La digitalización de las relaciones en la vida cotidiana

Por Ileana Ayelén Galeppi.

Me gustaría saber cuántos de quienes leen estas líneas se sienten identificados.

Hace pocos meses me permití reflexionar acerca del tipo de relaciones que construimos y cómo y de qué manera nos relacionamos.

El mundo de la comunicación en general es apasionante para mí y celebro siempre las nuevas formas, los nuevos canales y la incorporación de nuevas tecnologías. Pero como en todo sistema nada es perfecto y entiendo que nuestro objetivo es  tratar de encontrar siempre el equilibrio ya que los extremos por lo general nunca son buenos.

Desde la aparición de las redes sociales, se modificó la forma que tenemos de relacionarnos con nuestro entorno. Es cierto que uno por dichas vías comparte información y parte de su vida cotidiana.

En Argentina existen 34.79 millones de usuarios de internet, y hay 34 millones de usuarios activos en Social Media, quienes utilizan las redes lo hacen por un promedio de 3 horas por día.

Me paso hace un tiempo que una compañera de la secundaria fue mamá y compartió en las redes la foto de su primer hijo. De verdad al ver la noticia me alegré un montón, por supuesto le envié mis felicitaciones y le conté de mi alegría. No la veo en la vida real hace más de 5 años, viviremos calculo, a no más de 10 km. Pero nos distanciamos por las obligaciones de la vida adulta, por tener otros gustos, rodearnos de otras personas que la vida nos puso en el camino; nos alejamos básicamente sin razón alguna, pero de una forma u otra seguimos conectadas. Nuestros sentimientos son genuinos, ninguna le escribe por obligación o por protocolo a la otra. Pero sin embargo no podemos cruzar esa barrera cibernética.

Y esta situación fue el disparador para analizarme en las redes.

Con las fechas soy fatal: ¿A quiénes saludaré por su cumpleaños si no reviso las notificaciones del Facebook?

Recordé las reuniones con amigos que hace tiempo no nos vemos, donde se pacta dejar de lado los teléfonos celulares, para escucharse; aunque al finalizar todos lo agarren para tomar una foto e inmortalizar el momento.

Cuantas veces me senté en un restaurante y vi a una pareja y cada uno con su teléfono, prácticamente sin hablar entre si, sin mirarse a los ojos.

Ya no llamo a mi mamá para pedirle una receta de cocina porque las consigo en las redes, alguien seguro la hizo y si es muy puntual la busco en Youtube.

Si no me meto a Instagram como elegiré a qué lugar ir a comer el finde o donde ir a pasear.

Sin dudas  utilizamos estas redes como referencia, pero todos somos consientes que la vida, la real, pasa por otro lado y que no todo lo que se muestra en las redes es real.

Es acaso una idealización de la vida misma, donde todo es bello, perfecto y está en armonía constante.

Creo que en todas estas situaciones hay muchas cosas positivas, tenemos el acceso al mundo con un click, literal y, por lo general, la garantía de que lo que buscas lo encontrás.

Yo soy de la época donde buscaba algo en el Encarta solo para leer la información, que estaba precargada, limitada. Y no es el mundo de internet, por lo que era solo una enciclopedia.

Ahora bien corremos con ese riesgo de sobreinformación, de dependencia del teléfono.

¿No sintieron en más de una oportunidad querer, estar en todos lados, poder llegar a verlo todo sin que nada se escape?

Y leer o pasar historias, aunque tu atención no este totalmente ahí, es como ver sin mirar, pero en el fondo te hace pertenecer, estar presentes.

Qué hay de cierto con que hoy si no estas en las redes no existís. ¿Es literal?

¿Pensaste en cuánto de tu tiempo ocupás en las redes buscando cosas?

Creo que está buenísimo formar parte de esta nueva era, tener acceso a este mundo que democratizó la información y la cultura en buena manera. Pero creo que necesitamos también recuperar viejos espacios, levantar un poco la vista de la pantalla y mirar qué es lo que pasa a nuestro alrededor.

Entender el teléfono como una herramienta, no como un todo, capacitarnos en un nuevo mundo para identificar fuentes de información confiables. Al ser tan grande el universo no todo lo que circula es verdadero y poder adquirir herramientas para poder identificarlo.

Establecer nuestros propios limites, y por qué no, entender en un punto la diferencia entre lo público y lo privado.

Según Guy Debord, en la sociedad del espectáculo: “la realidad surge en el espectáculo, y el espectáculo es real. Esta alienación recíproca es la esencia y el sostén de la sociedad existente”.

Al mismo tiempo toda realidad individual se ha transformado en social, dependiente directamente del poder social, conformada por él. La alienación del espectador en beneficio del objeto contemplado (que es el resultado de su propia actividad inconsciente) se expresa así: cuanto más contempla, menos vive; cuanto más acepta reconocerse en las imágenes dominantes de la necesidad, menos comprende su propia existencia y su propio deseo. La exterioridad del espectáculo respecto del hombre activo se manifiesta en que sus propios gestos ya no son suyos, sino de otro que lo representa. Por eso el espectador no encuentra su lugar en ninguna parte, porque el espectáculo está en todas partes.

Con este texto no hago más que plantear interrogantes, ¿hasta que punto mis relaciones del mundo real son medidadas por la vida digital? ¿Trabajo realmente para encontrar un equilibrio entre ellas? ¿Soy solo una espectadora y cada vez vivo menos mi vida real? O ¿son genuinos mis deseos o inconscientemente me muevo motivada por lo que veo inserta en una cultura del espectáculo?

Ser o no ser era la cuestión, ahora será ¿ser un ser social o digital? ¿O ambas?

 

Ileana Ayelén Galeppi (31)
Lic. en Comunicación Social
ayelen_galeppi@yahoo.com.ar