For the love of music

Por Ariel Heredia Dans.

El pasado 15 de junio, tuve la suerte de poder asistir al recital del genio musical Steve Vai. Considerado por muchos como uno de los mejores guitarristas del mundo —en caso de no ser el mejor—, cuenta con nueve nominaciones Grammy, dieciséis discos, y un doctorado honorifico de Berklee, por solo mencionar algunas líneas de su amplia trayectoria. Domina prácticamente todas las técnicas de la guitarra y es reconocido por su gran creatividad. Todo esto hace del guitarrista estadounidense una leyenda viviente.

Llegamos al Luna Park con uno de mis mejores amigos (que también es músico) casi sobre la hora. No esperaba mucho: si bien ver a una leyenda de la guitarra significa mucho en sí mismo, Vai no es de mis guitarristas favoritos; de hecho no me gustan muchas de sus canciones.
Pero lo que iba a suceder estaba muy alejado de lo que esperaba. Al poco tiempo de acomodarnos en nuestros asientos, se apagó la luz y empezaron los típicos gritos eufóricos de los recitales. Todos estábamos muy emocionados. Sabíamos que no era un recital cualquiera, ya que se daba en el marco de la gira Passion and Warfare 25th Anniversary Tour, en la cual Steve festejaba el cumpleaños 25 de uno de sus discos más importantes, tocándolo completo.

Se prendieron unas pocas luces, iluminando apenas el escenario,  que empezó a  llenarse de humo. En el medio había una pantalla gigante, en la cual estaban mostrando una escena de la película Crossroads, que fue filmada en 1986 y en la que participó Vai en la escena final (aunque en lo proyectado él no aparecía). Al final de la escena se oyó la guitarra de Steve… la gente gritó más fuerte, y se vio cómo dos sombras (el baterista y el bajista) entraron al escenario. Más tarde entró una tercera, entre todo el humo y las pocas luces: era el legendario guitarrista.

Tenía puesto un buzo blanco con una capucha con luces LED verdes, unos anteojos oscuros con marco rojo y luces del mismo color. Como instrumento “mágico” tenía una guitarra de la serie jem (diseñadas por él con la marca Ibanez), que era traslucida con luces LED violetas; que como salían de adentro de la guitarra, hacían que pareciera una ilusión. La poca luz que había en el Luna Park se dirigía a él, y al rebotar en esa guitarra traslucida, se iba en forma de un haz de luz al público; iluminándolo cuando era apuntado con el instrumento.

Cuando las tres figuras se posicionaron, tras algunos sonidos improvisados, Vai empezó a hacer el riff de Bad Horsie; riffque se escucha en la película, en el momento en que Steve protagoniza un duelo de guitarras.

De ese modo empezó el ritual, con esa figura mística en el escenario que lo dirigía, con sus luces, el humo, con esa canción, y una multitud gritando y aclamando arte. Bad Horsie es una canción pesada y potente, una de las que más le gusta a su público. Varió levemente su interpretación;  en la parte de los solos se dedicó a improvisar —como lo hizo posteriormente en muchas canciones más—. El sonido era realmente bueno; si bien el riff es muy grave, se distinguían bien la guitarra el bajo y la batería; la guitarra muy potente.

Al terminar la canción Vai se sacó las gafas y el buzo, cambió la guitarra por otra de los modelos jem (un modelo más clásico). Saludó al público con gestos, mientras entraba otra figura al escenario: un músico que tocaba la guitarra y a veces el teclado. Pasó a tocar The Crying Machine (otra de mis favoritas); una canción que yo había sacado cuando tenía diecisiete años, por lo que, escucharla en vivo seis años después, me generó algo muy especial. Esa es una de las canciones que recomiendo para empezar a escuchar a Steve: es una especie de rock con tintes de funk; tiene una melodía principal pegadiza, muy buenos arreglos, una evolución muy llevadera y un solo final épico a dúo. Por suerte, con el otro guitarrista respetaron la idea de hacer el solo final a dúo: ambos  hicieron delirar al público con una batalla excelsa de guitarras. Después, siguió con Gravity Storm y Whispering a Prayer.

