Por Facundo Menem Berducci.
El aire se vuelve poco, la tierra se hace gigante. Subo lento por la cuesta, con paso de caminante. Mi sombra se va alargando sobre la piedra brillante.
Ay, vidala de la puna, vidala de la quietud. El silencio me atraviesa con su lanza de luz. Ay, vidalita del cerro, tan cerca de la cruz.
El corazón en el pecho golpea como una caja. Parece que se me escapa mientras el sol se rebaja. Aquí no mandan los hombres, aquí el orgullo se baja.
Ay, vidala de la puna, vidala de la quietud. El silencio me atraviesa con su lanza de luz. Ay, vidalita del cerro, tan cerca de la cruz.
Dejo mi pena en la piedra, pido permiso al pasar. El viento borra mi huella, nadie me va a recordar. Solo quedan la montaña y mis ganas de cantar.
Ay, vidala, vidalita, se me ha perdido la voz. Entre tanto cielo azul, quedamos solos los dos.
Facundo Menem Berducci
