Los vimos volver

Por Santiago Maqueda, Lucía Tornero y Aniko Villalba.

Tanto se habló del regreso de Soda que Sed Contra no quiso perdérselo. Por eso, le pedimos a los concurrentes dentro de nuestras propias “filas” que escribieran una breve crítica. A continuación, algunas postales del regreso como sólo los verdaderos fanáticos pueden pintarlas.

Amalgamados

Un recital sobresaliente. No creo que pueda definirse de otra manera el modo en que Soda volvió a llenar estadios, como si nunca hubiera dejado de tocar en vivo. Como si nunca hubiera habido antes un último concierto. Entre un público muy heterogéneo, esa noche River vibró.

¿Qué decir? Mucho se ha comentado sobre el sonido, la onda de los músicos, la calidad de su arte, pero pienso que la más increíble impresión de esa clase de recitales no es tanto la música —que es, más o menos, la misma que se puede escuchar en el iPod—, sino la experiencia de ser parte de eso que se está viendo. Por eso, ir al recital es totalmente distinto de escuchar la música tranquilo en casa o en el auto, o de ver el DVD. Uno se siente una pieza fundamental de la obra, necesaria para que todo salga perfecto.

El recital, la música, el arte de Soda no fue obra solamente de Cerati, Bossio y Alberti. Lo hicimos los que estuvimos ahí, los que participamos del show. Entre todos  forjamos Corazón delatorSueles dejarme soloDe música ligera

“Y me dejarás dormir al amanecer / entre tus piernas…” 

Esa noche, todos los que estábamos en River éramos Soda Stereo.

Santiago Maqueda (21)
Estudiante de Derecho
santiagomaqueda@gmail.com

Volvieron con todo

Soda Stereo regresó tras numerosas especulaciones que rondaron durante ya varios meses. Aquellos escépticos se sorprendieron, y los que nunca perdieron la fe en que volverían quedaron encantados. La cuestión es que volvieron y con todo. Gustavo Cerati, Zeta Bosio y Charly Alberti probaron una vez más la insuperable capacidad de convocatoria que genera y que, aparentemente, sigue generando aquel fenómeno que surgió en los ´80 llamado Soda Stereo.

La cancha de River colmada, campo repleto y plateas haciendo la clásica ola entretuvieron mientras se aguardaba ansiadamente el comienzo del show. Peter Capussoto hizo lo suyo también mientras se exhibían en pantallas gigantes algunos sketches de su programa “Peter Capussoto y sus videos”, como “Perón y el rock”.

Arrancaron con ímpetu: “Juego de seducción” despertó instantáneamente a todos los que ya estaban agotados de la espera, compensando los tiempos muertos y las horas de cola que pasaron algunos muchos.

Con un repertorio que reunía los grandes clásicos como “La Ciudad de la Furia” y “De música ligera”, conformaron al público que se limita a “lo conocido” o que simplemente respondió al boom publicitario que generó la ola sodera. Para la nostalgia del público más “adulto”, Cerati y compañía rockearon con los hits ochentosos de “Picnic en el 4°B” y “¿Te hacen falta vitaminas?”. Por último, para los más adeptos y seguidores de la banda, se animaron con “En remolinos” y “Un millón de años luz”.

La respuesta fue la misma, a pesar de que el público era ecléctico en sí. La euforia y el entusiasmo fueron el denominador común que gobernó toda la jornada, aunque hubo grandes omisiones según la opinión de los correctamente llamados “fanáticos” y, así, muchos quedaron complacidos, pero aquellos que querían revivir la magia y “ese no se qué” que logra despertar esta banda iniciada en los ´80, se fueron un tanto desilusionados. ¿Una de las impresiones? Se trató de complacer a las exigencias de las empresas auspiciantes del evento y no hubo una verdadera armonía entre los integrantes. La desconexión y, como era de esperarse y un tanto lógico, la exacerbada presencia de Gustavo Cerati dejo un gusto algo amargo.

No se saben las causas de su vuelta (momentánea). Sea por dinero o genuina pasión por la música, no se puede decir que la jornada transcurrió sin sobresaltos. Nadie se privó de cantar, bailar, saltar, gritar, y Soda Stereo se lleva por lo menos el mérito de haber generado verdadera alegría en su público.

Lucía Tornero (22)
Licenciada en Comunicación Social
luletornero@hotmail.com

Claroscuro

[A.S. (antes de Soda)]. Sin saberlo, esperé el regreso de Soda durante más de seis años. Cuando los empecé a escuchar ya se habían separado, así que tuve que conformarme con El Último Concierto mal grabado en dvd y toda la discografía en mi mp3.

Me enteré que se juntaban a través de una amiga: “Ayer firmaron el contrato”, me dijo, varios meses antes de que se anunciara en los medios. Aunque ya había tenido la primicia, mi escepticismo desapareció del todo cuando, un sábado, vi el “misterioso” Me verás volver en los diarios. Como siempre, le creemos más a los medios que a nosotros mismos.
Saqué las entradas el día que salieron y, durante la espera entre junio y octubre, pasé por varios estados. Por un lado, tenía la típica ansiedad del fan: no podía creer que iba a ver en vivo a esos tres músicos que compusieron un tema tan lindo como Coral y crearon un discazo como Dynamo (elecciones totalmente subjetivas). Pero, por otro lado, empecé a sentir saturación: “Entrá a la página y participá por un rulo recién cortado de Gustavo Cerati, cantá tu tema preferido por la radio y llevate un set de cubiertos con la cara de Zeta, sacate una foto en donde te parezcas a Charly y ganate…”. Sí, está bien, nos enteramos, vuelve el sueño stereo, pero el bombardeo marketinero no hizo más que confirmar el lado puramente comercial de este “regreso”.

A pesar de todo, el 19 de octubre llegó y cuando leí que iban a tocar más de 30 temas –¡tres horas!– la ansiedad le ganó a la bronca. Vi el show desde el campo, muy cerca de la valla. Salté, canté, transpiré. Pero… me fui del estadio con una sensación rara. Tuve pensamientos que podrían ser considerados PECADO por cualquier fanático: estuvo bueno, sí, pero sentí que fue “el show de Gustavo”, si nos hubiesen engañado y en vez de Zeta y Charly ponían a dos tipos con caretas… nadie se enteraba. ¿Soy la única a la que le pareció totalmente falso ese abrazo final entre los tres?

A veces pasa que esperamos algo con tantas ganas, ponemos tantas expectativas, que el momento llega, pasa demasiado rápido, y no sabemos cómo sentirnos después. Así estaba. La música no había logrado llegarme del todo. ¿Lo peor? Había sacado entradas para el día siguiente y no tenía ganas de ir. Increíble cómo algo que me gusta tanto puede hacerme sentir cosas tan fuertes en ambos extremos.

[D.S. (después de Soda)]. El 20, volví, y algo cambió. Vi el recital desde otra perspectiva: además de estar en platea alta, fui sin ningún tipo de expectativas.

No sé qué habrá sido: tal vez la energía era otra, los músicos estaban más inspirados o yo estaba con otra predisposición, pero ese sábado me reconcilié con Soda. Esa noche, las letras y los sonidos me llegaron. No tuve los pensamientos de la noche anterior, y me fui feliz de haberme dado otra oportunidad. Tanto, que a la salida no pude con mi impulso de fanatismo y me compré un dvd y una remera. Y eso que odio el merchandising.

Aniko Villalba (21)
Estudiante de Comunicación Social
anikovillalba@gmail.com