Por Delfina Krüsemann.
Cambiar las leyes del lenguaje es cambiar las leyes del mundo, y los blogs literarios van mucho más allá del reemplazo (nefasto, sin duda) de “Q” por la “K”: podrían estar redefiniendo la literatura. Y, con ella, nuestra cosmovisión.
Los blogs son la herramienta expresiva del momento. A sólo un clic de distancia, totalmente gratuitos e instantáneos, proporcionan un espacio de libre expresión (y libre de editor) para quien quiera aventurarse en el maravilloso mundo de la escritura. Dan lugar a las voces de personas que, hace tan sólo un par de años atrás, nunca habrían sido escuchadas. Hay blogs de guerra, de paz, de política, de humor, de cultura. Sus autores pueden ser adolescentes, ancianos, filósofos, fanáticos, apocalípticos o integrados.
Tal es su impacto que muchos no dudan en bautizarlos como los artífices de la nueva democratización, y puede que estén en lo cierto. El 11% de los usuarios de Internet son lectores regulares de estos espacios. Hoy, 5 de noviembre de 2007, el mayor directorio electrónico del mundo, Technorati.com, registra 111.1 millones de blogs, pero otros 70.000 son creados diariamente. Por eso, sólo puede hablarse del día presente, o todavía se trate de una medición muy extensa.
¿Hace falta caer en el lugar común y afirmar que Internet ha cambiado la percepción del tiempo, del espacio, o de la vida misma? Tal vez sí; especialmente al hablar de blogs literarios: se ha dicho en innumerables ocasiones que escribir es crear mundos. Cuando Marshall McLuhan afirmó que cualquier tecnología creaba un nuevo medio ambiente, ¿habrá imaginado una obra tan innovadora como “Guan Tu Fak?” del correntino Alejandro López, que mezcla chat, correo electrónico, fotos, cámaras ocultas de Telenoche Investiga y escuchas telefónicas para contar su historia?
“Los dispositivos digitales replantean temáticas que ya habían estado presentes en la literatura: estructuras cíclicas, repeticiones, creaciones de tipo polifónico o colectivo, uso del tiempo presente, cuya incertidumbre futura se contrapone a un pasado que posee todas las respuestas…”, enumera Belén Gache, licenciada en Historia del Arte y autora de Escrituras nómades, un libro sobre literaturas no lineales. Según Gache, el abandono del orden lineal y de la sintaxis lógica causal significan mucho más que un cambio en la literatura: “Las limitaciones que imponía el dispositivo del libro impreso condicionó la misma forma en que Occidente construyó el sentido del mundo, desde el Renacimiento en adelante”.
En palabras de Daniel Innerarity, “la experiencia sólo adquiere un orden en la matriz del lenguaje”. La estructura de una lengua determina la cosmovisión de los hombres que la utilizan. Por eso se hace esencial descubrir qué mundo está creando el blog como fenómeno lingüístico, qué transformaciones está introduciendo en las experiencias interactivas de sus autores y sus lectores.
Desde el punto de vista de la redacción, este nuevo medio permite “una deconstrucción del logocentrismo que ha imperado en el Occidente moderno, a partir de, por ejemplo, la posibilidad de combinar sistemas semánticos diferentes, como el lingüístico y el visual, o de la búsqueda de nuevas sintaxis”, explica Gache. Esta morfología múltiple (es decir, que el texto no es sólo palabra sino que también se construye mediante soportes audiovisuales) requiere de un “autor orquesta”, según define el escritor Hernán Casciari: “Además de narrar, debe saber moverse con soltura en el diseño, la programación y el marketing. Vale más ilustrar un rostro con una fotografía o un dibujo, en lugar de hacer una descripción literaria”.
En cuanto a los tiempos de la escritura, el blogger Oliverio Coelho admite que “se escribe más de acuerdo con el régimen de los pequeños entusiasmos que el de las grandes pasiones”, dinámica que para otros escritores como Gabriel García Márquez, ferviente defensor de los continuos procesos de pulido, jamás podrían concebir. Esta inmediatez, que en un principio es una respuesta espontánea de quien posee un blog, se vuelve con el tiempo un requisito excluyente. “Si alguien me escribe y yo no contesto a las pocas horas, ya me están preguntando si me pasó algo, si estoy vivo”, cuenta Coelho.
Ya desde la perspectiva del visitante, el blog ofrece un pacto de lectura diferente; se presenta como un laberinto textual cuyas bifurcaciones y ramificaciones dan libertad de armar el propio camino, sin reglas ni modelos fijos: un itinerario personal aunque el espacio sea preponderantemente público. Esto posibilita la generación de sentidos en un terreno prácticamente virgen, pero que cuenta con infinitos recursos; recursos apuntan a la polifonía y a la diversidad. Y para llenar ese sentido, el blog exige un lector de competencias variadas, multitasking.
Se abandona, entonces, la concepción lineal de principio, medio y fin, para suplantarla por una cosmovisión multilineal, en donde cada aporte está abierto a la fusión con otros, interconectado con los que vinieron antes que él y los que aparecerán después, borrando o difuminando la rígida frontera entre escritor y lector que planteó la imprenta. Son escrituras y lecturas comunitarias, que generan sus propios códigos y fuertes lazos entre los participantes.
En definitiva, el blog promueve una interacción en la que los valores máximos son la inclusión, la participación, la solidaridad, la humildad, la tolerancia y el respeto, ya que ninguna escritura ni ninguna lectura aparecen como las correctas o legítimas.
Pero quizás pueda verse como desventaja el énfasis puesto en la inmediatez, en la permanente actualización del contenido, que podría ser contraproducente para la profundización y la reflexión. Otra potencial amenaza radica en su misma fuerza: su morfología múltiple. ¿Qué tanto se gana en la sustitución de una descripción literaria por una imagen que la represente? Si bien una imagen puede valer más que mil palabras, ¿no es igual de cierto que las palabras elegidas por el autor para describir lo imaginado en su mente son valiosas y potentes, justamente porque se han elegido esas por sobre otras posibilidades? ¿Y dónde subsiste la apelación a la imaginación del lector? ¿Qué le queda a la literatura si se le quita su dimensión sugestiva, connotada?
Sea como sea, es innegable que no sólo se trata de la transformación del estatuto legal de la literatura sino, sobre todo, de su estatuto ontológico. Daniel Link lo amplía: “Liberada la literatura del soporte libro, vuelve a tener una estrecha imbricación con la vida y vuelve a ser un estímulo sensorial. En ese sentido, podemos decir que la literatura deja de “ser” algo continuo, pierde propiedades de objeto, y en cambio opera como una fuerza: “hay” literatura porque hay performance literaria.”
Delfina Krüsemann (24)
Licenciada en Comunicación Social
dkrusemann@yahoo.com.ar