Por Norma Cvitanich.
Es una simpleza especial, la de la mirada que vive hacia atrás. Se acuna al ser: camina el joven, se entrega el adulto.
La misma semilla del origen es gestadora del mañana, y oportunidad de vuelo. Se recibe en el origen, en la transición. Niñez, juventud y posibilidad del devenir del alma.
La mirada hacia atrás respira juventud. Frescura renovadora, agua de molino que refresca el andar, lectura bajo el parral, perfume de los azares de los jugosos naranjos, sabor de las tardías frutillas primaverales, dulzor del fruto saboreado bajo la higuera de su padre. Al andar le sigue el descanso y al descanso el andar. A la pasión le sigue la emoción y a la emoción la pasión.
Aguas, que acunadas y agitadas en la profundidad del mar, cansadas buscan la arena de la orilla para recibir a los hombres, a los madrugadores y curtidos pescadores que parten con sus barcas a internarse con sus redes en el seno de las aguas para recoger el sano alimento de la pesca.
Aguas que buscan la arena para recibir a los caminantes matinales que se pasean con la mirada absorta y el cuerpo atrapado de sensaciones.
Cuánta belleza habita la tierra. La tierra recibe. La humanidad ora, el hombre pide y la mujer agradece. La tierra recibe minerales del suelo, agua del cielo.
La mujer recibe oportunidades del suelo, carismas del cielo. El niño recibe educación y el adulto su oportunidad de dar.
El anciano da, generosamente da, es la semilla triunfal de todo fertilizante recibido que se expande con el viento atravesando kilómetros, hectáreas y generaciones, para devenir fragancia imborrable del abuelo en el cuerpo.
Norma Cvitanich
Artista plástica