Pendulando entre chistes y seriedades, Gaturro nos araña sonrisas sin perder sus bigotes reflexivos. Pero detrás del gato colorido se esconde Cristián Dwoznik, su creador: pensante, modesto y de sonrisa seria. Así se muestra, sin ratones y sin fiesta, pero con mucho que contar…
Cristián Dwoznik, o Nik, como lo reconocemos todos los días perdido entre las páginas del diario La Nación, entra al Freddo de Cerviño y Coronel Díaz con la soltura de cualquier transeúnte. El día ríe de un amarillo brillante, pero él viste una sobria camisa blanca con rayas grises y un pantalón negro, ahorrando todos los colores para sus tiras. Con la sonrisa algo empañada por el cansancio, saluda, se acomoda tímidamente, como un gato sobre un sillón, y, con labios tiesos, masculla: “El tráfico estaba infernal… perdonáme la espera…”. En sus ojos apocados se atisba una sonrisa mesurada.
Esperaba a un cómico, pero encontré mucho más. Una modesta inteligencia encuadró sus respuestas, y la informalidad y cotidianeidad de sus gestos me indujeron una sonrisa cálida incluso antes de la primera pregunta, que no fue para nada periodística:
-¿Helados o café?
-No tomo café -, responde con voz zumbadora.
Mientras me alejo a buscar su cono de menta granizada y dulce de leche, observo que lo reconoce un niño de la mesa contigua. En mi ausencia, se acerca a pedirle un autógrafo de la mano de su madre, y Nik, con la especial entrega que reserva para sus lectores, le dedica un esmerado recuerdo, en birome y servilleta, de Gaturro.
El niño seguramente ignora que aquel gato fue peluca de un ex presidente que, acaso, oyó nombrar alguna vez. Porque Gaturro nació, casi por azar, sobre la cabeza de Carlos Saúl Menem, hasta que el peinado nuevo del riojano obligó a Nik a reubicar al felino. Entonces, la “peluca” se voló hacia un costado y se definió como opinólogo oficial de las tiras de humor político del incipiente autor gráfico. Las miles de cartas de lectores conformes con esta novedad consagraron al gatito como favorito. Y después, ya sabemos lo que vino…
-¿Desde cuándo trabajás en La Nación?
-Entré en La Nación a los 22 años: fue el primer diario que me dio “la gran oportunidad”. Siento un enorme agradecimiento por eso.
-Sí, tan grande que nunca se te vio trabajar para su competencia. Sos su fiel mascota.
Acaudalando confianza, se le dilata la sonrisa y aclara con un ímpetu inesperado: “Con la fidelidad de los gatos. No me gusta la cosa demasiado dependiente de los perros falderos con sus amos”. ¿Entonces el diario es su amo? “No, el diario no me dice a mí sobre qué temas tengo que hacer humor, es al revés…” Y entonces entiendo su sonrisa empañada: un chiste cada día es su prusiano itinerario… el suyo y el de Laura, junto a quien trabaja, de humorista gráfico y de marido.
Lo cierto es que hoy, Nik, mascota o no, es el referente más original de opinión política y, a la vez, el creativo que da vida a la imaginada realidad de Gaturro. En una desconcertante dualidad, su simpático dibujo presenta dos facetas: la infantil de las tiras “Gaturro”, y la más “seria”, la política. ¿Cómo conjuga ambas y cuál de las dos prefiere como autor? “Son distintos: el humor de actualidad necesita mucho de repentización y espontaneidad, de tener una salida muy ocurrente en el momento, pero no resiste el paso del tiempo. Si tuviera que elegir uno, quizás destacaría del humor de Gaturro porque, si lo leés ahora o en seis años, igual se va a seguir entendiendo.”
