Cae la tarde

Por Damián Carbone.

Cae la tarde y el azul del cielo se funde en la oscuridad que envuelve las estrellas.
Nada se oye excepto la transparencia de tus pasos. Las cretonas todavía no cambiaron su color, esperan histéricas hasta que la última gota de luz se anime a besarlas. El viento sopla impaciente tu nombre; cada letra materializa lo eterno, impecable momento que figura una segunda unión hipostática.

Tengo la capacidad de liberar mis miedos en tu cuerpo, mientras tanto el ocaso (secreto testigo) cancela nuestras diferencias. Desde un principio nada estuvo escrito, tu sonrisa silvestre encarnó el verbo que dio origen a toda ausencia, a toda muerte de la muerte.

Sin esperanza, no hay hombre; sin tus lunares, me pierdo. Cada centímetro de tu boca supervisa numerosos pliegues en mi rostro; tus silencios logran calmar mis distracciones.

Todo se resume en el hoy. Y en esta tarde que ya no forma parte de la tarde, percibo ser un suspiro inquieto de un sueño nunca antes soñado. Extraña sensación que recorre la incertidumbre de no haber sufrido lo suficiente, de no imaginar lo imaginado, de no creer en lo cierto, de escapar cubierto en tinieblas.

“Quien te ama, ama tus ruidos”: amo el fantasma del deseo que recrea tu voz en el atardecer. Me resigno a dejarte morir, Marina.

 

Damián Carbone (21)
Estudiante de Derecho
damianc_87@hotmail.com