Doble moral

Por Gastón Brait.

Los tiempos cambian, las sociedades evolucionan, pero los mismos errores perduran. En nuestros días, se ha desarrollado el concepto de “derechos humanos”. Predicamos la caridad, donamos grandes cantidades de dinero para causas justas, pero en nuestros corazones hemos matado a la conciencia social. ¿Cuánto nos importa realmente el prójimo? Es muy fácil “ayudar” desde la comodidad del sillón y donar unos pesos por teléfono; mientras tanto, pasamos día a día frente a cientos de personas que no poseen nada sin siquiera inmutarnos. ¿Hasta dónde hemos llegado que, ante el menor pedido de ayuda, de reconocimiento siquiera (de un niño hambriento incluso), no tenemos el más mínimo reparo en voltear la cara, pretender que no existe y seguir como si nada?

Cómo podemos hablar de moral, si no hay acto de mayor desprecio y denigrante para una persona que pretender que no existe, ignorar su desgracia, su dolor. Dónde está nuestra caridad, nuestra dignidad, nuestra mismísima humanidad. Será acaso cierto, el abismo termina infiltrándose en nosotros, nos llena el vacío; será ya demasiado tarde para revertir esta oscuridad que habita en los corazones.

De nada sirven los discursos grandilocuentes, las magnánimas obras, si sólo eso son: vacías palabras. La nobleza de las personas no se mide por las grandes palabras sino por los pequeños actos; “la fortaleza no radica en la hoja de las espadas, sino en la ternura de las caricias de las manos que las esgrimen”.

Qué tan adormecida está nuestra conciencia que vivimos con esta doble moral, profesamos grandes ideales, pero en eso mueren. De qué sirven los ideales si no los respaldamos. “No es la intensidad, sino la duración de un gran sentimiento lo que hace de su poseedor un hombre superior”. No sirven estos grandes ideales si no vivimos a su par.

Tomémonos cinco minutos y, la próxima vez que nos pidan algo, demos aunque sea una palabra de aliento: esa es la diferencia más grande que podemos hacer en este mundo. Que, por cinco minutos, una persona que realmente no tiene nada sienta que no está sola en el mundo; que observe que hubo alguien al que le importó, que se preocupó por ella. Eso sí hace toda la diferencia en el mundo.

Gastón Brait

Estudiante de Letras

gbrait@hotmail.com