Por Santiago Legarre.
Mucho se ha dicho sobre la música de Jack Johnson con ocasión de su reciente visita a nuestro país. Si lo dicho es bueno nunca será mucho ni demasiado. Hoy me detendré, en cambio, en sus formas, que pueden resumirse en una palabra: naturalidad.
Jack es un tipo normal. Lo resumió bien mi compañero de recital en GEBA: “Este tipo es un antihéroe. Podría ser el tipo que atiende en la panadería de la esquina de casa”. Ya su ropa avala la sencilla teoría de mi amigo. Porque el músico hawaiano entró con un buzo y un jean que lo harían pasar inadvertido en la calle Florida. Cuando se sacó el buzo apareció una remera tan discreta como la que más. Brazos sin tatuajes, orejas sin aros, dedo con alianza matrimonial, 18 años de perseverancia (evocados en una canción dedicada a su mujer), tres hijos.
Inadvertido en Florida es una manera de decir. Contó Jack que alguien lo paró en la calle y le pidió que aquella noche tocara la canción “Angel”. Y lo hizo. A continuación, siguió: “Ah, y esta otra canción también me pidieron que la tocara hoy”. Solo un cínico podría pensar que el cantante estaba mintiendo. Además, en estos tiempos tecnológicos que corren, estas mentiras tienen patas cortas.
Cierro con una anécdota que resume el rasgo dominante. En un momento Jack se detuvo a la mitad de una canción. Aclaró que había pifiado la letra de la segunda estrofa. Y agregó, mirando a un camarógrafo situado a unos metros, que lo había distraído su remera (del camarógrafo). Como el tipo no respondía, el cantante cayó en la cuenta de que seguramente no escuchaba nada, por los tremendos auriculares que llevaba puestos. Y se lo dijo Jack al cameraman ensordecido. Con toda naturalidad.
Santiago Legarre
Profesor del Taller de Escritura