RUSH y SHo. La teoría de las muletas musicales, aplicada

Por Santiago Legarre.

1974 Empiezo primer grado en el Colegio Juan XXIII de Belgrano. Se publica un disco titulado RUSH, de un trío canadiense homónimo. La última canción del disco, “Working Man”, sería, 36 años después, el tema con el que la banda elegiría cerrar su show en Buenos Aires, la noche del viernes 15 de octubre de 2010.

1975 RUSH edita su segunda y su tercera placa —sí: dos en un año—: Fly by Night Caress of Steel. En clase de inglés, en el colegio, usamos el libro Look, Listen & Learn. Me queda grabado un diálogo matinal de los hermanos Sandy y Sue con su madre: “Oh, mum, do this, do that, what a RUSH!”.

1976 En mi casa de la calle Juncal descubro los primeros vinilos y los toco en el tocadiscos. Me suena que eran de Ray Charles. RUSH saca su cuarto disco, 2112.

1977 RUSH publica su quinto vinilo, A Farewell to Kings. Me mudo a la calle Larrea.

1978 En la nueva casa, a los diez años de edad, encuentro dos cassettes y los empiezo a escuchar seguido: Beatles y Bee Gees. Me encantan los dos. En casa de mi primo Juan Carlos, que tiene cuatro años más que yo, nos juntamos a tocar sus discos en su tocadiscos último modelo. Se me quedan grabadas canciones como “What Goes Up Must Come Down”, de Alan Parsons y “Last Train to London”, de ELO; también me impactan las tapas de los discos de Queen. RUSH saca su sexto disco, Hemispheres.

1979 En casa de mi padrino veo por televisión —junto con mi padre y otro tío— el musical Tommy, de The Who. Me marca; tema y música.

1980 RUSH saca Permanent Waves, disco que arranca con la canción con la que arrancó el show de GEBA del 15 de octubre pasado: “The Spirit of the Radio”. Veo la película Melody por televisión, en blanco y negro, sin permiso de mis padres; la música, de los Bee Gees, me impacta. Escucho un cassette de Blondie, Eat to the Beat: buenísimo.

1981 Empiezo la secundaria en otro colegio: Santo Tomás de Aquino; un compañero, Javier Herrera, me presta un cassette de RUSH que acaba de salir: Moving Pictures. Tuve suerte. Lo primero de RUSH que cae en mis manos es el disco que a la postre probaría ser el mejor. Interesantemente, en el recital de Buenos Aires de 2010, lo tocan entero —algo insólito—. Este año, a los 13, me consigo en una disquería de Caballito el vinilo de Caress of Steel y los cassettes de 2112 y Farewell to Kings. Empiezo a darle con todo a RUSH…

1982 Enero y febrero en Washington DC, en lo de la familia Murray. Todas las noches, junto con Pat Murray, escuchamos tirados en la cama el ranking de las mejores canciones de Q107, una FM local. “I love rock and roll”, de Joan Jett and the Blackhearts permanece primera durante las nueve semanas de mi estancia. En el Top Five recuerdo que también están “Pac Man Fever”, “Centerfold” y “I wanna be your lover”, todas disqueras. Dios y Wiki sabrán de quién son: yo no me acuerdo. Miro videoclips de un canal nuevo de televisión estadounidense: MTV. Escucho Journey sin saberlo; disco simple: “Don’t Stop Believing” y “Open Arms”. RUSH edita Signals. Ya en Argentina, me lo compro como cassette en Sanata, la disquería de mi tía en Coronel Suárez. Inicio la costumbre de comprar cada disco nuevo de RUSH en cuanto sale. Leo en una revista que Signals es “un gran retroceso del trío canadiense”. ¡A mí me encanta!

1983 RUSH no saca ningún disco (!). Me mudo a Billinghurst. Por invitación de Alfredo Pería y de otros compañeros de colegio, empiezo a ir a recitales de Heavy Metal y a escuchar esa música: Riff, Barón Rojo, V8, AC/DC, Iron Maiden, Judas Priest, Kiss. Todos me gustan. Al mismo tiempo, me parece una música distinta de la que hace RUSH.

1984 RUSH publica Grace Under Pressure. Compro el cassette y lo escucho mucho en el verano, en Coronel Suárez. Me parece espectacular. Me cambio al Colegio Champagnat. Empiezo a escuchar “rock nacional”, en especial Zas y Los Abuelos de la Nada.

