Por Clara Minieri.
Hay veces que el amor humano lleva al mal liso y llano. Así, la pérdida de la persona amada puede provocar, además de tristeza, despecho o hasta un olvido total del sentido de la vida, que llevado al extremo termina en un suicidio a lo Romeo y Julieta. Ni hablar de los celos enloquecedores, fruto del miedo de la posibilidad de pérdida, que desembocan en asesinatos, figurativos (los celos, después de todo, van matando al amor) o literales, basados en la mismísima realidad (a lo Ocampo disparando contra Felicitas Guerrero: “serás mía o no serás de nadie”) o en una sospecha imaginada (a lo Othello ahogando a Desdemona con la almohada).
Hay otras veces donde las elecciones son más difíciles y las opciones parecen más grises, porque uno llega al mal creyendo hacerle un bien al ser querido. “I will do whatever you ask… just help me save Padmé’s life,” negocia Anakin Skywalker con Darth Sidious. “The things I do for love!,” exclama Jaime Lannister, antes de tirar a Bran Stark, único testigo de su amorío, por la ventana y así proteger a su querida Cersei. “I’ve got to do it! He’ll kill me! He’ll kill my whole family!”, se justifica Draco Malfoy ante Dumbledore, a quien tiene que matar por órdenes de Voldemort. Fantine que se prostituye para mantener viva a su Cosette. Digory que introduce a la bruja malvada y ruidosa en Narnia con tal de sacarla de nuestro mundo, donde habita su madre enferma que necesita silencio. Hasta Dumbledore supo tener un pasado oscuro, todo porque quería liberar a su hermana demente, condenada al encierro.
En la ficción y en la fantasía abundan los casos del mal “cometido por amor”, porque aunque versen sobre otras épocas, galaxias, universos, fueron imaginados, escritos o rodados en esta tierra, y es acá, adentro de cada uno, donde se baraja la batalla campal entre Jedis y Siths, the Order y Death Eaters, león y bruja, bondad y maldad.
El problema del mal es que nunca se nos presenta como tal. Para empezar, «the dark side clouds everything», incluyendo la visión y el juicio, por eso se lo compara con las tinieblas. El mal sabe seducir y engañar con su apariencia y, de esa manera, tienta. Va cambiando su disfraz, que siempre es tailor-made,al estilo del bogart de Harry Potter, una criatura maldita y camaleónica que se va adaptando para reflejar el mayor miedo de quien lo confronta, o como el Mirror of the Erised, que muestra el deseo más profundo del corazón de la persona que se para enfrente. Como dice el manipulador de Petyr Baelish, “everybody wants something… when you know what a man wants you know who he is, and how to move him.” La tentación nos viene como anillo al dedo. Es “my precious!” y no “this piece of trash”.
Así es que, para los que aman, el mal frecuentemente toma de rehenes a sus seres queridos y amenaza con entristecerlos, afligirlos y, a veces, hasta con destrozarlos. Son usados de carnada. “The Dark Lord knew you would come”, le dice Lucius Malfoy a Harry, a quien le habían hecho creer que tenían atrapado a su padrino. “Decent people are so easy to manipulate, Potter!”, escupe Crouch, Jr.
En la mayoría de los casos, el mal hecho “en razón de amor” no es drástico, por decirlo de alguna manera, si bien puede serlo. Es callar para no lastimar a un ego, malcriar para sacar una sonrisa, aplaudir una decisión equivocada, concentrar las atenciones en los seres queridos en detrimento del resto[1].
Nadie se despierta una mañana, se encuentra con una propuesta del Diablo que le dice “come over to the dark side” y vende su alma. Le vamos cediendo terreno de a poquito, dejándolo usucapir de a parcelas[2]. A diferencia de los grandes villanos del cine y de la literatura, seguimos siendo nosotros mismos, malos y buenos a la vez, sin cambio de nombre, de identidad.
Podríamos entonces citar a Elphaba, la bruja verde de Wicked, y decir que “if that’s love it comes at much too high a cost”, porque pareciera que a veces el amor también nos lleva a nada menos que ¡a la perdición!, y preguntarnos si no deja de tener sentido el “ama y haz lo que quieras” de San Agustín[3].
Pero la respuesta es que no, porque no hay que olvidar que hay otro amor, uno a un ser muy superior (the Force, Aslan, la Ancient Magic, o como queramos llamarlo), quien nos enseña a amar de verdad. Como dicen en Gone Girl, “undisciplined love is disastrous”. Necesitamos de reglas, aunque creamos que no; tanto el “seréis como dioses” como el “you don’t need guidance, Anakin” de Palpatine son mentira. No somos perfectos ni infalibles, somos humanos y si rascamos la superficie de nuestro mal “cometido por amor”, nos encontramos con que hay vanidad, soberbia, falta de fe, y toda una larga lista de faltas.
Como amar y creer en el amado (tenerle fe) van de la mano, ante la adversidad entran a jugar las palabras que son fáciles de pronunciar y dificilísimas de aplicar, como “faithless is he who turns around when the road darkens”. Aunque duela, no queda otra que confiar en ese ser supremo y, como en la escena de Indiana Jones and the Last Crusade[4], dar un salto de fe. Indiana, como muchas veces nos pasa a nosotros, solo veía el final del camino y un precipicio. Cuando toma coraje para dar ese paso al abismo, aterriza en un puente “invisible” para sus ojos, que siempre había estado pero que no había sido percatado por sus sentidos.
De todas maneras, así como el amor mal entendido nos hace “malos”, el amor de verdad nos hace (¿llegar a ser?, ¿volver a ser? o ¿ser más?) buenos. Algunas veces, terminamos cabizbajos y humillados, como Draco Malfoy en el final de Harry Potter, reconociendo el mal hecho, pero no mucho más. Otras veces nos lleva a hacer “the small everyday deeds of ordinary folk that keep the darkness at bay… small acts of kindness and love”. Con mucha suerte (¿o gracia?) y voluntad, el amor nos hace tan heroicos y valientes como Severus Snape[5], como Anakin Skywalker[6].
