Sobre la imposibilidad práctica de la máquina del tiempo y la criogenia

Por Joaquín Muñoz.

Pop. Se revienta la burbuja y estoy sentado en mi casa viendo el «programa» de Susana Giménez. Parpadeo un par de veces antes de reconocer qué fue lo que pasó. Cierro los ojos e intento recordar en dónde era que estaba hacía unos instantes. Creo que era Roma; andaba en medio de un anfiteatro monstruoso, probablemente el coliseo, con una eslipeta y una espada, y acabo de matar al emperador de Roma y a veinte leones, dos cabras y un Diplodocus. Parpadeo una vez más y siento que eso ya lo había visto en algún lado. ¿Habré tenido una epifanía? ¿Habré echado un vistazo a un futuro cercano, con algún mensaje oculto que tengo que decodificar, que va a conseguir cambiar el rumbo de la historia y probablemente, salvar mi vida? Pero el hecho de encontrarme en Roma, durante el Imperio, supone un imposible: eso ya pasó. Pero consigo acordarme que en ese sueño, yo no era romano, ni tenia el pelo muy diferente de como lo tengo ahora, y para cerrar la idea, no era otra persona. En el coliseo romano, descabezando alimañas, emperadores y dinosaurios estaba yo. Yo. Yo yo. ¿Cómo había llegado ahí? ¿Cómo voy a llegar ahí, dado que eso todavía no pasó? La respuesta es obvia. ¡Voy a viajar en el tiempo! Algún científico loco, probablemente canoso y norteamericano que descubrió el viaje en el tiempo, va a venir a pedirme ayuda y lo voy a liberar de las malvadas garras de un emperador corrupto que tiene esclavos como mascotas y mata gente por deporte.

Pop. Sacudo la cabeza y me doy cuenta que estoy escribiendo pavadas, pensando pavadas. La máquina del tiempo no existe. Un científico loco seguramente un día caiga a pedirme ayuda, pero no creo que vayamos a viajar en el tiempo.

¡Plink! Se me prende la lamparita y pienso. ¿Sabrá tooodo el mundo por qué es que no puede existir la maquina del tiempo? ¿Le interesará a todo el mundo? No lo creo. Pero para aquellos aficionados a la ciencia experimental, queridísimos colegas míos, voy a intentar exponer mis razones para la imposibilidad del viaje en el tiempo. Antes de revelarles qué hay detrás de la puerta numero uno, veamos en donde estamos parados, es decir, qué entendemos por “máquina del tiempo”.

Una máquina del tiempo, es, sin más, un artefacto capaz de transportar a una persona de una realidad espacio-temporal a otra, en donde la principal variable, y la única que nos interesa realmente, es la variable tiempo. Es decir, algo que sea capaz de llevarme ya sea al 2050 y/o al 1950 sin problemas y sin escalas. Sobre las máquinas del tiempo se escribieron innumerables libros y se filmaron excelentes películas entre las cuales mis favoritas podían ser, en breve resumen: “Back to the Future” (probablemente una de las mejores películas de todos los tiempos), “Back to the Future II” (una de las mejores «secuelas» de todos los tiempos), “Back to the Future III” (uno de los mejores finales de trilogías de todos los tiempos) y algunas otras que prefiero omitir, sin restarles importancia, claro está.

Volviendo a las razones por las cuales yo creo imposible el viaje en el tiempo, enumero algunas, con una breve explicación de por qué resulta evidente, por lo menos para la gente corriente, que el viaje en el tiempo no es más que una paparruchada para hacernos creer que el día de mañana vamos a ser inmortales y puedan seguir vendiéndonos Coca-Cola interminablemente.

Razón 1: Yo no conozco ningún viajero intertemporal.
Punto. Obvio. ¿Qué más se puede decir? Es OOOOOBVIO que si en algún momento de la historia alguien es lo suficientemente afortunado y da con la clave para viajar en el tiempo, esa persona va a estar extremadamente interesado en venir a conocerme a mí. Yo no conozco ningún viajero intertemporal, ergo, no existe el viaje en el tiempo. Además, dejando de lado la megalomanía que me invade de a ratos, imagínense la segunda Guerra Mundial: uno vería una foto con 100 soldados alemanes de un lado, unos 120 soldados aliados del otro y probablemente unos 120.000 turistas intertemporales como poco. Imagínense a cuanta gente se le ocurriría ir a ver a Jesús, a Mahoma, a los dinosaurios, a los atlantes y por que no, a mí. Con lo cual, y para cerrar un punto ya demasiado claro, el viaje en el tiempo es imposible.

