La mirada que mata 

Por Sofía Benayon Costa

Introducción 

Marianela de Benito Pérez Galdós  narra la historia de una joven llamada Marianela —o sencillamente «La Nela”— y de un muchacho ciego llamado Pablo Penáguilas. 

La muchacha era maltratada por una sociedad que la despreciaba no solo por su aparente “inutilidad” sino también por su aspecto físico. Se la describe como una señorita extremadamente menuda, con el rostro lleno de pecas y una nariz puntiaguda que llamaba la atención de todos. Tenía dieciséis años, aunque su frágil figura la hacía parecer una niña de doce. 

La pobre chica tenía una vida miserable: su madre se había quitado la vida y Marianela apenas conservaba recuerdos de ella. Vivía con la familia Centeno, cuyos miembros le repetían a diario que no servía para nada, alimentando en ella la dolorosa convicción de que su vida carecía de sentido. 

Su destino toma un giro cuando conoce a Pablo Penáguilas, un joven ciego con quien recorría las minas y el campo de aquel lugar.  Pablo era un muchacho de clase alta que había nacido sin vista. Su padre, don Francisco, dedicó su vida a educarlo con principios morales y la fe cristiana. El joven era el único capaz de ver la belleza interior de Marianela. 

El conflicto de la novela surge cuando Teodoro Golfín, un prestigioso médico de Aldeacorba, llega al pueblo y milagrosamente le devuelve la vista a Pablo.

¿Acaso la concepción de las cosas de Pablo cambia por completo? ¿Será la belleza física más poderosa que la del alma? 

Lo esencial es invisible a los ojos 

La frase “lo esencial es invisible a los ojos”, conocida por el libro El principito, significa que el verdadero valor de las cosas no siempre es evidente a simple vista. Analizando la novela, surgen unas preguntas inevitables: ¿acaso no era evidente el valor de Nela al hacerle “ver” el mundo a través de sus ojos? ¿Será que la belleza física es suficiente mientras que la interior no lo es? Todos estos interrogantes cobran relevancia al observar el comportamiento de Pablo Penáguilas, pero no solo de él: otros personajes y la sociedad misma también fracasan en reconocer la verdadera esencia de la joven. 

Pablo a lo largo de la historia manifiesta una actitud contradictoria e incluso hipócrita. Aunque jura a Marianela un amor eterno y asegura que, cuando recupere la vista, confirmará su belleza, no logra sostener su promesa. Al descubrir a Florentina, su prima, cuya apariencia física se ajusta a los estándares de la sociedad, Pablo abandona la fidelidad que le había prometido a aquella joven que le había demostrado su incondicionalidad incluso en su momento más vulnerable. 

Este comportamiento refleja una prioridad superficial: valora la perfección visual por encima de la bondad, la ternura, la inocencia y la paciencia del alma que había hecho más brillantes sus días oscuros. Además, al recuperar la vista, pierde la percepción de lo verdaderamente virtuoso. Su prioridad se ve reflejada en lo exterior y olvida la pureza de la Nela, demostrando que lo esencial solo es visible para aquellos que no pueden ver a través de sus ojos. 

Pero Pablo, no es el único personaje de la historia que muestra contradicciones. Por ejemplo, Sofía —la cuñada del Dr. Golfín—  afirma tener un espíritu caritativo y la intención de ayudar a los demás: sin embargo, trata a quienes considera inferiores con desprecio. Esta contradicción refleja la dificultad de reconocer que, ante Dios, todos los seres humanos tienen el mismo valor, independientemente de su condición social, riqueza, educación, o belleza física. 

Tanto Pablo como Sofía actúan según criterios superficiales: uno prioriza la apariencia sobre un alma virtuosa y la otra impone jerarquías que contradicen su supuesto altruismo. 

La incapacidad de valorar a Marianela no se limita a Pablo y a Sofía. Los Centeno —aquella familia que la acogía— y prácticamente todo el pueblo de Aldeacorba la desprecian por su aspecto y su condición social, tratándola como una ignorante.  Como pensaba el Dr. Golfín, ¿qué culpa tenía ella de estar desamparada en el mundo y ser invisible a los ojos de los demás? 

La sociedad del siglo XIX, según Galdós, estaba obsesionada con la apariencia, la riqueza, y la utilidad práctica de las personas. Esta crítica sigue estando vigente hoy, en un mundo donde el photoshop, las cirugías estéticas y la obsesión por la perfección física continúan alejándonos de lo verdaderamente importante. 

No obstante, hay excepciones: personajes como Teodoro Golfín y Florentina, representan la verdadera virtud interior. Golfín, a pesar de ser un hombre preparado, adinerado y respetado, no abandona a los necesitados y utiliza su conocimiento para ayudar a los demás, como devolver la vista a Pablo o acoger a Marianela. 

Florentina, por su parte, combina belleza física y espiritual ya que se preocupa por la educación y el bienestar de Nela, mostrando que la bondad genuina existe, aunque sea escasa en un mundo dominado por la superficialidad. Ellos, a diferencia de otros personajes como Sofía, demuestran que la virtud se encuentra en actuar por el bienestar del otro, sin buscar reconocimiento o provecho personal. 

La obra evidencia que para algunos, la verdadera virtud permanece oculta a quienes solo miran con los ojos. 

Conclusión 

El autor de la novela busca advertirnos que, en una sociedad obsesionada con las apariencias físicas, la belleza del alma queda en segundo plano. Pablo señalaba con frecuencia las limitaciones de Marianela sobre el conocimiento religioso. Sin embargo, era ella quien, con su inocencia y sensibilidad, estaba más cerca del verdadero pensamiento de Dios. Porque Dios no juzga el aspecto exterior, sino la pureza del alma.

Marianela nos invita a reflexionar sobre la hipocresía y las contradicciones de los individuos y la sociedad, así como sobre la tendencia a valorar la apariencia por encima de la esencia. 

Los personajes de Pablo y Sofía son claros ejemplos de que, quienes parecen actuar con moralidad, pueden fallar al juzgar lo que realmente importa. 

Una vez que Pablo recupera la vista, ya no es capaz de sostener la promesa de amar más allá de lo físico.

Por otro lado, Nela, demuestra que lo más valioso que puede tener una persona no es aquello que se ve a simple vista, sino lo que se siente y se entrega al otro, recordándonos que lo esencial es invisible a los ojos. 

Así es como Pablo se termina convirtiendo en un hombre puramente superficial, incapaz de priorizar nuevamente aquella pureza y ternura que, sin siquiera ver, con tan solo sentir, había cautivado su corazón. 

La muerte de la joven no es solo la pérdida de una vida inocente, sino también una imagen poderosa de cómo la obsesión por las apariencias termina destruyendo lo esencial. Con esta tragedia, Galdós nos deja una advertencia: mientras el mundo siga valorando más la apariencia que la esencia, siempre estaremos condenados a perder lo más puro y verdadero de la vida.