Por Corina Inés Chouciño.
Se imaginó un tren bala, dando la vuelta al mundo a la velocidad de la luz.
Su forma era aerodinámica y el viento se hacía espuma cuando chocaba contra él.
Adentro, todo transcurría a ritmo normal: los segundos, los minutos, las horas, los días, eran lo que son…
Por fuera, los días eran horas; las horas, minutos; y los minutos, segundos.
El tren se iluminaba y se oscurecía, se iluminaba y oscurecía… como si pasara por túneles cortos e inconstantes.
La gente estaba dispersa. Algunos caminaban por los angostos pasillos, otros dormían en sus butacas de cuero blanco, y otros miraban por la ventana. Se veían los paisajes como pinceladas coloridas, indefinidas…como líneas nerviosas que chocaban y matizaban los colores, y los volvían lineales…
Y se pensaba que eran estrellas fugaces…
Corina Inés Chouciño (24)
Estudiante de Comunicación Social