Por Joaquín Muñoz.
Déjeme decirle a usted, señor lector, que una vez más me he dado la facultad de engañarlo. No porque todo esto termine en algún perjuicio para quien lo lee, sino simplemente porque el tema a tratar es uno que difiere del mencionado en el título. El verdadero tópico de esta entrada va a ser el tristemente difamado Triángulo de las Bermudas.
Antes de empezar a describir el complot que he descubierto mediante un arduo trabajo expeditivo alrededor de mi cabeza, voy a hacer un escueto resumen sobre lo que hoy en día conocemos como el Triángulo de las Bermudas
El Triángulo de las Bermudas, también conocido como el Triángulo del Diablo y el Limbo de los Perdidos, es un área geográfica de 3.900.014 kilómetros cuadrados (a ojo), situado entre las Islas Bermudas (UK), Puerto Rico y Melbourne (Florida) de la cual se cuentan muchas historias de desapariciones de barcos, aviones y personas, muchas de ellas remontándose al principio del siglo XIX y de las cuales se han hecho muchas adaptaciones, tanto literarias como cinematográficas, que incluyen grandes éxitos como ser: La Isla de Gilligan, Barco Fantasma, Superman II y la conocida serie que nadie nunca a conseguido ver: «Lost».
Se me planteó el gravísimo inconveniente de demostrar la inexistencia del Triángulo de las Bermudas, en ocasión de una clase de «Puertos y vías navegables» en la facultad. Sí, tengo una materia que se llama así. En esas circunstancias, el Prof. X (como el de los X-Men) nos informa que en ese triángulo imaginario formado por las líneas ideales que se cortan en esos tres puntos bien específicos, suele haber desprendimientos de magnesio (o creo que era magnesio), que como tienen una densidad menor que la del agua salada que la contiene, van hacia la superficie en forma de millares de burbujas (imagínense burbujas de aceite en el agua) y forman en la superficie del mar una capa bien diferenciable de esta sustancia. Los barcos que imprudentemente se toparan con alguna de estas lagunas de magnesio perderían gran parte del empuje que el agua salada, por ser mas pesada, les otorgara, y como habría dicho Arquímedes (quien Tenía Razón), se hundieron. No voy a recordarles el Teorema de Arquímedes. Supongo que hasta ahí llegamos todos.
Bueno, dado este problema es que yo pongo mi voz en alto y grito: ¡Infamias! ¡Injurias! Todas estas cosas no son sino otra de las graves consecuencias del marketing posmoderno o algo así. Tengo en mis manos una serie de teorías conspirativas, todas verdaderas y todas probadas. Usted, señor lector, tendrá la última palabra para decidir cuál de ellas es la correcta. Ahí van:
1) Las teorías apuntan al Club-Med: el Club Mediterraneé, tal su verdadero nombre, es un reducto vacacional que promociona exóticas playas en cuatro de los cinco continentes y cuyo origen se remonta, tal su nombre, a locales veraniegos del mediterráneo. Ahora sí, ¿qué mejor forma de eliminar la potencial competencia que lugares como las Bahamas podrían ocasionar sino inventar una burrada como el «Triangulo de las Bermudas»? Lo que está haciendo el Club-Med es decir subliminalmente:
«Vengan al Club-Med, les aseguramos unas excelentes vacaciones y total seguridad de que su avión o barco sí va a conseguir llegar».
Mente siniestra si las hay la de los directivos del Club-Med.
2) El estado Norteamericano sí sabía de este tema: apuntando los cañones hacia este nuevo sujeto nos ponemos a pensar: ¿Cómo se pueden acallar tantas preguntas sobre el paradero de prisioneros de guerra, opositores al libre comercio y maleantes en general? La respuesta es extremadamente fácil, hasta a usted, señor lector, le parecerá tremendamente obvia. Un alto funcionario de la Casa Blanca habría dicho en ocasión de una pregunta de este tipo:
«La Casa Blanca y el Presidente desconocemos el paradero del General Noriega, presidente de facto panameño. Al parecer su avión se extravió en algún punto dentro del Triángulo de las Bermudas»
Genial, brillante.
3) El complot es infinito: ¿quién más indicado que los sindicatos de constructores de barcos y aviones de las Bahamas y el caribe para ser partícipes de tan complicada trama que sólo yo pude descubrir? Pues bien, si uno tuviera una economía basada en la fabricación de barcos y aviones, lo mejor que le puede pasar es que esa demanda se mantenga a lo largo del tiempo. ¿Y qué mejor forma de conseguir eso haciendo «desaparecer» los barcos y aviones que yo mismo vendí, obviamente una vez cobrado el cheque? Es más, uno no malgastaría la plata en controles de calidad ni en ofrecer un buen servicio post-venta ya que, inevitablemente, la gran mayoría de los botes y aviones que uno vendiera terminarían en el fondo del mar. Me imagino un diálogo así:
«¡Ah nooo, qué me viene a decir a mi que era un problema de fábrica! Las razones para que el barco desapareciera sin dejar rastros bajo la superficie del Océano son simplemente que ¡estamos en el Triángulo de las Bermudas!«
Ya vamos descubriendo quiénes eran los personajes más tenebrosos de todo Centroamérica, sí sí, los constructores de aviones y barcos. Malhechores si los hay.
4) Enviados de Dios y quizás… algo más: si uno tuviese como trabajo fijo tener que calmar a una multitud de adoradores de alguna deidad que sea el caso no es el mismo que venera la Iglesia anglicana tan popular en el Reino Unido, Estados Unidos y el sándwich que tienen en el medio, y sea el caso que esa masa de idólatras no está muy bien educado, como suele pasar en gran parte del mundo (incluyendo nuestro país), no resulta muy complicado entender que el verdadero punto de partida de tan extraña teoría sobre un triángulo que desaparece infieles viene sin escalas de la boca de predicadores, curas, ayatolaes, sultanes, emires, omares y tantas otras personas de religiones foráneas a los Estados anglicanos. Y todo esto no es más que propaganda de su propia religión. Decía Ben Laden desde una cueva perdida en las Rocky Mountains (porque seguro que a esta altura ya anda por ahí):
«Tengan paciencia seguidores de la verdadera fe, que el infiel será desterrado por fin de este mundo. Dios le ha enviado huracanes, pestes, terremotos y el Triángulo de las Bermudas para asegurar su extinción»
Gente extraña los religiosos. Muy muy extraña.
Sin más por ahora, esa es mi teoría sobre el complot que se creó en torno al ya infame Triángulo de las Bermudas. Ahora que usted está al tanto de las circunstancias no queda más que preguntarnos (con voz del gordo Carlos Mesa en la propaganda de una conocida tarjeta de crédito):
Joaquín Muñoz
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23 años
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Estudiante de Ingeniería Civil |
j.munoz@sedcontra.com.ar
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