La tristeza interior de Beatriz

Por Felipe Rodolfo Hendriksen.

Decía que me amaba,

pero sólo estaba obsesionado.

Sé que no me habría amado

si hubiera sido gorda o fea.

Decía que me amaba,

pero casi no nos conocíamos.

Le habré hablado una o dos veces.

¿Por qué estaba tan obsesionado conmigo?

Ni siquiera sabía que me gustaba

leer y a veces escribir.

Decía que me amaba,

pero quería amar a un objeto,

la rosa infinita sobre la que escribió.

Su amor me dejaba inmóvil, sin vida.

Me quería rígida, inmortal,

y con eso quiero decir muerta.

Decía que me amaba,

pero es incapaz de amar,

un hombre como él.

Tan ensimismado y arrogante,

tan despectivo e inteligente,

no era lo suficientemente hombre

para merecer mi amor.

Decía que me amaba,

y probablemente lo hizo durante un rato,

¿pero después de tantos años?

Nada dura tanto,

especialmente si está basado en la ignorancia y en suposiciones.

Dijo muchas cosas después de eso,

y nadie nunca me preguntó cómo me sentía

por todo lo que escribió sobre mí.

Quizás porque, cuando se trata de mí,

si me preguntás a mí,

él es sólo un idiota demente;

un idiota aturdido.

Y nadie quiere escuchar que Dante,

su Dante,

no fue más que un hombre

que siempre pidió más

y nunca me dio nada.  

Felipe Rodolfo Hendriksen (24)

Estudiante de Letras en la Pontificia Universidad Católica Argentina

feli_globo@hotmail.com