Razón 2: Sobre los distintos tipos de máquinas del tiempo. Uno se puede imaginar varios tipos de máquinas del tiempo, aunque dos son mis favoritas. Una es del tipo «portal». Es decir, y esto me lo soplaron, que en algún momento, alguien consigue conectarse con un Worm Hole de Einstein, o, salteándome tecnicidades que no vale la pena poner al descubierto, se descubre un «túnel del tiempo» (como los vistos en inolvidables películas, muchas de interés general como ser, Austin Powers «Goldmember»–me pareció malíiiiiisima–, Timeline, una con Meg Ryan que se tira del puente de Brooklyn, etcétera, etcétera) que conecta dos realidades espacio-temporales bien definidas, no pudiendo elegir el destino del portal. En muchos casos son encontrados espontánea y azarosamente, y no tienen mucha validez científica.

El otro, y este es el que le da nombre a la «Máquina del Tiempo», es la»Máquina del Tiempo». Esto es un elemento, móvil o fijo, que mediante mecanismos internos nos transporte a otro tiempo, mediante el accionamiento del mismo. De este tipo son las «Maquinas del Tiempo» más famosas, como ser el DeLorean de “Volver al Futuro”, la Maquina del Tiempo de la película del mismo nombre, la tostadora de Homero, el reloj de arena de Harry Potter, y muchos otros.

Empezando por la segunda máquina, nos damos cuenta de dos grandes problemas que surgen con ella. Uno es que algo temporal no puede volverse supratemporal. Esto es, del mismo modo que todos sabemos que un pollo, por más inteligente que parezca ser, nunca va a ser más inteligente que el resto de los pollos, un artefacto temporal, nunca va a poder sacarse de encima esa capacidad innata que posee, que es la temporalidad. No se si se entiende. Para permitir el viaje en el tiempo, un artefacto tiene que ser capaz de poder modificar su propia esencia, desprenderse de su temporalidad, viajar en el tiempo, y volver en otro tiempo que puede o no estar determinado. Eso le obligaría a poder manejar algo que lo maneja, es decir, como si un títere pudiese, manejando los hilos que lo atan, manejar al titiritero. Dar vuelta los roles, invertir el correcto devenir de las cosas, estornudar sin cerrar los ojos, son cosas que, obviamente, no se pueden hacer. Incluso si se pudiera, surge otro grave inconveniente.

Todos reconocemos el «horror vacui» como una característica esencial de la naturaleza. Probablemente todo espacio estuvo en algún momento ocupado, y más probablemente aún, va a estar ocupado cuando uno viaje hacia ese lugar. Entonces se nos plantea un problema. Si uno visualiza por un segundo que hace mil años, en el lugar donde estamos parados ahora había una montaña, y decimos que queremos viajar mil años para atrás, no es necesaria mucha matemática para saber que vamos a terminar a dentro de la montaña. Pero más importante aún sería preguntarnos: ¿Y qué pasa con el «cachito» de montaña que ocupaba nuestro lugar?? Desplazarse no creo que se vaya a desplazar, entonces, ¿a dónde va? Es evidente que no se va a ningún lugar y por lo tanto, nada mas puede ocupar ese lugar mientras la montaña esté ahí.

Ahora que hicimos el ejercicio mental con la montaña hagámoslo con el aire, el agua y los demás fluidos: ¿Por qué creemos que por el hecho de no sentir el aire es que el aire no ocupa lugar? Uno no puede, como sí podía el gran Tusam aparecerse con un «puf» en cualquier lugar, porque ese lugar está ocupado. Ergo, no se puede viajar en el tiempo. Y menos aún si en vez de viajar de un punto a otro sin escalas intentáramos viajar hacia atrás un instante a la vez. Imagínense que para que eso sea posible, el lugar que nosotros ocupamos debería haber estado completamente vacío durante todo el tiempo que el viaje ocupe y eso es básicamente imposible dado que, media milésima de segundo antes que activemos la máquina, nosotros estábamos parados en ese lugar. Más razones aún para no creer en la máquina del tiempo.

Razón 3: La teoría del caos y el desorden de mi cuarto. Finalmente, para redondear un punto ya hecho y explicado con suma claridad, vamos a abordar la teoría del caos, teoría que llega a su pico máximo de popularidad después del estreno de la película “Jurassic Park”. Como el Dr. Ian Malcom nos explicaría en la película, dos gotitas de agua nunca pueden seguir el mismo camino debido a las pequeñas variaciones que se producen entre un momento y otro, o, para decirlo en portuñol clásico, el batir de alas de una mariposa en Buenos Aires desata huracanes en el Pacífico Norte. Algo así. Bueno, es evidente entonces que no podría alguien viajar al pasado, dado que cualquier cosa que uno haga en el pasado repercutirá en el futuro de ese pasado y, terminará afectando a uno, es decir, la causa (uno) produciría una consecuencia que afectaría a la causa y por ende a la consecuencia y así hasta el infinito. Terminamos en un potpurrí de excusas que no merecen nuestro análisis, pero que reconocemos como completamente falsas. Así que, a no hablar más del viaje en el tiempo, que uno no está acá para perder el tiempo, ¿eh? Ya lo voy a agarrar a este Harry Potter.

Joaquín Muñoz

23 años

Estudiante de Ingeniería Civil

j.munoz@sedcontra.com.ar