Los problemas de enamorarse de un casado

Por Florencia Posteraro.

El Maestrante es un libro de Armando Palacio Valdés, que tiene como argumento principal la problemática consistente en una historia adúltera entre un hombre, el  conde de Onís y una mujer, Amalia. Ambos se enamoraron e iniciaron su historia de amor desde jóvenes, pero su relación bajo ninguna circunstancia podía ser esclarecida, ya que Amalia estaba casada con Don Pedro Quiñones, uno de los políticos más importantes y poderosos de Lancia.

El Maestrante es una novela de gran interés. Se reflejan con gran maestría las flaquezas humanas. El estudio psicológico de los personajes es realista,  de forma natural se muestra el odio, el miedo, la impotencia, la injusticia… sublevando en muchos momentos al lector.

¿Es un problema enamorarse de un hombre casado? ¿Es posible que una persona pueda conformarse con el papel de “amante “o se puede aspirar a alcanzar el deseo de algo más? ¿Es considerado un pecado social? ¿Es posible evitarlo? ¿Cuál sería la solución? ¿Las relaciones adúlteras son producto de problemas matrimoniales? El presente trabajo intentará dar respuesta a estos interrogantes, teniendo en cuenta la obra de Palacio Valdés y procurando realizar un paralelismo con la sociedad actual.

El argumento central de la novela consiste en enamorarse de una persona casada: ¿es un conflicto? ¿Estos problemas subsisten en la actualidad? ¿Tiene la misma repercusión hoy en día que en la antigua Lancia? ¿Se considera un sacrilegio de la misma magnitud pecadora en Lancia que en la sociedad actual?

Enamorarse de un hombre casado es una problemática que trasciende todo contexto temporal, es considerado un pecado en todas las épocas, quizás no de la misma magnitud en Lancia que en nuestros tiempos, pero igualmente es un conflicto que aqueja a todas las sociedades y parecería que a este tipo de relaciones clandestinas nunca será posible erradicarlas; el problema se encuentra en el interior de la persona que se enamora de un hombre casado, pero ¿es posible evitarlo? Se sabe que es un problema social importante, quizás en una sociedad tan respetuosa de los mandatos religiosos como lo era Lancia en ese entonces, al pecado social también se le suma el castigo divino a la hora de su muerte. En nuestra actualidad todavía existen personas absolutamente religiosas, para las cuales enamorarse de un hombre casado también es un pecado en todos los ámbitos porque se estarían desconociendo los preceptos divinos. Sin embargo, lo cierto es que, hoy en día, la religión se  encuentra relativizada y ubicada en un segundo plano; ya la generalidad de las personas no le tienen miedo al castigo divino, pero igualmente temen por ser despreciados socialmente, ya que como se dijo anteriormente el adulterio no se circunscribe a una época en particular, sino que trasciende todo tipo de espacio temporal y es despreciado de la misma manera en la antigüedad que en la actualidad; por eso suele ser clandestino.

En El Maestrante, Amalia y el conde de Onís vivían un amor intenso y fugitivo, pero aquella estaba casada y por cuestiones económicas no podía desvincularse de Quiñones, pero tampoco podía renunciar a su verdadero amor, prohibido y sacrílego en términos religiosos. El matrimonio de Amalia con Don Pedro fue impuesto a aquella cuando era muy joven por su familia que agonizaba de hambre. Amalia era considerada la salvación de la familia y a pesar de ser una muchacha prestigiosa no tenía dinero. En Lancia, pueblo donde transcurrió la historia, “los hombres no se casan por el prestigio, sino por el dinero”; por lo tanto no tuvo más remedio que aceptar el casamiento con Don Pedro. Transcurridos dos años de su matrimonio, Amalia comenzó a realizar tertulias en su casa para aumentar el prestigio, ganar influencia y poderío en la sociedad; en una de esas reuniones Amalia conoció al conde de Onís, en ese entonces novio de Fernanda Estrada-Rosa, una de las mujeres más bellas y ricas de Lancia. Poco a poco, su carácter manipulador y obsesivo logró conquistar al conde, este rompió su noviazgo con Fernanda y comenzó una relación secreta con su amante.

Entonces el lector, cuando se introduce en la temática de la novela, no puede dejar de pensar: ¡Si se hubieran conocido antes! Cuántas veces se repite esta frase cuando se tiene conocimiento de una relación adúltera, probablemente se hubieran separado sin sentir el más insignificante movimiento de atracción, incluso sin sentir el menor remordimiento; pero a veces, las circunstancias no son las más favorables y tampoco existe una mínima posibilidad de elección. De hecho, el amor entre Amalia y el conde “no pudo hallar tierra más adecuada ni circunstancias más favorables para su germinación”; fruto de este amor tuvieron una hermosa hija llamada Josefina, la cual lograron que se criase en el palacio de Quiñones, luego de que sus verdaderos padres idearan un plan para dejarla en un canasto en la puerta de la residencia, como si fuese una niña expósita.

