Por Enrique Cadenas.
Es sabido que las diminutas fichas de TEG han iniciado, desde su creación, un éxodo masivo hacia los lugares más recónditos de la “perdición”. Las pequeñas y coloridas piezas de plástico luchan incansablemente entre sí por vencer en Kamtchatka o Labrador, o quizá para conquistar la poderosa Sumatra. Siempre pintadas de un sólo bando, fieles a su estirpe, combaten ferozmente transportadas por los sudorosos dedos de sus estrategas a enfrentarse con otros ejércitos de fichitas en encarnizadas batallas. La naturaleza guerrera de estos seres no les permitió, por muchos años, reflexionar acerca de la violencia y de la guerra. Pero un día, una ficha se rebeló y decidió que ya no pelearía más…
En aquel glorioso día, conocido entre las fichas como “Día de la Emancipación”, muchas empezaron a darse cuenta de que la violencia no era su único medio de subsistencia. Algunas intentaron luchar contra su propia naturaleza, queriendo convencer a las demás, pero les fue imposible, y muchas quedaron en desuso por esta osadía. Pero hubo otras que se percataron de que el mundo en el que estaban era sólo guerra; en él no había lugar ni para el amor ni para la paz. Entonces decidieron escapar. Escapar de sus familias, de sus bandos, de los sudorosos dedos de sus estrategas y de la sensación del cartón pintado rozando sus panzas al cruzar la frontera con el estandarte de la victoria. Escaparon sin saber adónde ir ni qué esperar, buscando la paz a cualquier costo. Es por eso que, desde entonces, por culpa de la valentía de la precursora ficha que se rebeló contra la instrumentalización bélica, las demás fichas se pierden. Y un día son 50, y al siguiente son 46, y ya deja de ser lo mismo, la fuerza de los ejércitos disminuye y nada es igual.
Se dice que estas fichas van hacia la “perdición”, impidiendo a sus titiriteros dominar un poder mayor al que tienen, y contribuyendo así a la paz, a costa de ofrendar sus vidas de ser necesario.
Las heroicas fichas de TEG perdidas son un ejemplo de defensa de valores y de lucha para lograr la paz. No nos vendrían mal un par de fichas gigantes que nos enseñen a vivir luchando por nuestros ideales, aún a costa de perderlo todo e ir hacia la “perdición”. Igual jode muchísimo cuando se pierden las fichas y, más allá de todo intento altruista suyo, son bastante desconsideradas…
Enrique Cadenas