El Capitán Veneno: el poder del amor.

Por María Victoria Fiorito.

En estos tiempos contemporáneos es fácil dejarse convencer por la idea de que el dinero, el poder o las influencias mueven el mundo. A pesar de ello, algunos románticos aún repiten la creencia popular de que el amor todo lo puede. ¿A qué nos referimos cuando hablamos del “poder del amor”? ¿El amor tiene una fuerza real? Y si así lo fuese ¿qué tan fuerte es?. El objetivo del siguiente ensayo es brevemente recorrer estos interrogantes en relación a la obra escrita por el español Pedro Antonio de Alarcón titulada El Capitán Veneno

La historia se desarrolla en tierras madrileñas, en el año 1848. Eran tiempos de revueltas en la ciudad, el autor describe un ambiente bélico a raíz del conflicto entre las tropas del gobierno carlista y los republicanos revolucionarios. Cerca de la Puerta del Sol, en una humilde casa, vivían tres mujeres: Doña Teresa, Angustias y su criada. La primera de ellas, viuda de un general del gobierno monárquico. La segunda, su hija; una joven de “veinte abriles” (1), bella, soltera; como la describe el autor: “con múltiples encantos” (2). Finalmente, la doméstica, de quien basta decir que era una mujer muy diferente de las anteriores. En uno de tantos conflictos que sucedían al frente de la casa, Angustias observa por la ventana como un hombre es abatido. Frente al cese de los disparos y al cuerpo del general tendido y desangrándose a mitad de la calle, las mujeres −por iniciativa de la joven− decidieron acogerlo. Rápidamente se percatan de que el hombre estaba vivo, pero inconsciente. Pasadas unas horas, el militar abrió los ojos. Su nombre era Jorge de Córdoba, quienes conocen su carácter lo llaman “Capitán Veneno”. Rápidamente se entiende el porqué: en sus primeras palabras no expresa agradecimiento con sus salvadoras; en cambio, se siente avergonzado y hasta infortunado al descubrir que estaba al cuidado de tres mujeres. Su estado es crítico, el médico dispone que debe hacer reposo absoluto y sentencia así su estadía en la casa. A lo largo de dicha estadía, se observa una evolución del personaje al relacionarse tanto con Doña Teresa -a quien luego califica como su “única amiga” (3) – como con Angustias. 

Con el pasar de las páginas, la historia se torna en una historia romántica. El autor deja notar que los verdaderos protagonistas son Jorge y Angustias, quienes comienzan a conocerse en medio de una situación desdichada tras la herida del capitán, la economía de las mujeres y la muerte de Doña Teresa, por el profundo dolor que le causó el enterarse que le negaron el título de condesa. Día a día comienzan a pasar más tiempo juntos: el sostén que se dan el uno al otro, algún tipo de conexión inexplicable, o la misma naturaleza entre el hombre y la mujer; de alguna manera, se percatan de que están enamorados. Así es como Jorge comienza a sospechar que la joven espera la propuesta. ¿Cómo es posible que el arisco y huraño capitán, a quien le repugnaba la idea de casarse o tener hijos, y mucho más aún de vivir con una mujer; le haya pedido la mano a la dulce Angustias? ¿Es aquel el célebre poder del amor?…

Antes de continuar con el gran interrogante, me gustaría ahondar en la siguiente cita (palabras del capitán dirigidas a Angustias): “Siento muchísimo que me hable V. con tanta conmiseración y blandura; pues yo no entiendo de suavidades, zalamerías ni melindres. Perdone V. la rudeza de mis palabras, pero cada uno es como Dios lo ha criado y á mí no me gusta engañar á nadie. ¡No sé por qué ley de mi naturaleza prefiero que me peguen un tiro á que me traten con bondad! Advierto á Vds., por consiguiente, que no me cuiden con tanto mimo, pues me harán reventar en esta cama en que me ha atado mi mala ventura…” (4). Esta es una de tantas ocasiones donde el capitán se describe a sí mismo con sus dichos. A pesar de ello, Angustias fue capaz de ver más allá: se trataba de alguien que había logrado construir una coraza para lidiar con tantos dramáticos sucesos de su vida, desde la muerte de sus padres, hasta su honrada pero difícil labor militar. En el fondo era un hombre de buen corazón con miedo a exponer su propia sensibilidad. Esto se ilustra perfectamente en aquella escena donde la joven deja de llamarlo Capitán Veneno al afirmar: “he conocido que no merece usted ese nombre” (5). Un aspecto -a juicio personal- no menor es que el autor nos muestra las peleas constantes presente en la relación de los amantes. En parte, ocasionadas por el constante choque entre sus personalidades: tan diferentes una de la otra. 

Continuando en línea con el interrogante inicial, definitivamente el amor tiene un gran poder. Tanto es así que es capaz de penetrar el encadenado corazón del capitán. La dulce y noble Angustias lo ha logrado. Quizás esto responde a la propia naturaleza de las mujeres, a su gran capacidad de conmover y sensibilizar, pero esta cuestión podría ser tratada en otra ocasión. “Tanto va el cántaro a la fuente, que al final se rompe”. Este refrán encaja a la perfección con lo relatado en la obra. La constante demostración de amor de la joven es respuesta suficiente para entender el cambio que atraviesa el militar, y su posterior matrimonio.

No solamente fue el amor de Angustias el que ha logrado liberar al capitán y sanar sus heridas (no solo las físicas), también fue la relación con Doña Teresa la responsable de tal cambio. Se ve con claridad el cariño que se tenían en su conversación previa al fallecimiento de la señora y la gran promesa de cuidar de Angustias. 

El Capitán Veneno es una obra que deja en el lector una luz de esperanza acerca de la capacidad que tiene el amor. Lo primero que se nos viene a la cabeza al hablar de este sentimiento, es posiblemente el romántico, pero son sus diferentes manifestaciones capaces de mover al mundo. El paternal, amistoso, filial… Tan fuerte, que logró transformar aquello que el protagonista reconocía como su propia naturaleza. Quizás, el amor sea el más poderoso de todos los poderes.

María Victoria Fiorito

vickyfiorito@gmail.com

(1)  Pedro Antonio Alarcón. (1980). El Capitán Veneno. Buenos Aires. Pág. 81. 

(2)  Ob. cit., Pág. 8. 

(3)  Ob. cit., Pág. 138. 

(4)  Ob. cit. Pág. 34. 

(5) Ob. cit. Pág. 91.