Por Sofía Pellizzaro Arena.
A la cuenta de uno, dos, tres…
Corríamos en direcciones opuestas enfrentándonos la una con la otra con el dedo índice extendido hasta rozarnos y caernos de espaldas como si una fuerza poderosa nos hubiese expulsado de una punta a la otra.
Y eso fue exactamente lo que sucedió unos diecisiete años después. Si hubiese sabido que no era solo un juego de niñas…
Me observé a mí misma a los nueve años riéndome contigo en ese campo de deportes del colegio donde tú y yo imaginábamos un mundo de hadas. Donde inventábamos historias mágicas en la que éramos protagonistas.
“No confíes en ella” amagué a gritarme. “No le creas ni una sola palabra”.
Pero ya era tarde. Esa niña ya no podía imaginarse una vida sin ti.
Esa escena no paraba de reproducirse en mi cabeza y cada vez que nuestros dedos se tocaban, me acordaba. De cada carta donde firmábamos ser amigas para siempre. Nuestros collares haciendo juego con el nombre de la otra. Todos los secretos compartidos. Nuestras canciones inventadas.
¿Qué pasó con esas niñas?
Ya sé la respuesta, pero no puedo explicarla.
Faltan unos pocos meses y tú ya te casas. ¿Cómo le digo que no está invitada? ¿Cómo explicarle a esa niña que fui que dejaría de ser parte de tu vida sin motivo lógico alguno?
Mientras una lágrima se derrama por mi mejilla, decido quedarme a observar los recuerdos que quedan de ti y de mí. Donde solo allí seguiremos siendo amigas por siempre.
Sofía Pellizzaro Arena
sofipelli@hotmail.com