Francisco en Tierra Santa: el coraje de la paz [1]

Por Elena López Ruf.

Del 24 al 26 de mayo, el Papa Francisco realizó el histórico peregrinaje de oración por Tierra Santa[2]. Un viaje breve, pero intensísimo, que estuvo lleno de gestos significativos que cautivaron los corazones tanto de los allí presentes como del resto del mundo y que captaron la atención de la prensa y de la comunidad internacional, que observa atenta el liderazgo que Francisco ha consolidado durante el primer año de su pontificado.

Se trató de un viaje pastoral que tuvo como fin principal conmemorar el quincuagésimo aniversario del histórico abrazo entre el entonces Patriarca Atenágoras y el Papa Pablo VI. Por ello, el momento culminante de su visita fue el encuentro ecuménico con el Patriarca Bartolomé, del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, fortaleciendo así los lazos de unidad entre los cristianos. Al mismo tiempo, el Papa quiso llevar un mensaje de esperanza y de paz para toda la región, que vive en una situación de constante conflicto y división y, también, confirmar en la fe a las comunidades cristianas, con quienes tuvo una actitud de especial cercanía.

Su itinerario estuvo distribuido inicialmente en tres etapas: Amman (Jordania), Belén (Palestina) y Jerusalén (Israel). A ello habría que agregarle, como último capítulo del peregrinaje, el encuentro de oración por la paz llevado a cabo en el Vaticano junto con Shimon Peres, presidente de Israel, Mahmoud Abbas, presidente de la Autoridad Nacional Palestina, el Patriarca Bartolomé y algunos referentes religiosos de las tres religiones abrahámicas.

El sábado 24 de mayo, por la mañana, el Papa llegó a Amman, Jordania, país que representa un testimonio para toda la región en cuanto a la convivencia pacífica entre musulmanes y cristianos. Allí se encontró con una comunidad de cristianos que viven y practican libremente su fe. Al pisar el reino Hachemita fue recibido por el rey Abdullah II Ibn Al Hussein, a quien ya había recibido en el Vaticano en dos oportunidades y con quien entabló relaciones bilaterales de colaboración, particularmente por la situación de Siria y la realidad de los cristianos en Medio Oriente. Allí, Francisco se reunió con las autoridades de Jordania, realizó una misa con más de treinta mil cristianos y se encontró con los refugiados y discapacitados en Betania, a orillas del Río Jordan, donde Jesús fue bautizado y comenzó su vida pública.

En sus palabras, Francisco hizo hincapié en cuatro ejes:

* El rol clave de Jordania en el proceso de paz en la región. En dos ocasiones resaltó públicamente la decisión del reino de Jordania de acoger a más de un millón de refugiados palestinos, iraquíes y sirios e hizo un fuerte llamado a la comunidad internacional, invitándola a seguir su ejemplo y a que reconozca y ayude al reino en esta “emergencia humanitaria”, en la que miles de personas han tenido que abandonar sus casas y su patria.

* Diálogo interreligioso. Agradeció al rey Abdullah II por el esfuerzo de su reino en la promoción del diálogo interreligioso. Resaltó particularmente la iniciativa del “Mensaje Interreligioso de Aman” y la celebración anual de la “Semana de la Armonía entre las Religiones”, que obtuvo el reconocimiento de la ONU, y manifestó su deseo de que puedan incrementarse las relaciones fraternas entre cristianos y musulmanes.

* El respeto a la libertad religiosa. En su discurso a las autoridades de Jordania, Francisco resaltó que las comunidades cristianas, presentes desde los tiempos apostólicos en el reino Hachemita, a pesar de ser numéricamente minoritarias, contribuyen al bien común de la sociedad y pueden profesar con tranquilidad su fe. En este sentido, expresó su deseo de que en todo Medio Oriente y en el mundo entero la libertad religiosa sea tenida en consideración como un derecho humano fundamental. A su vez, afirmó que los cristianos se sienten ciudadanos de pleno derecho que desean contribuir, con su aporte específico, en la construcción de la sociedad junto con sus conciudadanos musulmanes.

Este llamado al respeto de la libertad religiosa es de gran resonancia actualmente ante el temor que, a causa del “éxodo de los cristianos de Medio Oriente”[3], se pierda el aporte que la tradición cristiana puede dar a los países de Medio Oriente, siendo ella parte de su historia, cultura e identidad. De allí la importancia de que sean reconocidos como ciudadanos con plenos derechos y que no sean jurídicamente considerados como una minoría.

