Sed Contra 18

Querido lector, le confiaré un secreto que pocos saben: existe un espacio en este mundo que brinda gratuitamente un servicio de salud ortográfica. Sí, salud gratuita, leyó bien. La oferta de este valioso servicio es posible gracias a varias personas piadosas que gentil y desinteresadamente se prestan a él. Estas personas son una especie de profesionales de la ortografía, cirujanos expertos en extirpar comas y agregar rayas, gente que no duda en sanar textos para darles esplendor.

Intuyo que se estará preguntando: ¿dónde encuentro esta clínica?; ¿puedo atenderme allí? Le tengo buenas noticias: acaba de entrar en la clínica y se encuentra precisamente en su hall. Pero para tratarse aquí debe cumplir un requisito: haber sido creativo escribiendo algún texto, puede ser una poesía, un cuento, un ensayo. Lo importante es que sea un texto suyo, un texto original. Una vez que cumplió con este requisito podrá ser tratado por los especialistas de Sed Contra.

Mientras tanto, le comento que muchas personas ya se han atendido con nuestros profesionales, solo en este número tuvimos unos catorce pacientes. ¿Qué tienen en común todos ellos? Fueron creativos y se animaron a escribir y, de hecho, han escrito textos muy buenos. Al mismo tiempo comparten cierta sumisión a las órdenes de los editores, órdenes nada arbitrarias. Por el contrario, totalmente justificadas. Estas órdenes tienen un solo objetivo: la salud de los textos escritos. Recuerde que nuestros editores también tienen un solo objetivo: dar esplendor.

Así funciona Sed Contra: todos hacen su trabajo: los escritores, escriben; los editores, editan; y usted, querido lector, nos lee. Gracias; ¡qué gusto nos da su lectura!

Antes de darle formalmente la bienvenida, le recomiendo una nueva revista digital: Sed Africa, una suerte de filial de Sed Contra. Una verdadera aventura africana que Santiago Legarre (fundador y exdirector de Sed Contra) emprendió a mediados de este año a más de diez mil kilómetros de Buenos Aires: en Nairobi (Kenia). Abajo a la izquierda de su pantalla podrá encontrar el link. Permítame recomendarle vivamente los textos allí publicados.

Ahora sí, contento y aliviado por haberle contado nuestro secreto, me despido de usted, querido lector. Recuerde que hoy como siempre es ¡bienvenido!

Lucas Abal
1º de diciembre de 2013