Fragmentos

Por José Alberto Suarez.

Meniño pequeniño

Las constelaciones de las cosas y el tiempo. Las especies de recuerdos que me aprietan fuerte el cuello. A veces me hace falta esa sabiduría gallega, que hablaba de plantar fuego, que melancólica recordaba carros a las cuatro de la mañana, que para los grandes problemas tenía sencillas y obvias soluciones… sanadoras de todo mal.

Si un brío te hiciera respirar, si la luz te hiciera verme, ¿qué dirías? En una única vuelta de página pasó tanto, fuimos tanto, soñamos tanto. A veces me pregunto solo si quiero todo esto, si aun sabiendo de la oscuridad de todos desde hace tanto, es razonable seguir viviendo. ¿Cuál es esa pesada lección que estas queriendo mostrarme?

Los planes austeros de mi pasión intransigente son una tortura desde que te fuiste. La escurridiza verdad se vuelve más hábil a medida que me vuelvo más sabio. Es directamente proporcional. Los mitos engañan a los idiotas felinos que necesitan más tiempo, que requieren más paciencia, que solo buscan franelas para sentirse importantes.

No he sido caprichoso. Jamás. Me he cuidado solo y por eso mi memoria está entrenada, está ávida de justicia. Pero si un brío te hiciera respirar, y la luz te hiciera verlos, ¿me dirías que transito el camino de la verdad? ¿Me darías un consejo sencillo que apacigüe todo esto, mis ansias, mis dudas, el amor?

Esmeralda

La espesura de la noche trayendo calma de sueños, sosiego de rocas y tierra. Sorteó el escollo de otro amor y logró sentarse a contemplar, en el pulmón de esmeralda, los viejos edificios y algunas ventanas con luz. Hubo de reflexionar si él era todo, pero concluyó que se fue en mil partes. Estrelló el logro de la palabra más precisa, la que simple y graciosamente es una con la verdad, que da paso a la osadía de ser feliz.

Pensó en ver toda la tierra rodar sin pretensiones, con la paciencia química que todo lo degrada. El agua, el sol, las flores, el olor a humedad de las hojas en el suelo. Tanto corría por sus venas y, sin embargo, se sentó frente a la nada, quiso abrazarla y confesó tener miedo. Había iniciado allí el camino de la soledad, había matado en un solo instante todo el movimiento.

Las paradojas son sintierras, son sintiempos. Los espejos en los que se miran ríen siempre y no se les ocurre callar ante la chance que la bestia recuerde serlo, y los despedace sin la más mínima piedad. Todas las ilusiones tienen algo de realidad, y en su mágico anhelo destrozan la quietud del alma, invitan a la ansiedad.

Descubrir de pronto que el suceso no escatima en horas, días y meses, recorrió su espalda con helado presagio. Se encontró mirando en ese pulmón a sus propios ojos, a su propio corazón de león, a su propio ideal de trascendencia, a su propia razón. Todo eso se derrumbó con la más mínima grieta, la más indescifrable sugerencia, la más escandalosa gota de amor.

Quizás sea otro espejismo, o quizás haya encontrado la vida que se consume dentro de la vida. Vienen vientos del sur a la ventana, y susurran un río que corre agitado, alertan sobre todos los que vienen. Amanecerá mientras el sol lo acompañe, agradeciendo al alba hasta el más intenso dolor.

Vos

“No pidas consejo a los elfos, pues te dirán al mismo tiempo que sí y que no…”

Si tan solo en un minuto te atrapara. Y caer errantes en el vacío inmenso de la clave de los días, casi hasta no querer verte más. Si fuera todo eso posible, y también el precipicio de tus ojos, y la osadía de tus labios, y la carrera psicótica de tus manos; todo eso posible en el sórdido frío temprano de la primera nevada.

El espejo de tu amor, el óxido de tus técnicas y tu pelo suelto. Nada como tu épica de la conquista, que reclama su trono a cada gesto. Afueras oscuras me hacen enloquecer, perder todo de vista. Pensar que sigo resolviendo encriptados mensajes de hoy, conmigo, que siempre soy ayer. Dame tu mano, que si te atrapara en un minuto, bajo algún árbol, te susurraría el sol al oído, te besaría con la suavidad de la brisa.

Alcánzame un minuto tu atención. Caminará por los techos la felina presencia de la felicidad. Al pisar la tierra descalzo presentiré tu perfume, trayéndome recuerdos de la mañana, que no acabará, que será sublime a ultranza. Todo el tiempo te perderé en la espesura, pero hoy sé que no es esa mi fresa negra, que todo el cuadro tiene manchas de emoción, y que la vida dentro de la vida sigue esfumándose.

 

José Alberto Suarez (27)
Abogado
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