Génesis del misterioso duende Emilio

Por Enrique Cadenas.

Es que a veces en los rompecabezas hay piezas que faltan y arruinan el entonces amorfo paisaje acartonado. Estas piezas se esconden en los lugares más recónditos usando los artilugios mas siniestros con tal de no integrar aquel todo. Porque ser parte del todo para ellas es perder aquello que las hace únicas, es dejar de ser el florero, o la nariz, o la flor para pasar a ser parte del paisaje, la cara, la figura. Esto es lo que, en un tiempo fuera del tiempo, le sucedió al misterioso duende. El duende Emilio. 

“Lo esencial es invisible a los ojos” y quizá por eso muchos de nosotros tengamos un conocimiento nulo de este ser que cumple un rol tan fundamental en el ordo universalis, pero la “verdad de la milanesa” es que por miedo, o por la soberbia que tienen esos diminutos seres, el duende Emilio se esconde. 

Se escapó de todas las páginas de libros teológicos o filosóficos que lo han intentado atrapar y lo hizo también de otros tantos ensayos que procuraron describir su misteriosa naturaleza. El duende Emilio, señoras y señores, es un miembro, es EL miembro por excelencia de la llamada “burocracia celestial”. Dios, a diferencia de todos los jefes, es motor inmóvil, es decir, no se mueve, vive en una vacación eterna sumido en la contemplación de su propio ser y es por eso que confía a otros seres tareas relacionadas con la administración de lo creado. Emilio es uno de ellos… 

Nuestra realidad, que habría que ver si realmente lo es, no es más que algo en la diminuta cabeza de aquel abominable ser. 

Nadie sabe dónde vive ni qué come, ni para qué lado se peina, si se peina….lo cierto es que el tipo está entregado a la delicada tarea de pensar y de este hilo prende nuestra frágil existencia y la de todas las cosas. 

Si al duende Emilio por alguna de esas cosas del mundo de los duendes, un día deja de pensar en los lápices negros, o en las pantallas solares, en los monos tití o en las ovejas…¡Puf! ¡Desaparecen!, como ven, este ser es amo y señor de un gran poder, un poder que cabe en 1 metro 05 de altura que tiene. 

Este trabajo requiere de un gran poder de concentración, pero a veces alguna se le escapa y es ahí cuando sucede lo inexplicable. Las cosas comienzan a desaparecer, y nosotros creemos que nunca existieron, pero si! Por ejemplo, los unicornios, los pajaritos con lengua, las películas sin publicidad, y cosas que para nosotros son inimaginables pero que quizá ayer estaban y nosotros como si nada… 

Emilio a veces se aburre, es que la vida en la oficina es muy solitaria, y como no existen duendas no tiene mucho que hacer…. Pero el tipo se las ingenia para hacer siempre alguna treta que lo divierte. A veces le agarran ataques de picardía y decide dejar de pensar en algo solo para molestar a los creados, Dios lo deja porque entiende que el trabajo es extenuante. 

Imagínese, uno está en el colectivo, a punto de poner las monedas en la máquina, se voltea a decirle al chofer “Hasta Constitución, por favor” y cuando vuelve la vista las monedas ya dejaron de estar… es ahí cuando le agarran los ataques de risa al duende pensador que ve a la persona impávida junto a la fría máquina de boletos alarmado por una voz acusadora que le dice: “pibe o pagás o bajás” …pero si yo… bueno, debe ser el stress. Siempre alguna excusa o algún motivo, cuestión que el Emilio siempre zafa de que nos acordemos de su Madre y esto lo hace reír, qué tipo Emilio, eh… 

A veces nos mete en la cabeza (porque es otra de las cosas que puede hacer) cosas que dejaron de estar, y nosotros chochos porque nos imaginamos algo creativo nos sumimos en la más abstracta contemplación de eso imaginado creyéndolo nuestro. Ay, pobres de nosotros si algún día a Emilio se le da por dejar de pensar cosas, se olvida o le agarra amnesia, ¿qué sería de nuestro mundo? ¿Y si un día dejara de pensar nuestras narices? ¿O la patita derecha de los enchufes? O peor aún… ¿las colas enruladas de los cerditos? ¡Qué haríamos! La realidad se iría abstrayendo, cediendo ante la memoria del duende y nosotros como el agua luego de sacar el tapón de la bañera, nos iríamos acercando a nuestro inevitable fin sin posible escapatoria. O quizá Dios le haga acordar, o le compre pastillas para la memoria…de cualquier, manera nunca nos enteraremos.