Sed Contra 11

Bienvenido. Está usted aquí porque alguien lo ha invitado, o porque disfruta leer, o porque, sin más, no sabe (del todo) qué hacer con su vida, o con sus palabras.

Acabamos —usted y nosotros— de llegar al número 11. Ha pasado mucho bajo nuestras manos, y posiblemente también haya pasado algo suyo (un sentimiento, un exabrupto, una poesía, un recuerdo, un pedazo de su alma…). Sea esto así, o no, siempre nos sentimos honrados por su visita, aunque debe —o debería— saber que hacemos esta revista como un despilfarro de gratitud a la palabra, y no tanto por amor al prójimo.

Sabrá —¡eso sí!— que hay mucho de místico e inexplicable en nuestras páginas: es gracias a usted. O mejor dicho: gracias a que usted le ha dado aire a sus palabras, las ha animado, las ha hecho andar, y por eso, ahora, ellas —¡ellas solitas!—  se pasean en el blanco de la pantalla y en el fondo de su retina como cronopios contentos.

¿Cómo pudo ser esto? La mancia no nos corresponde. Usted hace su magia, que es también nuestra, y nosotros le mostramos sus hijos al mundo.

Seguramente, pensaba usted en nunca dejar en libertad a sus palabras. Pensaba guardárselas: que nadie las viera. Cuando nos las confió, casi se arrepiente, porque tuvo la certeza de no saber lo que estaba haciendo (qué dirá la gente, esto es algo íntimo, ¡¿qué he hecho?!). No se sienta culpable, acérquese, voy a contarle un secreto. Nuestra magia, la mía y la suya, es un poco como enamorarse: no sabemos del todo lo que hacemos, ni cómo lo hacemos, ni por qué lo hacemos.

 

El Staff de Sed Contra

1° de diciembre de 2009