Es mejor vivir en una aldea perdida

Por Santiago Inchauspe.

El título de este ensayo está plagado de términos confusos. Contiene muchas palabras que pueden interpretarse de distintas maneras. Incluye el título de la novela de Armando Palacio Valdés: La aldea perdida. Y creo que el autor del libro quiso jugar con esto, darle vueltas a estos temas. ¿Qué significa vivir mejor? Esta cuestión atraviesa de fondo todo el relato.

Los hechos de la novela se desarrollan en Arcadia, una región española escondida entre montes donde conviven distintos pueblos pintorescos. La vida es tranquila en estas aldeas asturianas. Los muchachos trabajan casi todos en el campo y la mayoría de las mujeres trabajan en el cuidado de la casa y cosiendo. Los varones en la novela aparecen como seres simples, casi animales, que imitan ciertos patrones de conducta según el momento del año. Como las aves que migran siguiendo el verano, los hombres de Arcadia pelean violentamente en las romerías, siempre con los puños o garrotes. También aprovechan ciertas festividades para bailar con las jóvenes, y ellas disfrutan de la atención y de sentirse deseadas.

Los habitantes de Arcadia llevan una vida tranquila, en estrecha conexión con la naturaleza. Es un lugar casi paradisíaco, donde las tradiciones y la sencillez del día a día dan a la comunidad un fuerte sentido de pertenencia y estabilidad, compartiendo fiestas y memorias. Creo que no es casualidad el nombre que el autor elige para este lugar. Arcadia es una región paradisíaca de la mitología griega. En esta se inspiró el romano Virgilio para muchos de sus poemas y luego grandes literarios para reflejar distintas visiones del paraíso en sus escritos. En una primera lectura, por la diversidad de personajes, no queda muy claro qué es lo que el autor considera como vivir mejor o una buena vida. Son muchos personajes que van dialogando y expresando opiniones muy diversas. Pero a través de ciertos guiños y sobre todo por el final de la novela, parece que Palacio Valdés nos da una pista.

Antes de hablar del final, es mejor que explique un poco más esta obra literaria. En los primeros capítulos, se nos presenta este escenario, Arcadia, con su estilo de vida rural tranquilo y lleno de tradiciones vivas. El conflicto principal surge a partir de la llegada de un supuesto “progreso”. Este aparece de a poco. Primero en las ideas de un grupo de notables con mucho dinero que buscan generar más riqueza. En este grupo hay uno en particular que es el principal impulsor de este aparente progreso, ya que estudió Derecho fuera de Arcadia y conoció otras costumbres, una vida distinta. Convencido de que la vida en las metrópolis es mejor, quiere generar eso en Arcadia, el progreso material, el crecimiento económico.

La idea de aumentar sus ganancias va ganando adeptos en este grupo de notables hasta lograr una mayoría. El proyecto propuesto es abrir una mina para explotar la riqueza de los recursos minerales en el suelo de Arcadia. Si bien unos pocos se resisten, la idea toma fuerza y finalmente se ejecuta. Esto genera un mosaico de reacciones y sentimientos entre los habitantes de la aldea. Algunos se resisten, otros se resignan a vivir con ello, otros lo aceptan con alegría. En el grupo de poderosos se refleja una vida y una noción de la buena vida muy distinta a la de la mayoría de los habitantes. La buena vida es contar con lujos. Para contar con lujos es necesario que sea rentable que un comerciante decida instalarse en Arcadia. Para ello, es fundamental generar fuentes de ingreso. La mina busca eso. Al haber más ingresos, la gente consume más, se generan más negocios y aumenta el comercio. Esto es maravilloso para el grupo de notables. Pueden darse todos los lujos que desean.

