Por Verónica Toller.
Increíbles tiempos éstos, donde un 6 a 0 contra Serbia & Montenegro (1) alcanza para levantarnos la sonrisa y fundirnos en un sentimiento de unidad y festejo por ser lo que somos: argentinos. No vamos a hilvanar aquí sesudos análisis o pseudoanálisis acerca de los mega espectáculos como distracción digitada para ocultar las cuestiones verdaderamente importantes que nos afectan a todos, o como mega-negocios, pan y circo… No, no, no. Todo ello tiene su enorme tajada de verdad. Pero tajada. Porque hay otras verdades que esas disquisiciones olvidan: el auténtico valor del deporte y la potencialidad unitiva del pueblo a través de las justas deportivas, como la historia de algunas palabras relacionadas con este juego lo corroboran.
Es que desde que el hombre es hombre hubo deporte. Sí, hubo juego, necesidad lúdica, impulso deportivo, por competir un poco en serio y un poco en broma, por enfrentarse y medir fuerzas sin necesidad de ir a la guerra. Los aztecas tenían el juego de pelota – recuerdo el enorme espacio destinado a competencias en Tenochtitlán y mi admiración al ver representaciones recreadas de aquellos partidos, tan cercanos y tan lejanos a la vez de nuestro fútbol y de nuestro voley -. Los hindúes nos legaron el ajedrez y los caldeos el dominó (los primeros restos arqueológicos relacionados con este juego datan de hace cuatro mil años y proceden de Caldea, aunque otros testimonios relacionan este juego con ciertos dados chinos). En cuanto al ajedrez, dicen que cuando Alejandro
Magno marchó a conquistar India (326 a.C.) debió enfrentar un ejército de infantería, caballería, carros y elefantes. Era una formación india tradicional y la representaban a su vez en un juego de tablero, llamado chatarunga, sustituido en el año 500 por otro ya mucho más parecido a nuestro ajedrez; pasó a Persia (Irán), que legó algunos nombres a la posteridad, como el de la infantería o piyadah (peones), el del carro, hoy torre, llamado rukh (de ahí «roque» y “enroque”), y shahmar o «rey perdido» (de ahí «jaque mate»). Luego de la caída del imperio persa ante el Islam, el ajedrez llegó a España con la dominación mora, y de ahí a Europa y América.
El fútbol, esa alegría colectiva
Ya no quedan justas medievales, caballeros, reyes. Pero, para muchos, el fútbol es la justa moderna y, sus jugadores, auténticos caballeros y hasta reyes en el corazón popular. Como deporte formal, nace en Inglaterra en el siglo XIX (en fin, no sólo colonialismo y arrebato de tierras le debemos a los ingleses) y pasa al resto del planeta bajo el nombre derivado de dos términos insulares: foot (pie) y ball (pelota).
Según el estudioso Ricardo Socca (La fascinante historia de las palabras), foot proviene de las raíces pod- y ped- de las lenguas prehistóricas indoeuropeas, que también dieron lugar al vocablo griego pous (pie), del cual se derivaron palabras como ‘trípode’, ‘podio’ y ‘antípoda’. También provienen de esas raíces la voz sánscrita padas (pie) y la lituana pedà (paso) pero, desde el punto de vista de nuestra lengua, su derivación más importante ha resultado el latín pedes (pie), que dio lugar a incontables palabras castellanas, tales como ‘pedicuro’, ‘peón’, ‘pedal’, ‘velocípedo’.
Ball, por su parte, proviene del griego ballein, que significaba ‘arrojar’.
La palabra fútbol, agrega Socca, fue rechazada inicialmente por los puristas que, considerándola un anglicismo, intentaron imponer balompié, en realidad, un calco semántico de la palabra inglesa. Balompié apareció por primera vez en el Diccionario Académico en 1927, con una definición en la que se evitaba cuidadosamente football.
Hoy, aparece claramente “fútbol”.
Más allá de todo esto, el fútbol, ya lo sabemos, es un enorme aglutinante, portador de identidad nacional, bien estudiado por la sociología.
Zaguero
Y hablando de árabes, ya en la Edad Media los moros usaban la palabra sag “para referirse a un rebaño y también para designar el acto de conducirlo o pastorearlo. Más adelante, la palabra ingresó al lenguaje militar de ese pueblo bajo la forma saqa, que se refería a la retaguardia de un ejército”, según Socca. El término se convirtió luego en çaga con cedilla (aparece en el Cantar de Mío Cid, 1140) y hacia el siglo XIII dio lugar al modo adverbial en çaga, usado para denotar ‘atrás’ o ‘detrás’.
En el siglo XIII ya aparecía çaguero con el significado de ‘el último’ o ‘el que está detrás’. La grafía con cedilla se mantuvo hasta el siglo XV, aunque convivió durante más de un siglo con la forma actual, zaguero.
No siempre fue palabra bien vista. Juan de Valdés, en su Diálogo de la lengua, 1535, decía que “tampoco digo cabero ni çaguero, porque están desterrados del bien hablar, y sirven en su lugar último y postrero.
Gol
¿Qué significa la palabra “gol”? ¿Introducir la pelota en el arco rival? ¡No! Gol es alegría, festejo, locura, pecho galopando, calor en las manos y exaltación en la cara, en las piernas; es correr, saltar, gritar como descosidos, levantar los brazos, redimir el día en un segundo, bailar con el sol y salir a romper la noche con la luna. Es… de todo. Inexplicable.
Claro que al diccionario no podemos imponerle estos sinónimos. Así que la fría letra nos dice que gol proviene del inglés goal, meta, objetivo. Ya en el siglo XV se llamaba “gol” a la línea de llegada de una carrera y antes, en el XIV, era usado como referido a “límite” (¡gracias, Socca!).
¿Y campeonato?
Ya lo dijimos: competir sin llegar a derramar sangre, es una de las ventajas de los encuentros deportivos. Obtener la “victoria” sin dejar muertos en el campo (bueno, en realidad, quedan “heridos” en sentido figurado, los perdedores).
Pero, ¿y si además de medir fuerzas y propiciar el esparcimiento se le agrega otro aditamento, el fin altruista? Ya en la Edad Media, las justas incluían batirse en nombre de algún inocente y en Italia, llamaban “campioni” a estos héroes medievales, según La fascinante historia.
La palabra provenía del longobardo kamphio (caballero que defiende a otra persona) y del germánico occidental kamp(campo de batalla). En su remoto origen latino, encontramos al Campo de Marte como el lugar donde los soldados romanos eran instruidos militarmente. Así, en principio, campeón aparece como paralelo de guerrero. Posteriormente, en 1925, se llamó campeón en deportes al equipo triunfador, cuando los Juegos Olímpicos de la nueva era ya se practicaban desde hacía tres décadas.
Así, el gol es la meta y el campeonato, el espacio de los campeones, de los equipos, de los que juegan juntos, no individualmente. De los que se unen y deponen la gloria personal a favor del triunfo de todos. El espacio y el tiempo de los que desparraman garra, esfuerzo, tesón, energía, para hacernos la vida un poquito más leve, un poquito más llevadera.
Ya lo dijimos: se pueden analizar muchas otras cuestiones colaterales en un campeonato de fútbol. Los grises, que escapan a los blancos o negros totales. Pero si sólo miramos eso, nos perdemos la explosión multicolor de papelitos picados en las tribunas y el grito intuitivo, primitivo, irracional y emotivo de ese “¡vamos, Argentina!, ¡todavía se puede!”.
(1) Esta nota fue escrita luego del triunfo que allí se menciona.
Verónica Toller
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