¿Cuál fue la última película que viste en el cine?

El 1 de marzo de este año, alrededor de las 22:30, salía caminando de las salas de cine del Village Recoleta. Había visto The Invisible Man de Leigh Whannell. Un trhiller vertiginoso con una gran actuación de Elisabeth Moss (Mad Men, The Handmaid’s Tale). Recuerdo un calor sofocante en esa noche de Buenos Aires y la sensación de no querer salir del aire acondicionado del complejo. Ni sospechaba que esa era la última vez que iba a salir de un cine. A los pocos días ya se informaba que el virus no era solo un problema de la lejana China, sino que se estaba extendiendo por Europa y Estados Unidos. Y a las pocas semanas el virus estaba en Buenos Aires. Finalmente, el 19 de marzo, se decretó el ASPO en Argentina y con ello el cierre de todo, incluyendo los cines naturalmente.

De los días prepandemia no son pocas las actividades que se extrañan y, en mi caso, ir al cine es una de ellas. Unas semanas atrás, me crucé con un podcast en Spotify (Nueva Carpeta de Andrea Morán) que preguntaba a críticos de cine cuál fue la última película que vieron en una sala. Me pareció un ejercicio interesante, así que lo imité para Sed Contra. Ya que no podemos ir al cine, al menos podemos recordar cómo era. Veamos entonces qué me contestaron cuando pregunté ¿cuál fue la última película que viste en el cine?

Lucas Abal (31)

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El 13 de enero de 2006, una banda de ladrones ingresó con armas de juguete a la sucursal del Banco Río de Acasusso, Provincia de Buenos Aires. El plan era meticuloso y el botín, millonario: mientras una parte del equipo simulaba una toma de rehenes en la superficie, otra vaciaba las cajas de seguridad de la bóveda ubicada en el subsuelo del local.

Catorce años después, se estrenó El robo del siglo, la película que relata dichos acontecimientos y la última que pudimos ver en el cine con Ignacio, antes de que el COVID-19 se entrometiera en nuestras vidas. Se trata de una historia típicamente argentina. El combo incluye un poco humor, otro tanto de drama y una infinita dosis de creatividad (mal encauzada, claro está). 

Esa vez no hubo pochoclos. Luego —hamburguesas de por medio— intercambiamos opiniones sobre el film: ¿acaso los protagonistas merecían nuestra simpatía?, ¿podrían haber usado ese ingenio para cometidos más loables?, ¿por qué nuestra desbordante creatividad nos lleva, a menudo, a tomar caminos equivocados? En cambio, estuvo fuera de discusión la vigencia de la máxima popular que advierte que “la realidad supera la ficción”.

Para entonces, ya pensábamos cuándo se repetiría nuestra clásica salida cinéfila, sin sospechar cuánto tendríamos (y tenemos) que esperar hasta que se reabran las puertas de las salas y las proyecciones vuelvan a iluminar la pantalla grande.

Sofía Calderone (29)

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La pandemia y el confinamiento de marzo me tocó viviendo en España, más concretamente en Barcelona. Después de los primeros 3 meses encerrado, lo primero que hice cuando abrieron los cines en julio fue sacar una entrada antes de que los vuelvan a cerrar. Como no había ningún estreno elegí Nuovo Cinema Paradiso que, por alguna razón, nunca la había visto y sentía que la tenía que ver proyectada en una sala; fui con gran entusiasmo. 

Desde que entré por la calle hasta que se apagaron las luces, la sensación era rara: por todas las nuevas medidas y carteles COVID, los kioscos cerrados (no sé si es algo malo) y estaba por primera vez en un lugar cerrado que no era mi casa desde hacía meses. 
Estaba completamente solo. El olor a desinfectante y perfume era parecido a los hoteles baratos por hora, las butacas semihúmedas y todavía me quedaban por lo menos 2 horas de respirar con la mascarilla quirúrgica puesta.

De la peli que decir que no se haya dicho, esa escena final se me estrujó en el pecho. Salí hecho polvo no por el homenaje al cine de Alfredo a Toto sino con la certeza de que el virus le estaba dando la estocada final a una experiencia cinematográfica agonizante. 

Gus Darrigo (37)

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Si bien amo ir al cine, últimamente me costó mucho hacerme tiempo para ir, salvo que tenga muchas ganas de ver alguna película. La última vez fue a principios del año pasado, para ver On the Basis of Sex o La Voz de la Igualdad. La película trata sobre los comienzos de Ruth Bader Guinsburg en su lucha por la defensa de los derechos de las mujeres en Estados Unidos. Me alegro mucho de haber ido porque siento que tener el recuerdo de haber visto en el cine una de tus películas favoritas es mucho más especial verla en Netflix, tiene un sabor más especial. Fui sola, como siempre que voy a ver una película a la que le quiero prestar atención, pero me quedé tan alucinada con la película y la excelente representación de la vida de una de mis principales role model, que se convirtió en mi primera propuesta cuando me junto a mirar películas con amigas. 

Guadalupe Fernández Mehle (23)

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Esta vez fue la experiencia del autocine la que logró olvidar por unas horas el año y los tiempos que corren. Puede por un momento viajar a una época remota.

Corría un sábado más de esta eterna cuarentena, cuando en busca de un atisbo de diversión, se planteó en mi casa la idea de visitar el autocine. Para los que anhelamos la era dorada de Hollywood, es fácil pensar la cantidad de imágenes que conocemos de películas que transcurren en estas famosas locaciones.

