Por Lucas Abal.
Hay muchas maneras de consumir alcauciles [1], pero las reduciré a tres, a las que llamaré: clásica, mercantilista y excelsa. Las instrucciones para utilizar cada uno de estos métodos las explicaré a continuación:
- Clásica: requiere que hierva los alcauciles por el lapso de una hora. Luego retírelos del agua y déjelos enfriar. Mientras tanto, prepare una suerte de aderezo para acompañar el alcaucil, que contenga aceite, vinagre y sal. Una vez enfriados los vegetales en cuestión, deshójelos y sumerja el extremo inferior del “pétalo” en el aderezo. Si quiere evitar violentos tirones con sus dientes, mi recomendación es que coma solo la parte que fue embebida. Este procedimiento debe repetirse hasta el momento en que los pétalos desaparezcan y solo quede el centro de la alcachofa, siendo la pieza más sabrosa, debe disfrutarla como es debido; por ello tómese un tiempo y transpórtese con su mente a su happy place [2].Solo cuando se encuentre en ese lugar, coma el preciado corazón.
- Mercantilista: vaya a un supermercado cercano y compre un frasco de corazones de alcachofas. Siéntese en el sillón de su casa, prenda la televisión y disfrute comiendo del contenido del envase. Como podrá evaluar el lector, este método prescinde de los rituales que fueron señalados en el punto anterior. A pesar de la simpleza de esta opción, ella es muy criticada por diversos autores por considerar que cae en el facilismo propio de la vida capitalista moderna [3].
- Excelsa: llame a su abuelo/a, o en caso de no tenerlo a una tía algo mayor de edad, y dígale que tiene ganas de ir con toda su familia a su casa a almorzar el próximo domingo, pero que él (o ella) debe preparar una significativa cantidad de los alcauciles al escabeche que tan afamados son por su rico sabor. Espere al domingo, llene la casa del receptor de la llamada mencionada, con familiares de toda índole y calaña, y con todos ellos siéntese en la mesa, tome un considerable trozo de pan, rellénelo de los alcauciles al escabeche y proceda a deleitarse con su mítico sabor. Luego de ello, disfrute, sentado a la mesa, de un agradable almuerzo hablando de religión, política y chismes familiares.
[1] También conocidos con el nombre de alcachofas, tal como lo señalan Cortázar en Historias de cronopios y de famas y el buscador de sinónimos de Word.
[2] Para una mejor comprensión de este concepto recomiendo al lector un clásico de la historia del cine de todos los tiempos (?): Happy Gilmore.
[3] Obras como: El alcaucil como sirviente del imperialismo y La relación entre la revolución proletaria, la revolución campesina y los alcauciles, ambas de Felinó Trosqui, resultan excelentes críticas al método mercantilista.
Lucas Abal (21)
Estudiante de Derecho
lucasabal@gmail.com