Por María Florencia López.
El poder es más relativo que el querer. Se quiere o no se quiere, y no hay otra, no hay una opción intermedia. En cambio, casi siempre se puede de otra manera. Así, la frase “hago lo que puedo”, no es más que un sarcasmo, una muestra de cobardía, un argumento usado a veces por personas que no hacen lo que quieren porque no se animan a poder de otra manera, o que, al revés, no quieren y se esconden detrás de una supuesta falta de poder.
Siendo el poder, como dijimos, relativo, muchas veces existe la posibilidad de inventar otras mil maneras de poder: es sólo cuestión de salir de las tipificaciones cotidianas que nos rodean todos los días. Si bien es difícil, es justamente en esta búsqueda de otras maneras de poder la vía por la cual progresa la sociedad, generándose así una mayor diversidad de posibilidades existenciales. De lo contrario, los indios y los negros seguirían siendo indios y negros, y no humanos. Y es que antes, la idea preconcebida de humanidad sólo incluía a los “blancos”: sólo eso entraba en el rango de lo humano. Por lo tanto, los negros y los indios no entraban dentro de lo humanamente posible. Sin embargo, gracias a Dios existieron hombres que supieron ampliar el campo de ese posible, descubriendo nuevas formas de poder. Y así hoy se sabe que esas personas son también humanas.
El poder es relativo; el querer, no. No puedo dejar de querer algo: lo quiero o no lo quiero, sin opción intermedia —a excepción de la duda, que no es ni un querer ni un no-querer, sino una falta de decisión—. Pero sí puedo encontrar nuevas maneras de poder algo.
Y el problema que surge ahora es el de la comunicación: ¿cómo hacer para que ese poder nuevo, recién descubierto, sea compartido y aceptado por los demás?
Será otro capítulo.
María Florencia López
Estudiante de Ciencias de la Comunicación
zurdita03_flo@hotmail.com