Internet en las aulas: algunas reflexiones

Por Roberto Mahmud Gettor.

Esta nota surgió fruto de un correo electrónico que hace unos días le mandé a Nuestro Queridísimo y Venerable Director, en respuesta a su nota de opinión: “ Internet en las aulas ”, publicada el Domingo de Resurrección (también la resurrección de Legarre de tras su gira mundial) en el diario La Nación, que personalmente recomiendo. Allí , Vuestro Humilde Narrador (desde ahora, “ yo ”) no hizo más que tratar –-en un arrebato de pasión–la temática desde el punto de vista de un mero estudiante universitario, con ya dos años a cuesta en la carrera de Derecho en la Universidad Austral. Trataré de mantener el estilo que caracterizó a ese mail.

Desde hace un mes, aproximadamente, estoy llevando una notebook a las clases de Derechos Reales y Títulos de Crédito (materias del primer cuatrimestre de 3º), sobre todo para tomar apuntes: me facilita la velocidad del “ tipeo”para poder escribir definiciones y otras cosas útiles que brinda el profesor en la clase. A su vez, también tengo acceso a Códigos, leyes y algunos artículos de doctrina –además de resúmenes y trabajos de materias ya cursadas–, lo cual me ha facilitado un tanto la vida. A la vez , la posibilidad de grabarlas , con ayuda de un software especial, me permite fácilmente volver atrás y escuchar el punto exacto donde me perdí en los apuntes y salvar dicha falla. Cuántos nos hemos preguntado la eterna pregunta: “ Qué dijo ”. Sentado esto , considero una aberración el hecho de que la gente se ponga a jugar o se distra iga de cualquier manera (ya sea c hat, e – m ail, etc.) en clase , y es justamente esta denuncia que hace Legarre en su artículo lo que rescato como novedoso y me provoca admiración No quiero parecer demasiado liberal (ya que como verán al final de este artículo, disto de serlo), pero me parece apropiado decir que no debería ser la preocupación, el problema del profesor: sino del alumno. No entiendo c ó mo alguien que toma el riesgo de llevar una herramienta que, aplicada correctamente, lo ayuda a trabajar, facilitándole el estudio, y no obstante se pon ga a hacer estupideces , acto cuyas consecuencias se proyectan en el perjuicio exclusivo del alumno. Es él, por tarado , por imbécil (no encuentro una expresión políticamente correcta más apropiada), quien que se pierde la clase a la que ha asistido, – y la posibilidad de tomar muy buenos apuntes.

Respecto al wireless : es inevitable. Confieso y me acuso de haber accedido a Internet desde un aula de la Austral hace algunos días, desde la notebook de un compañero. Durante un recreo, conseguimos una señal en el aula 201 (r ed perteneciente a “Telmex”) pero tal era la debilidad de la misma que no había manera alguna de mantener la conexión estando sentado. En efecto, para tener la señal, tuvimos que estar un rato con la computadora elevada a dos metros, mirando la pantalla desde lejos en búsqueda de una barrita de señal— parecíamos dos herejes consagrando un ordenador. No se pudo, gracias a Dios. Decía que era inevitable frenar el acceso a Internet debido a la remota posibilidad de que (no obstante estar protegidas con contraseñas estas redes wi-fi ) el astuto alumno lleve un teléfono celular y se conecte a Internet en su computadora mediante este medio . Eso es, si los costos que esto implica no le fueran u n problema. ( E l año pasado, por conectarme una hora, mis padres me gritaron ininterrumpidamente durante tres días por los $250 de la factura del celular).

Me parece que , ante estas circunstancias, el profesor se da cuenta . Lo mismo pasa en el día a d í a con las anotaciones en los cuadernos, los papelitos con bromas que circulan, los T a – te – tís y el nefasto T utti F rutti – que , en efecto, envició el año pasado nuestra aula en algunas ocasiones y a determinados alumnos, y que a través de la presente denuncio. La edad del profesor , su experiencia y , sobre todo , el hecho que muy posiblemente lo haya intentado de joven, lo hacen distinguir qui é n es el alumno serio y qui é n no hace otra cosa que leer mensajes de texto, enviar correos electrónicos , chatear e incluso otros empleos más graves (me viene a la cabeza el perverso supuesto de que el estudiante se ponga a ver pornografía o una película ).

Repito: el problema es del alumno y no debería ser el del profesor. Lejos de ser un colegio, donde la maestra se tomaría el trabajo de retar y confiscarle el instrumento del delito, creo que resulta más f á cil lo siguiente: el alumno que se distrae con Internet, no aprueba más (o , al menos , es t a falta se reflej a en una muy pobre nota de concepto). De ningún modo cond e no el pensamiento de algunos que , partiendo del artículo de Legarre , van a decir ( y ya lo han dicho ): “ P ero si el profesor da clase, ¿ qu é le importa qui é n juega y quien no ? , es igual que el que mira al piso, juega con una lapicera, piensa en la chica linda del fondo, etc.” . Eso no va a lograr más que aumentar el problema , pudiéndose llegar a la situación de que varios alumnos estén jugando a un juego de computadora entre ellos a través de una conexión inalámbrica. Así, un criterio de prevención concluye en castigar toda irregularidad –sea leer un mail inofensivo, o ver una película pornográfica–, sobre todo por el “ ejemplo contagio ” que tiene . A diferencia del cuaderno, una persona que juega tienta tanto al otro para que se ponga a jugar , como también a su vecino de banco para verlo, distrayéndose él mismo).

Solución : castigo, y que sea severo. El temor le va a instruir al alumno la dura lección, o al menos le advertir á , que a lo que ha venido es a aprender de quien tiene un mayor conocimiento que él en la materia , objetivo que dista de mofar al profesor, a su cátedra, a su dedicación, tratando a la clase como a un cyber-caf é . Si quiere hacerlo, ¿ por qué no paga un peso la hora ? , y que no compre los libros, que no pague la cuota (en el caso de universidades privadas) y aproveche para levantarse más tarde. Efectivamente, todo ello va a ser más beneficioso, tanto para el alumno, como para la clase y el profesor; que seguir con esta façade encubierta de enarbolado progreso digital.

Roberto Mahmud Gettor
20 años
Estudiante de Derecho
r.mahmud@sedcontra.com.ar