larga vida postrada y sufriendo» al millonario que tiene padres vivos y una mujer con la que se aman, pero igual es mejor que muera. (Si él es un millonario con padres vivos y mujer que lo ama, vos que sos pobre ni lo intentes, que papá estado te mate así no sufrís.)

¿Exagero? Recuerdo cando por los 2000 escuché hablar por primera vez de eutanasia. Era para viejitos que llevaban décadas de dolor insoportable, era una cuestión de dignidad, de elección, de libertad…

¿En qué consiste hoy la eutanasia, muerte digna o cualquier otro eufemismo? Tenemos el niño pequeño al que el estado inglés obligó a dejar morir ante la súplica impotente de sus padres –hasta ignorando la petición del papa Francisco, que su tratamiento no costaría al estado inglés ni una libra-. 

Sumamos el caso de la monja holandesa que dejó por escrito que la eutanasia es contraria a su fe católica pero un juez determinó que era mejor matarla igual, ya que en su estado de insania no podía decidir por ella misma (cosa que ya había hecho, por escrito).

Se hizo famoso el reclamo de la atleta paralímpica canadiense, quien solicitó ayuda al estado para cubrir los gastos de un ascensor domiciliario y le respondieron ofreciéndole eutanasia.

Entre Holanda y Bélgica ya hemos perdido la cuenta de las personas que el estado asesinó «por piedad», gente sana físicamente, pero con depresión. ¿Psicólogo, psiquiatra, línea de asistencia al suicida? Claro que no, acá tenés la dignísima inyección letal que pediste.

Todo eso que ya sucede fue predicho por los «conspiranoicos» del 2000.

Para terminar, ¿Saben qué sigue? A ver… si la E.S.I. es un derecho, si desde los mismos documentos oficiales se habla del derecho al goce de los adolescentes, si el estado mediante subsidiarios ofrece anticonceptivos y aborto a púberes a espalda de sus padres, si el género es un constructo social por qué no lo sería la edad, si es bueno que un desconocido le hable de sexo a tus hijos pequeños… Sí, lo que sigue será la pedofilia, no hoy ni mañana, pero será y será cuando suficientes países hayan aceptado asesinar a sus descartes con algún eufemismo sensiblero.

En la pendiente resbaladiza no se puede frenar porque su final es el infierno.

Redoblemos nuestro compromiso y nuestro hacer en pos de cuidar cualquier vida humana como don de Dios, desde su concepción hasta su muerte natural. La batalla es espiritual y solo tenemos chances de vencer si somos santos.