Es cierto. El humor de Nik no se eriza ante ninguna edad. En sus palabras, “la tira está pensada para que la pueda leer cualquier persona: es ‘poliedad’”. Y la identidad crítica, reflexiva, perceptiva y perspicaz, y a la vez modesta, familiera, ingeniosa y sencilla del gatuno cachetudo, queda tan bien con un café en la oficina de algún empresario como en el álbum de figuritas que coleccionan los más chicos. Completa su idea con una austeridad singular: “El humor gráfico tiene múltiples lecturas, no necesitás ser un erudito ni un bocho para leerlo y no tiene esos objetivos. Yo tampoco tengo la pretensión de ser poeta, ni artista, ni filósofo, simplemente me considero un comunicador que comunica ideas a través del humor”.
Suele ser evasivo cuando se refiere a sus creaciones. Habla de ellas casi como un crítico reflexiona sobre obras ajenas: “Soy una persona tímida, introvertida. Aquellos que tuvimos algún tipo de limitación para conectarnos con los demás terminamos desarrollando esa conexión desde otras áreas. En mi caso, la gráfica”. Así de escueto define lo que es motivo de casillas de correo electrónico desbordadas de fans que felicitan, agradecen, animan y sostienen sus trabajos. ¿Cómo desafiar tanta humildad?
-A veces tus chistes tienen algo de filosofía, ¿verdad?
-No sé si diría tanto, pero es cierto que algunos chistes son más ‘reideros’ y otros más metafóricos. A mí no me gustaría leer un libro de chistes en el que encuentre todas metáforas, hay que equilibrar. Pero, cada tanto, me gusta trabajar con los símbolos y las metáforas, o como vos decís, con lo ‘filosófico’- se ríe.
Otro fan. Otro dibujo. La misma trabajosa entrega en cada línea.¿Qué tan difícil es dibujar un Gaturro? “El dibujo es un oficio que se puede aprender y perfeccionar. Aprender a hacer humor es mucho más difícil.” Ni hablar del humor político… ¿cuál es el secreto? “Todo es cuestión de pescar el entretejido que hay detrás de lo que pasa. Yo siempre trato de buscar la vuelta para ver la ‘trampita’ detrás de la noticia. El chiste es un poco eso, ‘desenmascarar’ el doble discurso que tienen los políticos.” De esa receta se cocina el humor crítico-anecdótico de sus tiras de actualidad, a sagaz ojo de gato…
-¿Qué opinión tenés de tu país?
-A pesar de ser muy crítico, desde los chistes siempre tengo una visión positiva de la Argentina, y sería imposible no tenerla. Uno quiere a su país. Muchas veces los chistes van en la dirección de decir ‘despiértense’ o ‘hagan las cosas mejor’. Tengo la mejor de las opiniones de mi país, no así de la clase dirigente.
Se hizo tarde. Los cucuruchos se ahuecaron con la agilidad con la que se lee una historieta. Quién sabe cuántas noticias, risas futuras, se ha perdido durante esta hora y media de conversación. Ahora volverá a su casa y taller de trabajo, para reunirse con Laura a evaluar los temas de política y entregar la tira de actualidad del próximo matutino. Terminará su rutina diaria alrededor de las 9 de la noche.
Entonces, disparo una última pregunta:
-Siendo el único humorista político del país, ¿qué consejo le darías a una persona que quiere hacer oír sus ideas, desde tu experiencia como autor gráfico?
-¡Pero no soy el único humorista político del país!-, se inclina hacia atrás, riendo, entre sonrojado y sorprendido.
-Sos el mejor…-, arriesgo.
-Cuando me preguntan eso siempre digo que hay que escuchar la voz interior de la vocación y ser insistentes. Hay que luchar para que el diario acepte tu estilo, porque el lector lo acepta más rápido. Y es bueno ser consecuente, coherente, tener una idea clara, y mirar a futuro. Si encontraste lo que te gusta y sos trabajador, todo va a llegar con el tiempo, no hay que ser ansiosos…
Así que, paciencia y esfuerzo y, citando el diccionario de Brutish English del célebre Gaturro, “To so sea!” (¡A remar!).
Soledad D’Agostino (21)
Estudiante de Comunicación Social
soledagostino@fibertel.com.ar