Por Lucía Corral.
Introducción
Aproximadamente una entre diez mil personas son lo suficientemente afortunadas para encontrar el amor en esta vida. Dos de estas se encuentran en la novela La hermana San Sulpicio escrita por Armando Palacio Valdes.
En esta historia, Ceferino Sanjurjo —un médico de estudio, pero escritor de vocación— toma la acertada decisión de emprender un viaje a la ciudad de Arjonilla. El protagonista, llegó a ser más oportuno, cuando resolvió hospedarse en “la fonda Continental” —esto, por la simple razón de que el amor de su vida estaba en ese mismo establecimiento—. Por una simple casualidad y dos viajes que se entrelazaron, comienza esta gran historia de amor.
Desarrollo
Si bien, al introducir este libro, pareciera que el autor creó un verdadero cuento de hadas —donde los dos protagonistas conforman mágicamente parte de ese uno en diez mil—, esta concepción no podría estar más errada. En efecto, la segunda figura a tener en cuenta, es nuestra codiciada protagonista: Gloria Bermúdez, que en el inicio de este atrapante relato, era identificada como la hermana San Sulpicio. Por si el nombre no delata la situación de manera inmediata, permítanme aclararles que ella era una monja, que se encontraba a un voto de sellar su vocación para siempre. Se deja entrever el inicio de una historia sobre un “amor imposible” o por lo pronto, prohibido.
Sin embargo, todo toma un giro inesperado cuando la religiosa decide no renovar sus votos de manera permanente. Ceferino, un galán impulsado por la frase: “para los enamorados no hay obstáculos invencibles”, de modo inmediato persiguió a la mujer de su vida hasta Sevilla, ciudad natal de la protagonista.
A pesar del innegable amor que existía entre ambos, no todo fluyó como el heroico Ceferino esperaba. Gloria se encontraba aprisionada en su casa, en manos de doña Tula —su madre— y Oscar —un hombre que ayudaba a administrar las riquezas de las dos mujeres —.
Por otro lado, el romántico escritor no era el único pretendiente de la muchacha; hecho que lo llevó a ser incluso apuñalado por su “competencia”. Dentro de sus grandes errores —siguiendo los consejos de su enamorada— se presentó ante su futura familia, ocupando la identidad de otra persona, para luego ser atrapado con las manos en la masa y obviamente, ser rechazado por su “familia política”.
Otro obstáculo es la actitud de la jovencita. No solo, es una persona extremadamente celosa, sino que también es conflictiva. En más de una ocasión, podemos pasar las páginas del relato siendo testigos de los malos ratos que pasa el señor Sanjurjo, debido a las injustificadas reacciones de Gloria o también por sus incoherentes decisiones. Pero esto conforma una simple observación menor, que no forma parte del gran conflicto que viven los enamorados.
Cuando Valdes hace sentir que está todo perdido, generando que cualquier lector —incluso el más insensible— contenga la respiración, Ceferino logra salvar a Gloria de ser enviada nuevamente al convento, contra su voluntad. Luego, enfrenta a la familia de su novia y logra su gran cometido: casarse con la hermana San Sulpicio.
Todo este enredo de idas y vueltas no hace más que evidenciar que sí existen casos donde el amor es más fuerte. Pero limitarse a pensar que esto siempre pasaría o pasará es ingenuo. Para estas dos personas todo fluye, porque su amor es correspondido. A su vez, Gloria no se encontraba feliz con su falsa vocación y era cuestión de tiempo hasta que decidiera elegirse a ella misma.
Lo que me lleva a pensar: ¿qué pasa con todos aquellos personajes que fueron abandonados por el amor?
En primer lugar, encontramos a Villa, un hombre determinado a conquistar a Isabel —casualmente prima de Gloria— que únicamente es usado por la persona que adora. En su caso, el amor no es más fuerte. Tan es así, que luego de innumerables esfuerzos por conquistar al amor de su vida, esta última decidió casarse con una persona que no la ama.
Otra gran decepción amorosa fue la que sufrió Joaquinita. La joven asistía a las mismas tertulias que Ceferino, no porque se desarrollaban en su casa sino porque anhelaba poder tener por lo menos un segundo para conversar con el señor Sanjurjo. De hecho, me atrevo a decir que pasaron aun más tiempo juntos que la pareja estelar del libro. Pero de todas formas, se conformó un amor no correspondido, dejando en segundo plano lo que sentía la simpática jovencita.
Tampoco podríamos dejar de lado en este análisis el gran contrincante de Ceferino, mejor conocido como… el Malagueño. Nombrado incontables veces en el relato, sufrió la mala fortuna de ser el tercero en una historia de amor épica. Conoció a Gloria casi al mismo tiempo que el escritor y decidió seguirla de igual modo hasta su tierra natal. Pero los resultados fueron muy distintos. Incluso luego de visitar la misma ventana —en la que el señor Sanjurjo solía pasar las noches hablando con su enamorada— y compartir un paseo entero durante toda una tarde, su amor fue simplemente ignorado y menospreciado por la anteriormente monja. Demostrando otra vez, que no siempre el amor es más fuerte o que el amor de uno solo no alcanza para vencer a absolutamente nada, ni a nadie.
Conclusión
Desde que somos infantes hasta la adultez incluso, solemos escuchar que el amor es un eje central de la vida, que puede encontrarse o encontrarnos en cualquier lugar o en cualquier momento. Lo vemos en libros, películas, series y algunos afortunados lo vemos en nuestros padres.
Nadie aclara que este viene en distintas formas, tamaños o incluso colores: ¿cuántas personas identifican al amor con rojo y cuantas lo identifican con el rosa?
Ahora bien, habiendo establecido que el querer puede ser todo y nada a la vez, deberíamos dilucidar si realmente el amor es más fuerte o si simplemente algunos tienen la suerte de que el suyo lo sea.
Bien pareciera que, conforme a la estadística de uno entre diez mil, esta máxima aplica simplemente a los afortunados que logran conformar un amor correspondido en esta vida. Esto se ve ratificado por la emblemática novela de Valdes, donde únicamente dos personas logran encontrarse y varias otras terminan en soledad.
Esta probabilidad —la de encontrar un amor que sea recíproco—, no solo existe en el plano de una relación de pareja. Existe en cualquiera de las formas en las que concebimos este sentimiento.
Sin ir más lejos, podemos verlo en el vínculo de Gloria con su madre. Como cualquier relación humana es compleja, pero es innegable que doña Tula siente un querer por su hija —aunque de una peculiar manera— y que este es correspondido, porque la joven siente el mismo afecto por su madre. Al finalizar la historia, se deja en claro que ambas no vuelven a verse jamás, debido a que Oscar lo establece como condición para llevar a cabo el tan esperado casamiento entre los protagonistas. En este caso, el amor entre madre e hija no logra ser mayor a los conflictos, al pasado y al futuro.
Es por esto mismo que estoy convencida de que la frase: “pero el amor es más fuerte” es parcialmente cierta. Pueden existir casos donde se vea innegablemente evidenciada, como pueden existir situaciones donde la frase sea una simple ilusión o un ideal inalcanzable. Lo que si es innegable, es que cuando el amor logra ser más fuerte, vale la pena protegerlo.
Lucía Corral (21)
Estudiante de abogacía
Corrallucia934@gmail.com
