Una velada con Mr. Kilmister

Por Santiago Andrés Gonzalez.

Cuando me enteré que volvía Motörhead al país (esto fue cerca de fin del año 2010) me invadió la misma sensación de satisfacción y ansiedad que tienen los nenes al ver de cerca algo que les produce satisfacción. Sin dudarlo, saqué mi entrada por internet con una gran anticipación por temor de que se agotaran y me quedara con las ganas de ir a verlos.

El momento de sacar la entrada —al menos para mí— siempre resulta complicado porque hay que tener en cuenta cuestiones como la ubicación que se desea, con quiénes se va a ir y, obviamente, si se cuenta o no con el dinero necesario.

Luego de haberme perdido algunas cosas por no tener nadie con quien ir, tomé la decisión de cambiar los factores de la ecuación: “yo saco mi entrada para el recital, show, etc. que quiero ir y después busco si hay alguien que va al mismo lugar que yo”. Esta política de disparar primero y preguntar después me permitió hacer muchas cosas que de otra manera no hubiera podido hacer.

Dejando de lado esa pequeña digresión y volviendo a la historia principal; yo tenía la entrada para el recital desde hacía meses y ahora solo me quedaba encontrar a alguien que también vaya al recital. Empecé preguntándole a mis amigos que generalmente van a estos recitales. Todos me dijeron lo mismo: «olvidate, toca Iron Maiden el 8 y ya saqué entrada». Aceptando la negativa, decidí ampliar mi convocatoria y tratar de invitar a otros amigos o conocidos pero la respuesta fue la misma: no. Obviamente, en todos los casos las razones del «no» eran entendibles o aceptables… pero era innegable que esto en cierto punto de afectaba de un modo negativo.

Vuelvo a tomar un pequeño desvío para retornar nuevamente a la historia. La importancia de ir acompañado a un recital o a la cancha no es por el recital o el partido en sí, sino que es para el antes y después del mismo. El «momento previo» es el momento de mayor aburrimiento de la noche; durante este tiempo —que puede variar entre una y dos horas— las ganas de que empiece el recital solo se ven superadas por la frustración que produce el lento paso del tiempo. Esta es la situación en la que uno se pregunta cosas como «¿Para qué vine solo?», «¿Por qué tardan tanto en salir a tocar?» o «¿No podían poner otra banda más para que teloneara?». Es por esto que la compañía tiene tanta importancia, para sobrellevar estos tiempos muertos ya que durante el recital uno —al menos en mi caso— se dedica a disfrutar de lo que ve y escucha sin estar pendiente de lo que hacen los demás.

Retomando, ya era el día 12/4 y esa noche, Motörhead volvía a tocar en el Luna Park después su última visita en el 2007 (en el 2009 tocó en Buenos Aires pero en otro lugar). Desde hacía un par de días lo único que sonaba en mi iPod eran las canciones de este trío inglés, preparándome en cierto modo para lo que sería el recital.

A las 19:30 salí de mi casa, camino a la parada de colectivo que me llevaría hasta el estadio. 15 minutos después de subirme al colectivo, ya me encontraba haciendo la cola para entrar. Una vez adentro, escuché una banda cuyo nombre no recuerdo pero que no me pareció nada maravillosa, así que mejor mantener su identidad en el anonimato. Pasando el ya mencionado «momento previo» —fue entre las 20:15 y las 21:15—, el estadio se fue colmando hasta cubrir la totalidad de su capacidad disponible.

Eran las 21:15 Las luces se apagaron y apareció la banda. La espera había terminado, Mickey Dee se sentó detrás de su batería —que tiene las dimensiones de un cuatro ambientes con dependencia—, Phil Campbell se acomodó su guitarra y Lemmy apareció con sus característicos sombrero y bajo. Todos los presentes sabíamos de qué se trataba; íbamos a escuchar a una banda cuyo lema es «Everything louder than everyone else» y el trío no defraudó. Lemmy dijo: «We are Motörhead, we play rock and roll» y se largó una andanada de temas.

El recital se puede dividir en cuatro partes, cuyas divisiones coinciden con los descansos que tomó la banda. La primera tanda mezcló algunos clásicos con otros temas nuevos, abrieron con Iron Fist, seguida de Stay Clean. El tercer tema fue Get Back in Line, de su nuevo disco The World is Yours. Pero el primer pico alto de la noche fue cuando tocaron Metropolis y, casi sin dar respiro, Over the Top. El primer cuarto del recital cerró con One Night Stand y Rock Out, canciones de sus últimos discos.
Rock Out desembocó en un largo solo de guitarra de Phil, lo cual le dio tiempo a los otros dos para descansar un poco.

En su primer regreso al escenario tocaron: Thousand Names of GodI Got MineI Know How to DieThe Chase is Better Than the Catch y In the Name of Tragedy, la cual dio paso a un segundo descanso aunque esta vez fue el baterista quien se quedó deleitando al público con un impresionante solo de batería que calculo debe haber durado unos 5 minutos. Mención aparte merece el profesionalismo de la banda y su vasta experiencia, porque mientras tocaban The Chase is Better Than the Catch hubo un apagón total de uno o dos segundos en el estadio y al volver la electricidad no hubo ni un pequeño intervalo, ellos habían seguido tocando.
Después del solo de Mickey Dee, vino la parte culminante del recital. Desde este momento el ánimo del público era cada vez mayor porque se acercaban los temas que todos quieren escuchar. Empezaron con Just ‘Cos You Got the Power y siguieron casi sin respiro con Going to BrazilKilled by Death y Ace of Spades. En este momento se fueron los tres del escenario, pero iban a volver para tocar un tema más: Overkill. Esta canción, tan característica de ellos, fue la frutilla del postre para un recital sólido, sin fisuras y que deja en claro que aunque pasen los años esta banda no envejece sino que se añeja.

 

Santiago Andrés Gonzalez (24)
Estudiante
santiago2710@gmail.com