Por Gastón Brait.
Muchas veces nos definimos por una mera comparación de opuestos pero ¿quién puede negar la belleza de una rosa, o la de la sonrisa de un niño? ¿Quién necesita haber sido infeliz para regocijarse frente al amor?
Muchas veces intento comprender los porqué del mundo, pero siempre pero siempre llego a la misma conclusión: no es mi misión en la vida entender esos por qué sino solamente ser feliz y, más que nada, hacer feliz a la gente que me rodea. Tratar de que el mundo sea un poquito menos mierda de lo que era cuando lo encontré. El mal es parte del mundo para bien o para mal; por más que tratemos de entenderlo o justificarlo, ninguna explicación le dará de comer a las miles de personas que mueren de hambre en este mismo momento. Sí: mientras yo escribo esto, y cuando ustedes lo lean, habrá gente que muere por no poder comer. Padres llorarán impotentes a sus hijos, y ninguna explicación calmará esas lágrimas, esa impotencia.
Chesterton escribió sobre la existencia del mal en su libro “The problem of pain”. A grandes rasgos, Chesterton, plantea y desarrolla 3 o 4 puntos principales. ¡Dios es omnipotente! La gente no interpreta bien este concepto, sino que sólo se dedica a repetirlo. Dios no puede hacer cosas que sean intrínsecamente imposibles: algo no puede ser y no ser a la vez y ni siquiera Él puede cambiar eso, porque no hay absurdos en Dios, no puede hacernos libres y a la vez no permitirnos la elección entre el bien y el mal. Un mundo sin mal sería un mundo sin elección para nosotros; es decir, un mundo sin opciones.
¿Para qué nos hace libres Dios si, al fin y al cabo, terminamos sufriendo por nuestras malas elecciones?. Hay dos respuestas a esto. Una es el amor de Dios: Él nos ama y el amor no es algo que podemos imponer sobre alguien sino que es una elección, un sentimiento. Dios quiere que lo amemos, pero por nuestra libre elección y no por su imposición.
La otra respuesta es mucho más simple: Dios es, por definición, omnipotente y omnisciente y es amor y bondad pura; Su inteligencia es infinita y Él puede hacer lo que quiera y Sus intenciones nunca fueron ni serán malas. Él hubiese podido crear el mundo de miles de maneras distintas, no hacernos libres y desterrar así el mal del mundo. Pero no lo hizo y cuestionar Su inteligencia divina o Sus motivos sería ridículo, incluso rozaría la estupidez. Es indudable que Él busca los mejores fines y no podemos cuestionar Su divina sabiduría, ni su ley eterna, ni los medios y caminos que Él eligió para llevarlos a cabo.
Sólo nos queda aceptar lo que nos toca vivir, con la mayor entereza y dignidad que nos sea posible.
Gastón Brait
Estudiante de Letras
gbrait@hotmail.com