1985 Antes de empezar quinto año del colegio, paso otro verano en Estados Unidos. En New Orleans, voy al Superdome con Chris y Boo —grandes amigos hoy también— a ver el recital “Purple Rain”, de Prince. En Washington, visito a los Murray y vamos con Pat y un amigo de él, más grande, al cine a ver Dune. Se sorprenden gratamente de que escuche RUSH. Les pregunto si no les parece que tal vez habían adoptado un giro hacia el comunismo en Grace Under Pressure, con la canción “Red Lenses”. El mayor —que tendría 18 años— contesta, condescendientemente, que letras como esa las hacen para desconcertar a giles como yo. RUSH edita Power Windows.

1986 Antes de empezar la Facultad, viaje por Europa con la familia. En Madrid me compro el cassette de Power Windows y logro escucharlo, creo que en un walkman. Veo en un teatro de Londres un musical de Andrew Lloyd Webber (Starlight Express) y me vuelvo loco. Empiezo a escuchar todo musical que ande suelto por ahí.

1987 RUSH saca Hold Your Fire, su duodécimo disco. Me gusta un grupo flamante: Asia. Compro sus primeros dos vinilos.

1989 Empiezo a escuchar Ópera: Verdi y Mozart; y Carmen, de Bizet. RUSH publica Presto, y compro el cassette, que tiene conejos en la tapa. La canción más conocida es “Show Don’t Tell”. No me gusta. ¿Se habrán venido abajo?

1991 RUSH publica Roll the Bones. Compro el cassette y no me gusta. Se han venido abajo. Termino la Facultad.

1992 El grupo estadounidense Dreamtheater saca su primer disco, Images and Words.

1993 Compro mi primer CD de RUSH: el nuevo disco Counterparts. ¡Me encanta! Aguante RUSH. Igual, nunca vuelve a ser lo que había sido, como es casi obvio y probable. Radiohead saca su primer disco: Pablo Honey.

1995 Con mi amigo Sergio Martín vemos juntos el video del show en vivo de RUSH,  Show of Hands. Descubro U2: Achtung Baby. Radiohead saca su segundo disco, The Bends.

1996 RUSH edita un nuevo disco, Test for Echo. Compro el CD. Tiene un par de canciones buenas. Esto se convertirá en una constante: solo un par.

1997 Estancia de investigación en la University of Notre Dame. Me llevo algunos CD, incluidos Counterparts Test for Echo; y también el musical Rent, que me vuelve loco. Radiohead saca OK Computer.

1998 Comienzo del Doctorado en Oxford. James Howard me presta un cassette de Radiohead: The Bends. A cambio, yo le presto Moving Pictures. Tal vez a él le gustó, pues nunca me lo devolvió. A mí, The Bends me gustó bastante, y tampoco se lo devolví. Ni sabía que existían Pablo Honey (con su hit “Creep”, para mí inexistente) y OK Computer. Si lo hubiera sabido…

1999 Dreamtheater saca Metropolis Pt. 2: Scenes from a Memory. Mientras tanto, seguía en Oxford donde, de la mano de otro compañero, Nick Derby, conozco un mundo musical nuevo y satisfactoriamente contaminante: The Doors. Además, revolviendo cajones de Grandpont House encuentro una canción de Status Quo que escucho todo el día: “Little Miss Nothing” (aunque yo pensaba, en aquel entonces, que la canción era de Jim Morrison).

2000 RUSH sigue sin sacar discos. Algo estará pasando. Y yo debo ir dejando esas muletas. Descubro Maná y lo exploro a fondo, deleitado. Escucho todas las mañanas la Mega, radio de “puro rock nacional”. Me enamoro de “Spaghetti del Rock”, de Divididos.

2001 Me regalan Kid A, el nuevo disco de Radiohead. Casi no puedo escucharlo; en cambio, empiezo a cultivar OK Computer, el disco anterior de la banda de Oxford. Me parece increíble y empiezo a convertirme en un fanático de R.

2002 Luego de un hiato, RUSH saca un nuevo CD, Vapor Trails, que compro solo por sentido de fidelidad. Empiezo a entender Kid A y me encanta, al igual que el otro disco raro de Radiohead, Amnesiac.

2004 En un locutorio de Daireaux, descubro La Oreja de Van Gogh. “Rosas”, se me pega en el acto. Busco todo lo que hay de La Oreja de Van Gogh. Más tarde sería declarado por mis alumnos “el fanático número uno”.

2005 Santiago me regala una copia del disco de Dreamtheater Metropolis Pt.2. El título y el esquema del disco me parecen una pedantería y decido no escucharlo.

2006 Por alguna razón, o no, decido escuchar Metropolis Pt. 2. Me convierto en “el fanático número uno” de Dreamtheater y consigo todos sus discos, con ayuda de Nacho. De acá en más, por un buen rato, me la paso escuchando casi solamente Dreamtheater y Radiohead.

