Existencialismo bolichero

Yo te acuso sistema proxeneta por obligarnos, por vejarnos, por someter nuestras dignidades al más oprobioso de los ultrajes. Por quitarnos la libertad. Por tentarnos con una maldad tan sosa, tan insípida, que hasta el demonio se avergüenza.
Yo te acuso sistema por sacarnos el sueño. Por hacernos creer que nuestra dignidad es cotizable. Por hacer oferta pública de nuestras almas, de nuestros días, de nuestras noches… Por clavarnos una angustia terrible en el alma cada vez que se acerca «la noche». Por establecer el uniforme. Por establecer horarios antinaturales. Por presuponer que nuestros seres son completamente mercantilizables. Por hacernos comprar placer con la moneda del ser. Por dirigirnos hacia el entumecimiento… El sopor etílico necesario para disfrazar la miseria y hacer soportable el vacío de nuestras noches.
Yo te maldigo sistema por hurtar juventudes, vidas. Por ser la causa de la miopía moral. Por ser tan injusto y tan vil.
Estamos hartos del mercado. Estamos hartos de tener que entregar nuestras horas a una pantomima estúpida, a un duelo ridículo. Hartos de estar en la góndola, en la pasarela… mostrando caras que no son las nuestras para agradar a personas que tampoco son ellas mismas.
Hartos de no poder encontrarnos…
Hartos del desencuentro absoluto. De la escisión existencial entre lo que somos, lo que hacemos y lo que los demás son y hacen. ¡Ah, malditas incoherencias! ¡Ah, maldito espejo social, espejo de circo… que deforma, que achica, que agranda, que distorsiona!
Basta de anestesias.
Basta de ser testigos y causa de nuestra propia agonía.
Basta de sentarnos a oler nuestra propia e inexorable putrefacción crónica.
Basta, porque la vida es corta.
Porque hay mucho más.
Tiene que haber más.
Porque no podemos conformarnos con esto.
No podemos ceder ante el drama, ante esta náusea.
No podemos vivir del arrepentimiento.
No podemos vivir anestesiados, con una falsa esperanza descartable que dura lo que un suspiro.
No.
Una y mil veces, no.
No para mí.
El más terminante de los no.
Esto es la verdadera náusea.
Esto es la nada misma.
Esto es peor que el vacío más vacío.
Somos ganado.
Somos depredadores de ganado tan inocente como nosotros mismos, apretujados, en la fiesta del Titanic mientras el barco de nuestra existencia se hunde. Festejando con alaridos, con los ojos inyectados… balbuceantes, tontos, inconexos… mientras nos dirigimos con la determinación de un buey que corre hacia el abismo.

 

Enrique Cadenas (h)
Abogado