Sed Contra 17

Siete años atrás, un grupo de osados jóvenes, que con alguna excepción no superaban los veintiún años, fundaron una revista. Ellos eran dieciséis, solo dieciséis solitarios escritores que se unieron porque uno de ellos —a la sazón el director— notó que entre la gente que conocía había escritores escondidos. Luego de siete años y diecisiete números, las plumas inquietas se multiplicaron y llegaron a ser 136. Sí, esas plumas a las que aludía el director en el primer número fueron nada más ni nada menos que 136 y el número sigue creciendo. ¿Quién hubiese pensado que habría tantos escritores escondidos?

¿Y por qué escriben? Alguna vez Delfina Krüsemann —quien supo dirigir esta revista— los definió como mentes atribuladas pero optimistas. Optimistas, por eso escriben. Enérgicos desafiantes que número tras número con un cuento, un poema o un ensayo buscan derrotar al crítico de café, aquel que agitando una medialuna con su mano izquierda afirma con necia seguridad: “en este país ya nadie lee ni escribe”. Y sí, para derrotarlo solo basta con escribir. No es necesario morir decapitado al grito  de “literaturaaaaa”, cual Mel Gibson en Braveheart; solo escribir.

Afortunadamente, los escritores no están solos en esta cruzada. No, a ellos lo acompaña usted, querido lector. ¿Qué sería de los bravos desafiantes a los que aludí en el párrafo precedente sin su lectura? Usted, que llegó aquí porque escuchó a su profesor de Constitucional, porque le llegó un mail de Nicky o por una simple invitación, ¿tiene dimensión de la importancia de su visita? Sí, usted también se ha sumado a esta campaña que lanzamos contra el villano de la medialuna en la mano. Usted con su lectura no solo alienta a los escritores a escribir, sino que también echa por tierra la afirmación de que nadie lee. Por ello, gracias. Hoy como siempre es ¡bienvenido!

Lucas Abal
1 de julio de 2013