* Paz en Siria. En su encuentro con los refugiados y discapacitados, renovó su llamado urgente a la paz en Siria, “un conflicto que ya duró demasiado tiempo”, instando a “que cese la violencia y se respete el derecho humanitario, garantizando la necesaria asistencia a la población que sufre”, promoviendo así la búsqueda de una solución política del conflicto, a través del diálogo y la negociación. Al mismo tiempo, pidió que “Dios convierta a los que fabrican y venden armas”, en referencia a los promotores de las industrias armamentísticas que suministran armas a las regiones en conflicto.
El domingo, por la mañana, se despidió de Jordania y llegó a Belén (Palestina). Allí, en el lugar donde Jesús nació, se encontró con la comunidad árabe-cristiana de Palestina, Gaza y Cisjordania. Por la tarde, se dirigió a Jerusalén (Israel).

Tanto en Belén como en Jerusalén, al dirigirse a las autoridades locales de ambos pueblos, Francisco se pronunció expresamente respecto del conflicto israelí-palestino, instando a ambas partes a buscar una solución justa dentro de los límites reconocidos internacionalmente y a reanudar el camino del diálogo, estancado hace años y con el sabor del fracaso del último proceso promovido por el Secretario de Estado norteamericano, Kerry, en abril pasado. Al mismo tiempo, expuso claramente la posición de la Santa Sede al respecto: el reconocimiento del derecho de ambos estados a existir, Palestina e Israel, y la internacionalización de la ciudad de Jerusalén, valorándola como patrimonio de la humanidad al ser el centro de peregrinación de las tres religiones abrahámicas.

De gran impacto fue su oración en el muro de Cisjordania, que divide Jerusalén, solidarizándose así con el sufrimiento actual y la humillación que el muro genera para el pueblo palestino, al dificultarle el acceso a servicios básicos, dividir familias de uno y otro lado, aumentar los controles policiales israelíes e impedir el desarrollo económico. Un muro que representa el sufrimiento de ambos pueblos que conocen el miedo, la violencia, la inseguridad y la división. Pueblos en los que desde hace ya varias generaciones no conocen cómo es vivir sin conflicto, no conocen la paz. “Construir la paz es difícil, pero vivir sin ella es un tormento”, expresó Francisco, invitando a todos a no medir esfuerzos para realizarla con audacia y creatividad a través de gestos concretos.
Ya en Jerusalén, en la tarde del domingo 25 de mayo, en el Santo Sepulcro, en un espíritu de comunión fraterna y reconciliación, tuvo lugar el encuentro ecuménico en el que el Papa Francisco y el Patriarca Bartolomé se abrazaron como signo de unión y comunión de las dos Iglesias hermanas de los apóstoles Pedro y Andrés. Como expresó Bartolomé, fue “un abrazo de amor, para continuar el camino hacia la plena comunión en el amor y la Verdad” (cfr. Ef 4, 15) y para “que todos sean uno y el mundo crea” (Jn. 17. 21).

Cincuenta años atrás, el 4 y 5 de enero de 1964, el Papa Pablo VI —en pleno desarrollo del Concilio Vaticano II— realizó su peregrinaje a Tierra Santa. Y allí, en el Santo Sepulcro, se encontró en un abrazo fraterno con Atenágoras —Patriarca Ecuménico de la Iglesia Ortodoxa de Constantinopla—, como signo visible de la reconciliación y comunión de las iglesias de Oriente y Occidente. Un gesto significativo que fue acompañado por una declaración conjunta, en la cual, luego de siglos de divisiones tras el cisma de 1054, se perdonaron las ofensas recíprocas y se retiraron las sentencias de excomunión que llevaron a la ruptura efectiva de la comunión eclesiástica.

El encuentro entre Atenágoras y Pablo VI abrió el camino al diálogo y a la reconciliación entre ambas Iglesias hermanas. Como fruto del camino recorrido en estos cincuenta años, en los que se ha profundizado el conocimiento y entendimiento recíproco, Francisco y Bartolomé firmaron una nueva declaración conjunta que constituye un paso trascendente en las relaciones de ambas iglesias, promoviendo relaciones de colaboración y cooperación concreta, aunando esfuerzos frente a las dificultades que la humanidad enfrenta hoy, para ser juntos testigos de unidad. Concretamente, en la declaración expresan su compromiso en el cuidado de la naturaleza, como creación de Dios, en la defensa de la dignidad humana en todas las etapas de la vida, en la defensa del derecho a la libertad religiosa y la promoción del diálogo con las distintas religiones, así como manifiestan su común preocupación por la situación de los cristianos en Medio Oriente y la búsqueda de la paz en la región y el mundo entero.