La batalla del bien y del mal se reabre diariamente. Como en toda guerra —y aunque siempre habrá momentos donde la soledad es inevitable (ni the Fellowship ni the Order nos pueden acompañar en todo)— necesitamos de aliados en quienes apoyarnos. También le debemos obediencia y subordinación al Comandante en Jefe, que no nos da sugerencias, sino mandamientos para asegurar la victoria. Es un líder militar de lo más particular, que al mejor estilo del Henry V de Shakespeare, se disfraza de soldado común para acercarse a y mezclarse entre sus tropas, infundirles valor y lograr que entiendan más a su rey.
La tentación es personalizada; la lucha, permanente; el amor, la salvación. Afortunadamente para nosotros, Padmé de Star Wars no es la única (ni El Único) que nunca perdió la fe en el retorno de su queridísimo, ni siquiera en la antesala de la muerte y eso que murió, básicamente, por su culpa. Resuenan sus últimas palabras:
“There… is good in him. I know there is… still...”
Tenías razón, Padmé. Se fue al lado oscuro por “amor”; volvió al lado luminoso movido por el Amor de tu hijo[7].
Ojalá la tengas respecto de todos nosotros.
Clara Minieri (27)
Abogada
claraminieri@hotmail.com
[1] Como dicen en Pride and Prejudice, “is not general incivility the very essence of love?”.
[2] Se comenta que, para interrumpir el plazo de prescripción, se puede recurrir al sacramento de la Confesión.
[3] Las consecuencias del mal “hecho por amor” terminan apareciendo, tarde o temprano. Nos las pueden hasta recriminar la misma persona por quien cometimos el/los acto/s, alejándonos de ella, como el reproche de Padmé a Anakin (“Obi-Wan was right… You have turned to the dark side!… Anakin, you’re breaking my heart! You’re going down a path I cannot follow!”), como el de un hijo a un padre ausente y workaholic (“¡estaba trabajando para que vos tengas una vida cómoda!”, tal vez se justificará este último). Por ahí hacemos un mea culpa, al ver que la persona que sobreprotegimos no tiene disciplina, o cuando un tercero paga por nuestros pecados, como hace Dumbledore cuando matan a Sirius, todo porque Harry había caído en la trampa puesta por Voldemort, debido a su ignorancia sobre esa posibilidad, que Dumbledore bien conocía (“Do you see, Harry? Do you see the flaw in my brilliant plan now?… I cared more for your happiness than your knowing the truth, more for your peace of mind than my plan, more for your life than the lives that might be lost if the plan failed. Is there a defense? I defy anyone who has watched you as I have — and I have watched you more closely than you can have imagined — not to want to save you more pain than you had already suffered. What did I care if numbers of nameless and faceless people and creatures were slaughtered in the vague future, if in the here and now you were alive, and well, and happy? I never dreamed that I would have such a person on my hands”).
[4] Se puede ver en https://www.youtube.com/watch?v=xFntFdEGgws
[5] Snape es un ejemplo clarísimo del hombre que, al mismo tiempo, es resentido, amargado, maldito al punto de asqueroso y, en el fondo, también héroe.
[6] La caída al lado oscuro de Anakin distó de ser igual de épica que su redención, decepcionando a muchísimos fans, aunque esto tal vez esconda una gran analogía… El mal parece glorioso pero no lo es…
Por otro lado, mucho se discute sobre cómo Anakin/ Vader (“The Chosen One”) cumplió la profecía de ser el que iba a traer “balance to the Force” A mi entender, tiene que ver justamente con que demostró que se puede ser malísimo y buenísimo a la vez. La teoría de los Jedi sobre el bien y el mal estaba un poco errada y no dejaba lugar para la redención (“once you start down the dark path, forever will it dominate your destiny”). Dice Yoda: “fear is the path to the dark side. Fear leads to anger. Anger leads to hate. Hate leads to suffering”. Puede ser así, pero puede no serlo; las emociones negativas pueden ser usadas como nafta para hacer cosas buenas; así como las emociones positivas pueden llevar al mal. También hay mucha soberbia en el «I’m a Jedi. I can be better than this» de Anakin como respuesta al «to be angry is to be human» que le dice Padmé. Mi opinión es que, al final del Episodio VI, Anakin/Vader cumple finalmente la profecía, no porque destruye el lado oscuro al matar al Emperador y morir él (lo que dicen muchos), sino porque conjuga villano absoluto redimible (dark side of the Force) y héroe máximo redimido (light side) en una sola persona. Hay mucho para seguir elaborando. Veremos qué hacen Disney y J.J. Abrams al respecto en los próximos episodios. Les tengo fe.
[7] Pueden ver la vuelta de Vader/Anakin en: https://m.youtube.com/watch?v=_RFYoZ7H67A
Es de las mejores escenas de la historia del cine, si no es la mejor. El diálogo no tiene desperdicio, sobre todo las últimas palabras de Anakin (Luke le dice: “I’ll not leave you here, I’ve got to save you” a lo que responde “You already… have, Luke. You were right. You were right about me”). Pero lo mejor son los gestos de Vader mientras el emperador tortura a Luke, cómo el conflicto se deja vislumbrar aunque tiene completamente cubierta la cara. El amor incondicional de su hijo termina pudiendo con él, y se lo corresponde. Y ¡el final!, cuando el amor ya es tal que deja caer su máscara, cual El Caballero de la Armadura Oxidada. No hay palabras. Mejor, verla una y otra vez.