Una vez finalizada esa sección del show, le acercaron un micrófono y saludó a la gente. Estaba muy emocionado, y contó que esa era la última noche de toda la gira y que, por lo tanto, era realmente especial para él. Así, dio paso a seguir con el setlist, que era el disco Passion and Warfare entero, y otras tres canciones. Cerró el recital con Fire Garden Suite IV – Taurus Bulba.

El show fue asombroso: bailaba mientras tocaba, tocó con los dientes, con la lengua, y de todas las maneras posibles. Se movía por todas las partes del escenario; los otros músicos estaban en un lugar fijo, salvo cuando improvisaban algún solo y se adelantaban en el escenario.

La pantalla que había pasado la escena de la película, siguió pasando videos e imágenes en todas las canciones. Para tocar Liberty, pusieron un video en el cual Steve toca con Brian May, y antes de empezar Brian lo presenta como un maestro. La canción empieza y a los pocos segundos Steve empieza a saltar y hacer señas de que paren. Los músicos lo hicieron, Steve pidió disculpas y dijo que se había olvidado de cambiar la guitarra, que esa estaba en otra afinación y que había sonado horrible lo que tocó (lo cual era mentira porque había tocado bien todas las notas). Pidió otra guitarra y que pasen el video de nuevo. Al terminar la canción, dijo que en realidad él hacía eso solo para escuchar que Brian lo llame maestro dos veces; todo el público lo empezó a aplaudir y a reírse. Con cosas como esas demostró, no solo ser un maestro de la guitarra, sino también un maestro del show.

Steve fue un verdadero showman toda la velada, hizo cantar a la gente las notas que hacía con la guitarra, señalaba partes del escenario para que la gente grite, y así interactuaba con el público. También nos aconsejó a todos bailar desnudos imitando sus movimientos después del recital, en nuestras casas, frente a un espejo; y aclaró que eso “se sentía muy bien”. Nuevamente, fue premiado con aplausos y risas.

Si tengo que destacar los mejores momentos, diría que fue todo el recital pero voy a mencionar algunos que me parecieron increíbles. Dos jams con videos pre-grabados que pasaron en la pantalla gigante, en los cuales tocaron Satriani (durante la canción Answers) y Petrucci (durante la canción The Audience is Listening), mientras Vai simulaba conversar con ellos.  Un momento en el cual, Vai le regaló una púa a una chica que le había hecho un cartel que decía ‘‘Steve give me a pick, please’’. El momento más emotivo del recital para mí fue cuando tocó For the Love of God, una de sus canción más conocidas, fue el: en la pantalla pasaron el video de la canción (imágenes de los distintos dioses de las distintas religiones, personas rezando, cosas hermosas, guerras, y por último un feto en un vientre).  Recomiendo que lo vean.

Por último, cerca del final, bajó del escenario tocando y caminó entre la gente. Se sacó selfies con el público mientras tocaba; fue tan increíble que la gente se abalanzó hacia allí para ver si podía tocar al prodigio de la guitarra.

Llegando las 11:30 horas. de la noche terminó el recital, la gente aplaudió y coreó su nombre estando de pie por varios minutos. Yo, que había llegado con una expectativa algo baja (por mi gusto musical), me fui totalmente asombrado; todo el show que se montó y toda la magia que Steve desplego esa noche, la volvió totalmente inolvidable.

Hoy en día, la industria de la música está llena de música basura, el arte de los sonidos está muy prostituido. Es difícil ver artistas como él pudiendo vivir de sus sueños. Si les gusta la música y desean ver algo único, les recomiendo ir a este tipo de recitales, y si llegan a tener la posibilidad de verlo a Steve Vai, les diría que vayan que es un must see.
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Ariel Heredia Dans 
Estudiante de Derecho de la Universidad Católica Argentina 
a.herediadand@gmail.com