Por Lucas Abal.
Pasaba arrolladora en su hermosura
y el paso le dejé,
ni aun mirarla me volví, y no obstante
algo en mi oído murmuró “Esa es”
Rimas, Gustavo Adolfo Bécquer
¿Existe el amor a primera vista? Con esta pregunta, que parece pertenecer más a algún programa de radio vespertino que invita a los oyentes a comunicarse con la eventual locutora para dar sus ingeniosas respuestas (?), que a la redacción de un trabajo para ser presentado en un ámbito académico, doy comienzo a este ensayo. El mismo tiene por objetivo dar una respuesta a lo que parece y, repito, solo parece, por responsabilidad de las emisiones radiales mencionadas, una frívola pregunta.
Al leer la obra literaria El niño de la bola de Pedro Antonio de Alarcón, la respuesta a la trillada pregunta es, sin dudas, afirmativa. En el libro segundo, titulo VI de la novela aludida se describe el instante en que las miradas de los protagonistas se cruzan y como consecuencia de ello surge mágica y espontáneamente el amor. Los personajes a los que me refiero, Manuel y Soledad al verse, simplemente, se enamoran uno de otro sin siquiera conocerse la voz, dando lugar no a un fugaz enamoramiento, sino a un amor que se mantiene ininterrumpidamente por más de diecisiete años.
No solo Alarcón diría rotundamente que sí a la pregunta con que comienza este trabajo, sino también Bécquer, tal como lo demuestra el poema trascripto. Del mismo modo asentiría el maestro Salgari, quien, en su obra Sandokán, afirma la existencia del amor a primera vista cuando el cruel pirata de la Malasia y la delicada Perla de Labuán cruzan sus miradas, dando origen a un apasionado amor.
Siendo mi turno de responder al interrogante, le voy a permitir al lector descansar de la cursilería de los literatos mencionados y leer mi respuesta, que es propia del oyente resentido y frustrado que llama al programa de radio cansado de oír aquellas argumentaciones tan románticas. Y quien es, más tarde, destruido por la afable locutora, quien, a pesar de pasar la mitad del día encerrada entre cuatro paredes junto con un micrófono, conoce perfectamente el sentido del amor.
En mi opinión, el amor a primera vista es una idea inocente, propia de nuestros primeros años de pubertad, la cual demuestra nuestro absoluto desconocimiento en los asuntos del amor al sexo opuesto. El ingenuo chico que cree en esa idea pretende aferrarse al pensamiento de que una mera mirada basta para enamorarse de una persona. Tal inexperta percepción del amor no responde sino a la abundante cantidad de obras literarias, cinematográficas, televisivas o musicales que con el afán de materializar la concepción del amor a imágenes, palabras o melodías simplifican sobremanera su compleja explicación.
Para justificar mi impopular postura, trataré de despojar el sentido mágico del amor a primera vista dado por Alarcón en el Niño de la bola para encontrarle una justificación racional. En efecto, según se puede interpretar en la lectura de las siguientes palabras de Manuel en el título VIII del libro segundo, en donde no hay un sentimiento de amor sino de identificación con Soledad: “Defenderé mi derecho y lo haré respetar por todo el mundo: protegeré la libertad de la pobre niña, e impediré que su padre la sacrifique, como me ha sacrificado a mí; y por estos sencillos medios, no lo dude usted, Soledad será mi esposa”.
La lectura de este fragmento puede llevarnos a concluir que lo que comparten los protagonistas no es amor, sino el sufrimiento que les causa don Elías. Asimismo, el lúgubre final de la novela parece expresar, más que amor, fanatismo por parte de Manuel.
Como podrá concluir el lector sin mayor dificultad, quien escribe estas líneas descree absolutamente de la existencia del amor a primera vista y por ello se encuentra haciendo un notable esfuerzo por negar tal idea. Ejemplo de ello es la extraña interpretación que acaba de realizar tomando las palabras del hijo de Rodrigo, que lejos de demostrar un sentimiento de identificación entre los personajes, que bien puede llegar a existir, se encuentra absolutamente superado por el apasionado amor que manifiesta Manuel Venegas.
A pesar de ello, adjudico el error del autor al hecho de creer en el amor a primera vista en su afán de materializar el concepto de amor, que es tan perfecto que al expresarlo se diluye en las palabras, sin lograr describirlo con la precisión que merece.
Mi pretenciosa posición, como podrá apreciar el lector, pretende negar un pensamiento que domina a los escritores del romanticismo, mediante forzados argumentos. Conciente de mi arrogancia y siguiendo las enseñanzas aristotélicas, que afirman que el hombre es un animal social, recurrí a preguntarle a personas cercanas a mí: ¿Existe el amor a primera vista?, ya que, a pesar de lo que crea el lector, no soy ni un dios ni una bestia.
Las respuestas fueron variadísimas, pero para mi alivio, la mayor parte de las personas desechaban la idea del amor a primera vista, considerándola propia de aquellos individuos superficiales que solo se quedaban en las apariencias y no se preocupaban por descubrir el interior de quien tenían frente suyo.
Sin embargo, una respuesta desmoronó lo que iba a ser mi inobjetable conclusión en contra del amor a primera vista. En efecto, el último conocido a quien pregunté afirmó: “el amor a primera vista existe, porque cuando uno ve a los ojos a una persona y ve en ellos su destino, sabe interiormente que no podrá pasar otro día sin ella. No hay ninguna forma de explicarlo, salvo la intervención de Dios, que envía a tu encuentro el alma que te acompañará hasta el último día”. Las palabras de quien es hoy un feliz hombre casado con hijos me demostraron la absoluta inmadurez y arrogancia con las que entendía tan complejo tema, como es el amor.
En conclusión, considero que aún no me encuentro preparado para llamar al programa de radio y dar mi respuesta al complejo interrogante que se planteó al principio del ensayo. A pesar de ello, me encuentro más cerca de dar una respuesta coherente al mensaje de El niño de la bola, que una respuesta negativa frente a la existencia del amor a primera vista.
Lucas Oscar Abal (20)
Estudiante de abogacía
lucasabal@gmail.com