Tiempo después, Amalia, celosa y ofendida, notó que Fernanda le ganaba en atractivos y que el conde volvió a enamorarse de su antigua prometida; por lo tanto, no estaba dispuesto a seguir a su lado en una relación adúltera y secreta por la culpa que lo perseguía, el deseo de formar una familia y la desilusión de que con Amalia jamás lo iba a poder lograr, además del miedo al castigo y al infierno; todos condimentos que lograron que el conde volviese a enamorarse de su antigua novia, Fernanda. Entonces Amalia utilizó la más inimaginable crueldad sobre su hija Josefina para humillar al conde: la maltrataba verbal y físicamente, le quitó de golpe los privilegios que antes poseía y la utilizó como a la peor tratada de las criadas, incluso estas se burlaban de la niña, que era el vivo retrato de su padre, y  cada vez se atrevió a realizar atrocidades mayores para obligar al conde a que abandonara sus nuevo deseo que consistía en contraer matrimonio con Fernanda. ¿Por qué esta mujer despechada era capaz de realizar semejantes atrocidades sobre su hija para castigar al conde?

Y entonces nos compete hablar sobre el despecho: en una relación adúltera ¿siempre alguno de los amantes se sentirá despechado? Cuando concluye una relación amorosa, se produce un dolor profundo en los sentimientos y emociones. Es comparable a cuando fallece un ser querido porque, de una u otra manera, es una privación de lo que se suponía era parte de uno. La persona que no deseaba terminar la relación pasará por una experiencia dura, amarga y penosa que la puede llevar a la desesperación, una alteración extrema del ánimo causada por la rabia, frustración y resentimiento. El despecho es una malquerencia nacida por el desengaño. Esta mala voluntad contra el ser querido, y ahora odiado, puede llevar a la obsesión, la venganza y la desesperación. De esta forma, nunca se logrará salir de la pérdida sino que, por el contrario, servirá para mantener presente una falsa relación con el ser amado, al mismo tiempo odiado, y se alimentará un “amor” insano que solamente perjudicará al despechado. Esto es lo que sintió Amalia al ver como su amado quería reconquistar a Fernanda, y es lo que la llevó a realizar la inhumana crueldad sobre su hija que hasta le provocó la muerte, como resultado de venganza hacia su ex amante.

Sin embargo, no todas las personas experimentan esta situación de despecho. Algunas transitan el camino correcto: admiten la pérdida lo más pronto posible. Uno debe comprender la realidad de la vida y reflexionar para llegar a superar este estado de sufrimiento. La salida se encuentra en proponerse nuevas metas y en reestructurar la vida. Estar conscientes de que estamos vivos, y si bien es cierto que a veces se sufre, (se presentan conflictos y hasta calamidades), también se logra la felicidad, estar alegres y compartir momentos de inmensa satisfacción y esperanza. En lugar de despecho con odio y revancha la mejor salida al desamor está en irradiar más y más amor.

Enamorarse de un hombre casado nunca es una situación recomendable, nunca es una buena idea, ya que este hombre se comprometió con otra persona para toda la vida y una relación adúltera se puede volver una pesadilla para todos los involucrados: para la amante que carga con un sentimiento de culpa por ser partícipe de la desmembración de una familia y para el hombre casado, que se encuentra en la disyuntiva entre elegir a su familia, a su amante o mantener una relación paralela asumiendo todas las consecuencias futuras; pero el mayor conflicto se presenta si ese matrimonio tiene hijos, los cuales junto con la esposa engañada serán los más damnificados de la situación, se debe pensar en lo que esta esposa va a sentir y en lo que sus hijos van a vivir antes de animarse a tomar cualquier decisión. Sin embargo, también se debe tener en cuenta otra cuestión: que los sentimientos no se pueden decidir y mucho menos evitar. Ante esta delicada situación, uno no puede evitar sentir pero sí puede decidir qué hacer al respecto con esos sentimientos.

Enamorarse e incluso estar con un hombre casado no deja nada bueno para nadie, al contrario, la amante se sentirá más sola cuando se vaya porque el hombre ya tiene una familia, un compromiso y una vida hecha con alguien más mientras que ella se quedará sola y con un vacío enorme. Probablemente esta mujer escuche promesas todos los días, y probablemente se las crea, pero en el fondo, la realidad es que en la mayoría de los casos no va a dejar a su mujer ni a su familia. Son excepciones los casos en que dos amantes terminan juntos, y  tiene que ver con lo que sienten verdaderamente y las circunstancias favorables que los rodean; pero la mayoría de los casos esto no sucede y siempre hay damnificados. También hay que tener en cuenta otra cuestión: No hagas a otros lo que no quisieras que te hicieran a vos. Si una persona no quiere ser víctima de infidelidad, entonces no debe prestarse a cometerla. Pero si realmente es amor y estas dos personas están destinadas a estar juntos, se deben hacer las cosas bien. Hoy en día son más fáciles las separaciones que en la época de la obra de Palacio Valdés, entonces la solución sería el cierre de un libro para luego iniciar otro.

Las relaciones de pareja deben hacernos crecer como personas, contribuir a nuestra felicidad, hacernos más felices. Si la relación en la que una persona está no cumple con estos propósitos, ¿para qué mantenerla?

A modo de conclusión podemos citar una frase de Paulo Coelho que resume las ideas expresadas en este trabajo: “No escogemos nuestras vidas, pero sí decidimos que hacemos con las alegrías y tristezas que recibimos, vivir es tomar decisiones y asumir las consecuencias”.

 

Florencia Posteraro (21)
Estudiante de Abogacía
florposteraro@hotmail.com