De la luna… (los enigmas I)

Por Sacha Grant.

Hoy te saqué de la luna:
estabas pegada, incluida.
Allí, en esa pureza, en blanco.
Como siempre, perdida.

Amagué mirarte y no pude;
quise encontrar tu roce.
Los caminos desaparecieron,
los sueños se esparcieron.

A veces duele contemplarte:
de sensibilidad discutible,
tu sensualidad se contradice.
Tu susurro, poco audible.

Esta noche te vislumbré.
Yacías boca abajo amando.
Despedías la lágrima difícil:
la del orgullo, sola, llorando.

Me mojaron tus lágrimas
y transformé toda mirada.
Del cielo cayeron los ángeles
para habitar mi morada.

Nunca estaremos en soledad,
todo resolverá la cuestión:
la noche, ese carmín extraño,
ilustrará la otra canción.

La otra canción (los enigmas II)

Apropiadas.

I

La otra canción es belleza,
es muerte, y es concierto.
Es la vida; es rostro despierto.
La otra canción sabe ilustrar
porque dice todo sin hablar:
es sencillez, es pura certeza.

II

La otra canción me ha contado
que la luna se ha extinguido.
Por mucho tiempo ha sufrido.
La otra canción se impregnó
de tu perfume, y de mi valor
que requiere decirte “te quiero”.

Extensas.

I

Te peinas de día, de noche te desnudas.
Aunque no te conozco, reina la mesura.
La mirada espera escondida, agazapada;
luces mueren, dejan que nazca la locura.

II

Sonríes como si fuera nuestra última vez.
Hoy te observo, siempre tibia en tus días;
esta noche descubres tu cuerpo y tu vida:
el momento, tu encuentro, mis ojos, tu piel.

Solitarias.

I

La otra canción nació de duros días:
de la soledad constante y disfrutada,
del conocimiento de mí y lo demás.
La otra canción fue cantada en poesía,
memorizada por estrellas desvalidas
y recitada por sensaciones abolidas.

II

La otra canción, no pudo ser tímida.
Ha entregado en silencio su amor;
en un milenio, el regalo de su vida.
La otra canción, de fuerte reacción,
de la oscuridad ha sido bien parida.
Conformando la poesía, una canción.

Perversas.

I

Te sigues peinando y desnudando por siempre,
y reinando bajo la eterna belleza de un dolor,
la mirada ha tomado lo que siempre fue suyo.
La locura nació fuerte y tierna contagió su sabor.

II

Continúas sonriendo: ahora conmigo, de a dos.
Tibios conversamos de la vida, de un corazón.
Ruedan los besos en tu cuello:
este encuentro será eterno, por una sola razón.

La razón (los enigmas III)

La razón es tan profunda, profundísima
como los océanos del mundo infinito,
y es completamente loca, perversa.
La razón es omnicomprensiva,
es emoción, sentimientos.
Y es demasiado, no poca cosa.
La razón es quererte como
sólo mis miradas pueden;
la razón es dolerme como
sólo mis recuerdos duelen.
La razón es encontrarte,
e incluso, a veces, perderte
además de buscarte
allí, aquí, doquier,
sin saber por qué…
Pobre la razón: no la entiendes.
Si sólo tú y yo la buscamos a veces,
la razón son tus labios, dulces,
que mueren alegres
añorando refugio en un beso pendiente.
La razón es la estructura,
el pensamiento, el futuro:
lo que nace y todo lo que muere.
La razón es sentirte tan cerca,
y tan lejos…
La razón es contemplarte
tan conocida y tan extraña;
verte reír y llorar, sobre todo, callarte.
La razón es amarte completa,
incluso aceptando perderte
en brazos de otra persona
que sabrás no sabrá quererte.
Ni hablar de entenderte, de tocarte,
de abrazarte…
¡Oh querida!
Sólo yo sé acariciarte, y bien sabes
que la razón es también tu vida.
La razón es sentirte en cada paso
entre millones de hombres,
aunque estés lejana.
La razón es tu perfume inundando
cada instante; la razón es completa.
Nada más hace falta: sólo la razón basta.
La razón es simplemente amarte,
sólo amarte sin límites…
de la razón vivo,
allí me reinvento.
La razón son esperanzas de encontrar
aquel camino: un sendero, un destino.
La razón es el silencio que guardé por años,
lo que he callado,
el secreto que recitaré como poesía,
como un gran verso alargado.
La razón, la conocemos,
y la hemos conocido siempre.
No obstante, porfiada mía,
jamás, ¡nunca la has aceptado!
La razón, algún día la verás,
ensalzada hasta el fin la verás.
La verás como debe ser: sencilla.
La razón de tus lágrimas es la de mi versos.
La razón de tus preguntas, la de mis besos.
La razón de tu piel, de tus dudas, tu lamento,
es la razón de amarte.
Esa es, quizás, la razón de mi silencio.

Sacha Grant