Esta vez —muy a mi pesar— lejos de ser una película del viejo cine de Hollywood, el escenario se ubicaba en la costa de Buenos Aires, en el medio de una pandemia e intentando escapar de una realidad monótona. Fue la película protagonizada por Brie Larson, Capitana Marvel. Aquella que captó mi atención, sobre todo, en una escena en la que se ve a esta superheroína frente a una computadora, rodeada de libros, sin un claro entendimiento de su realidad. Esto me despertó una enorme empatía —y algunas risas— tanto en mí como en quienes me acompañaban.

Para aquellos que pensamos el cine como una verdadera salida cultural, no solo se extraña el disfrutar de buenas películas, la calidad del servicio; sino la experiencia en sí. Se anhela volver a esperar los jueves de estreno para ver con qué sorprendernos una vez más.

Lejos de ser las películas “de estreno”, en esta ocasión fue la experiencia la que me obligó, como espectadora, a ser protagonista de una verdadera película en pleno siglo XXI y a color. Fue una verdadera experiencia de cine.

Victoria Guerricagoitia (20)

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La última vez que fui al cine fue en febrero de este año, cuando la pandemia era aún un tema residual de la ciencia ficción del este asiático. Fui a ver Sonic – Il film, más que por gusto porque era la película no doblada. No recuerdo mucho, sí que antes de comenzar alguien pidió silencio en italiano, una escena de Sonic corriendo con una tortuga y que el auditorio estaba repleto de estudiantes extranjeros, como yo.  

Extraño mucho el cine, en Buenos Aires iba semanalmente; lo último que vi allí fue la Odisea de los Giles. Y creo que es esa experiencia la que extraño: mi novia, el Village de Recoleta, la discusión entre pochoclos dulces o salados y buscar la mejor película en cartelera, no simplemente, la que no esté doblada.  

Pablo Ivankovich (26)

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La última que fui a ver fue la última de Star Wars, que me entretuvo, pero me pareció una variación bien hiperbólica de los elementos de la trilogía original, y que desaprovechó el momentum que el episodio anterior (8) había generado para apartarse de algunos elementos bien estándar dentro de la saga. O sea, pocas ideas nuevas, una safe bet. Pero me entretuvo y dejó satisfecho. Fui con mi hermana María, con quien fui a ver las películas de Star Wars más recientes (episodios 7 a 9 y Rogue One).

Santiago Maqueda (34) 

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Algún día de enero… Compramos las entradas. Mi amiga tenía dos cupones para que nos den pochoclos gratis (buen arranque). Recuerdo sentarme en una sala llena. Primera escena. Un niño de 10 años con uniforme Nazi gritando a todo pulmón «Heil Hitler». Mi reacción y la de la sala: pura risa. Jojo Rabbit fue la última película que fui a ver al cine y la que me recuerda que lo que más extraño de esas salidas son las sorpresas que me puedo llevar.

Pilar Moreyra (20)

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Aladdín. Sí, esa fue la última película que fui a ver, sin saberlo, en el cine. Una de las pocas películas que logra convocar a todos los miembros de mi familia para revivir aquellas épocas pasadas. La favorita de mi hermana que, según la historia familiar, fue el VHS que le traje yo de regalo antes de nacer.

En fin… fueron pochoclos y asientos en el medio. Permiso para pasar con cuidado de no pisar ningún pie. Publicidades previas en la pantalla. De a poco se acortan las charlas y las luces de los celulares. Se expande la pantalla y comienza la película para convertir a todos aquellos adultos de la sala en los niños que alguna vez fueron.

Sofía Pellizzaro Arena (26)

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Extraño un poco lo obvio: la pantalla gigante, el sonido envolvente. Rescato que incluso luego de meses sin que nadie pise una sala, «ir al cine» siga siendo la experiencia formal, y ver películas en casa, la devaluada. Existe además un olor muy particular que asocio a la sala de cine, que siempre me recuerda a esa experiencia.

La última película que vi en un cine fue Little Women. Me gustó —aunque es difícil meritar películas basadas en libros— pero prefiero la versión de 1994, que no había visto en ese momento.

María Soledad Riccardi (31)

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Retablo es una película sobre las dificultades de ser distinto en sociedades con roles fuertemente predeterminados e inmutables, estrenada en 2017, pero que cobró mayor relevancia en los años siguientes gracias a su reconocimiento en festivales internacionales de cine.

La selección de películas de una sociedad es una muestra de su diversidad cultural e ir al cine es un acto y un fenómeno social. En Londres, pude ver este largometraje peruano en febrero de 2020, en un evento académico en la sala de cine de King’s College London. Esta maravillosa película en quechua fue la última que vi antes del confinamiento y es un buen ejemplo de cómo se puede vivir el cine en esta ciudad: en salas convencionales, alternativas y en ámbitos educativos. Se pueden ver películas comerciales y producciones hechas con poco presupuesto y muchísimo compromiso, tanto en inglés, como también en decenas de otras lenguas. En esta ciudad hay salas para todos los públicos: hay cultura.

Ada Inés Sánchez Echevarría (32)

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La última vez que fui al cine ocurrió en enero de este año. Fui a ver Star Wars: The Last Jedi al Village en Recoleta, esta vez, solo. La experiencia de ir solo me genera mucha satisfacción: sacar la entrada, caminar hasta el lugar, comprar pochoclos y coca, buscar mi asiento, sentarme; en silencio. Ya sea con alguien, con el teléfono o cualquier pantalla, hoy estamos acompañados casi siempre. Pero el silencio de ir solo al cine es lo que más me gusta, el silencio interior ocupado por la pantalla explotando en sonido y mil colores, y ocupado también por el proceso de observar, desde lo que sucede antes, hasta lo que sucede en la película y luego, cuando salgo del lugar por la escalera mecánica. 

Santos Urquiza (30)