Por Lucas Abal.
Publicado en septiembre de este año por Puntoaparte Ediciones, Ciudades y dioses es el primer libro de Marcos de Elia. La obra cuenta el viaje que el autor realizó por Nepal e India desde el 10 de noviembre de 2023 al 14 de febrero de 2024 y está dividido en cuatro secciones bien marcadas. La primera está dedicada a Nepal, en particular a Katmandú y a un exigente trekking de montaña. La segunda se centra en Calcuta y en los días que el autor pasó como voluntario junto a las Misioneras de la Caridad, la congregación religiosa fundada en 1950 por la Madre Teresa y dedicada al servicio especialmente de los enfermos y los niños. La tercera relata su experiencia en un prolongado retiro de silencio llamado Vipassana, una práctica de meditación de raíz budista que se enseña en centros laicos dedicados exclusivamente a esta técnica. Y la cuarta recorre su paso por diversas ciudades de las regiones de Uttar Pradesh, Uttarakhand y Rajasthan, hasta cerrar su itinerario en Delhi.
En Ciudades y dioses se cruzan aventura, agotamiento, observación, espiritualidad y hasta humor. Toda esa esa mezcla convierte al libro en algo más que un itinerario: en un viaje interior tanto como exterior. Se trata de una narración honesta sobre lo que implica enfrentarse no solo a un territorio inmenso, imprevisible y abrumador; sino también a su gente, a sus costumbres, a su cultura y hasta a las vacas, que en alguna ocasión incluso le tiraron una cornada.
La obra también es valiosa por la franqueza con la que el autor registra sus propios sentimientos, a veces de una manera casi poética. Así, por ejemplo, cuando sufrió la falta de agua caliente en un alojamiento, refiere a que “[n]o era indiferente ni feliz, sino que tenía una mansa resignación”. Y cuando reflexiona sobre las enseñanzas de S.N. Goenka (el referente más influyente de la meditación Vipassana) describe “[h]abía un aspecto inasible que había encontrado en mi juventud que no estaba ahí, un calorcito magnético que extrañaba. Me faltaba algo. Me faltaba Dios”.
A esa destreza narrativa se suma el humor que enriquece el libro al despojarlo de solemnidad; como cuando confesó: “[d]escargué mi frustración como solo los occidentales sabemos hacer: comiendo de manera desaforada”. Ese mismo registro humorístico aparece en sus intercambios cotidianos; por ejemplo, cuando lo indigna el reproche que recibe cada vez que contesta que no está casado. Hasta que, en un momento, descubre que podía retrucar con una chicana: «¿Ustedes van a elegir a las personas con las que se van a casar o alguien las va a elegir por ustedes?». La pregunta causa la sonrisa satisfecha del lector y funciona como un ejemplo de cómo el autor relata el choque cultural con picardía.
Además de todo eso, el autor siempre está pensando. Piensa en las culturas que atraviesa sin idealizarlas, incluso cuando lo desafían. Piensa también en la vulnerabilidad del viajero que avanza (en principio) en soledad por un territorio desconocido. Piensa en la espiritualidad ajena: la de los fieles, la de las Misioneras de la Caridad, la de los meditadores de Vipassana. Y también piensa en la espiritualidad propia: en su educación católica y en su posterior inclinación hacia el budismo y sus prácticas. Es en esas reflexiones donde el lector encuentra una voz que lo acompaña y lo arrastra, casi sin querer, a pensar también.
En tiempos en que los relatos de viaje suelen buscar likes antes que verdad, el autor se permite algo mucho más valioso: contar, sin imposturas, lo que ve y lo que siente; y lograr que el lector se sienta parte de ese desconcierto, esa búsqueda y esas pequeñas revelaciones. Hacia el final del libro, cuando ya se atravesaron ciudades, montañas, templos, casas de voluntarios y tuk tuks, el lector siente que conoce un poco más a la India y, a la vez, las formas (a veces ingenuas, a veces perspicaces) en que un argentino puede aproximarse a ella. No estoy seguro de que después de leer Ciudades y dioses uno quiera viajar a la India; tal vez incluso ocurra lo contrario. Pero sí queda claro algo más importante: que Marcos de Elia tiene una manera singular de mirar y contar; y que su próximo viaje, sea donde sea, valdrá la pena si vuelve a narrarlo así.
Lucas Abal (36)
Abogado
lucasabal@gmail.com