Así, Francisco y Bartolomé, con el deseo de sanar las divisiones y heridas aún abiertas, colocaron una nueva piedra miliar en el camino no siempre fácil de la unidad de los cristianos, dándole un nuevo impulso al diálogo ecuménico e invitaron a todos los cristianos a ser juntos testimonios de unidad en la caridad.

El lunes 26, en Jerusalén, en el Muro de los Lamentos, tuvo lugar “el abrazo de las tres religiones”, en donde Francisco y sus amigos argentinos, el rabino Abraham Skorka y Omar Abboud, musulmán y director del Instituto de Diálogo Interreligioso, se encontraron en un abrazo fraterno como símbolo de que es posible el entendimiento recíproco entre las religiones. Una imagen que recorrió el mundo y que expresa la convicción del Papa de promover un “diálogo de la amistad”, sobre el cual generar confianza y construir juntos acciones comunes para el bien de la humanidad.

Con esta imagen, como con cada gesto que tuvo y cada palabra que pronunció en su peregrinaje, Francisco nos enseña en primera persona a ser “artesanos de la paz” y nos invita a tener el coraje de realizar gestos de humildad, fraternidad y reconciliación que construyen la convivencia en el tejido social. Como expresó en su mensaje en la oración por la paz en el Vaticano, “para conseguir la paz, se necesita valor, más que para hacer la guerra”, se necesita el coraje de la paz, “que es al mismo tiempo don de Dios y compromiso de los hombres”.

La Plata, junio de 2014

Elena López Ruf (26)
Coordinadora Red Interreligiosa de Jóvenes de la Ciudad de Buenos Aires (RIJBA)
Dirección General de Cultos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (DGC – GCBA)
elena_lr@hotmail.com

 

[1] Al momento de escribir este artículo, Rivlin ha sido elegido en Israel como sucesor de Shimón Peres en la presidencia. Es conocida su oposición al reconocimiento de los dos estados, Israel y Palestina. Por su lado,  Hamas y Al- Fatah conformaron un gobierno de unidad palestina después de siete años de división. Al-Sisi, militar, asumió la presidencia en Egipto, mientras que Bashar al-Asad, en Siria, ganó las polémicas elecciones en plena guerra civil, logrando mayor legitimidad. Y en Irak se recrudecen los enfrentamientos entre chiitas y sunnitas. A su vez, me llega la noticia que los cristianos de la ciudad de Mosul han huido tras la violencia del grupo fundamentalista ISIL (milicianos del Estado Islámico de Irak y del Levante).
[2] “Recordemos que ‘Tierra Santa’, es una expresión bíblica cuyas fronteras no están limitadas y que comprendería geográficamente territorios de Jordania, Palestina, Siria, Egipto e Israel. Aquí los cristianos son sólo el 2- 3 % de la población y constituyen un mosaico de comunidades al coexistir una gran diversidad de confesiones Cristianas: Bizantina (o Griega) Ortodoxa y Católica (que juntas constituyen la gran mayoría de los cristianos de Tierra Santa),  Católicos de rito latino (romano), Maronitas, Armenios, Sirios Ortodoxos y Católicos, Coptos, Etíopes, Anglicanos, Luteranos y una variedad de grupos Evangélicos. Al mismo tiempo, entre ellos existe una gran diversidad de orígenes también en cuanto a contextos socio-culturales y lingüísticos: árabes-cristianos, cristianos de lengua hebrea que residen en Israel, cristianos refugiados de Palestina, Siria e Iraq, y cristianos inmigrantes de Asia y África en busca de asilo” (Elena López Ruf,Francisco se prepara para su peregrinaje en Tierra Santa“, 23-5-2014 (http://www.ciudadnueva.org.ar/areas-tematicas/dialogo-interreligioso/francisco-se-prepara-para-su-peregrinaje-en-tierra-santa)).
[3] Los cristianos de Tierra Santa sufren junto a sus conciudadanos la inestabilidad e inseguridad de la región, el miedo y la tensión. Debido a esto, en los últimos diez años ha crecido exponencialmente el “éxodo de los cristianos de Medio Oriente”. Se estima que desde mitad del  siglo XX a hoy, la comunidad cristiana pasó de ser el diez por ciento de la población a solo el dos o tres por ciento.