Pero a medida que va pasando la novela y efectivamente se instala la mina, lo que aumenta son los conflictos. Este desarrollo económico empieza a ir contra el estilo de vida rural y tranquilo. Los habitantes, que antes vivían de la agricultura y la ganadería, empiezan a ver sus vidas alteradas. Antes se creían destinados a compartir una vida basada en la armonía con la naturaleza y las tradiciones del campo. El progreso material trae novedad. Y lo nuevo viene con oportunidades, pero también con desafíos e incógnitas. La explotación minera afecta no solo al paisaje natural, sino también a la cohesión social de la comunidad. Los habitantes de Arcadia pierden seguridades. Ya no saben de qué van a trabajar. No conocen a sus vecinos, empiezan a aparecer mineros de otros lados que generan desconfianza.

El final de la novela es absolutamente trágico. El anhelado (por unos pocos) progreso que trae la mina, también trae trabajadores de otros lugares, que generan un clima de mucha tensión. Finalmente, en una de las romerías estalla una lucha encarnizada (en la que aparecen pistolas) que finaliza con el asesinato de dos de los habitantes de Arcadia. Con el cuadro espantoso de la muerte de una de las doncellas de la aldea, la novela finaliza con las palabras de uno de los miembros del grupo de notables: “Decís que ahora comienza la civilización… Pues bien, yo os digo… ¡oídlo bien!… ¡yo os digo que ahora comienza la barbarie!”

Con esta frase final, el autor nos deja muy claro su pensamiento. La buena vida es aquella rural, tranquila, con costumbres compartidas por toda la comunidad, que dan un sentido. Porque generan un pasado común, un presente en el que todos pueden participar y una cierta esperanza de un futuro estable para vivir en paz. El supuesto progreso que viene con el crecimiento de los bienes materiales amenaza la buena vida en la medida que amenaza el estilo de vida de Arcadia, que, como ya dije, tiene esta connotación paradisíaca en la literatura.

Otro punto interesante es que Arcadia está ubicada en Grecia, entre montes. Perdida, alejada de las grandes polis como Atenas y Esparta. Similar a la novela, en la que se trata de una aldea perdida en las Asturias, alejada de las ciudades modernas de España. Y como siempre, lo aislado, lo individual, goza de una mayor identidad. En las polis, hay más personas, se masifican y pierden el sentido de pertenencia. Arcadia es una comunidad pequeña, donde todos se conocen por el nombre y van a los mismos lugares en las mismas fechas. Esto genera una identidad muy marcada a nivel colectivo. En el mundo moderno individualista, llama la atención.

Para el mundo moderno, la prioridad es el deseo, el placer de uno, evitar el dolor. La prioridad es disfrutar de los lujos materiales que vienen con los avances económicos y técnicos. Una aldea como Arcadia está perdida. Perdida en el tiempo, atrasada. Perdida culturalmente, son personas inferiores que no progresaron. Son gente perdida, reprimida, que no puede expresar su individualidad por someterse a los estándares colectivos. En este sentido, pienso que es mejor vivir en una aldea perdida, frente a la alternativa de la urbe moderna. Creo que Palacio Valdés quiso jugar con esta noción al titular así a la novela.

Otra interpretación posible es que el título de la novela sea un anuncio del final, una expresión de nostalgia. Arcadia era una aldea; supo ser una comunidad con costumbres marcadas, pero se perdió. Aunque se encuentre en el mismo lugar, la aldea está perdida. La buena vida está perdida. De esta manera, vivir en una aldea perdida es una quimera, una dulce ilusión. En el mundo actual, es posible pensar de esta manera. Pero creo que es necesario ampliar la mirada. Es posible encontrar hoy en día distintas “aldeas”. Es posible encontrar comunidades con costumbres marcadas, lugares comunes y fechas compartidas. Es posible encontrar comunidades donde muchas veces los individuos desean activamente formar parte de algo más grande que ellos mismos y a la vez vivir esa pertenencia con otros. Por dar unos pocos ejemplos, podemos encontrar muchos de estos elementos en colegios, escuelas, universidades, hospitales y clubes. Hoy en día tenemos nuestras aldeas; no están perdidas. Y creo que es mejor vivir en ellas.

Santiago Inchauspe (23)
Estudiante de Abogacía
inchauspesantiago@gmail.com