2007 Juan Pablo me regala para el cumpleaños el nuevo disco de RUSH —el número 18—; Roberto me regala la versión en vivo del mismo (disco): Snakes & Arrows. Me da fiaca escucharlos. No los escucho. En cambio, me vuelve loco In Rainbows, de Radiohead, que acaba de salir.

2008 Me regalan el nuevo disco de Dreamtheater, Systematic Chaos, que es peor que los anteriores. Empiezo a tomar clases de batería con Juanjo Bravo, los sábados a la mañana. Escucho metódicamente música de los 70: Yes, King Crimson, el primer Genesis. Conozco a Sumo, gracias a Gastón; lo declaro el mejor grupo de la historia del rock nacional. Lástima que Luca ya está muerto hace rato. Doy un vuelco y ofrezco un taller de escritura en la Facultad, sin dejar el Derecho.

2009 Tres grandes descubrimientos: Keane, Travis y, sobre todo, Jack Johnson, que me parece el novamás, el renovador de la industria musical, al decir de un amigo de Notre Dame. Empiezo a escuchar Jazz. Me vuelve loco ELO. Redescubro Duran Duran. Me enamoro, en Viena, de la música de Dmitri Shostachovich.

2010 Un sueño se hace realidad: RUSH toca en Argentina. Emoción honda. En el Taller de Escritura doy un set de música. Les paso cinco canciones a los estudiantes, una para cada década, del 60 para acá: en orden cronológico deca-dente: “Touch Me” (Doors); “Bajan” (Pescado Rabioso); “Heat of the Moment” (Asia); “Walking on Air” (King Crimson); “Flake” (Jack J.). Luego, para intentar aclararles algunos conceptos, les mando un mail insinuando mi teoría de las muletas musicales que, si es cierta, tal vez pueda trasladarse a otros ámbitos de la vida; y que, si es cierta, fue aplicada en esta experiencia 1974-2010. Copio el mail:

“Como le pasó a tantos, mis primeros contactos con la música vinieron con los Beatles. Pero a los 13 años, adopté «mi grupo favorito» y nunca lo dejé. Tenía un compañero de colegio que gozaba de bastante ascendiente sobre mí. Un día me dio un cassette y me dijo: «Tenés que escuchar Rush. Es lo mejor que hay». El cassette se llamaba «Moving Pictures». La canción más famosa se llamaba Tom Sawyer. Pero a mí las que me cautivaron fueron «The Limelight», «Red Barchetta» y una instrumental: «YYZ». En ese momento yo no lo sabía, pero Rush tocaba desde 1974 (al principio, tras los pasos de Led Zeppelin) y este disco de 1981 representó su punto culminante. Se les aplicó lo que les comentaba el otro día que enseñaba Nietzsche, pues ellos siguen tocando hasta el día de hoy, pero su punto culminante fue aquel. Sin embargo, en 1981 nadie podía saberlo y yo, no sé por qué, me convertí en un fiel seguidor. Cada disco que salía lo compraba. Así, hasta el día de hoy. Unos 25 discos en total. Hasta 1997 más o menos era lo que más escuchaba —aunque escuchaba otras cosas, como musicales de Broadway—; y todos sus discos me gustaban, aunque ninguno como «Moving Pictures».

Pero Rush fue como las muletas. Me sirvieron para caminar y luego ya no las necesité ni usé. Mas nunca las tiré, y mantuve una fidelidad, un poco nominal en los últimos tiempos: todavía hoy si me preguntan, digo que Rush es mi banda favorita (antes decía grupo). Pero en realidad no lo escucho casi nunca.
Rush fue también como alas. Porque de ahí me moví para otros lados. Como era algo realmente bueno —como lo son también los grupos favoritos de muchos de ustedes, según comentaron, v.gr. Queen, Zeppelin, Pink Floyd, etc.—, me permitió reconocer y entender y disfrutar otras cosas buenas. Incluso cosas instrumentales y clásicas. Hoy, por ejemplo, lo que más escucho es Dreamtheater (admiradores de Rush), Radiohead (nada que ver, al igual que los que siguen), Jack J., Maná, Dmitri Shostakovich, Genesis de P. Gabriel, Travis, James Blunt, Wagner, ELO…

Finale: La razón del consejo que les di es que a mí me dio buen resultado. La razón no es que hay que aferrarse a un grupo ni nada así.

Adiós,
SL”.

 

Santiago Legarre (42)
Profesor del Taller de Escritura