No todo lo que reluce es oro, ni todo el que anda errante, perdido. A propósito de Misericordia, de Benito Pérez Galdós.

Por Alejandra Alvarez Rodriguez.

En Misericordia (1897), Benito Pérez Galdós nos introduce en la baja sociedad madrileña de fines del siglo XIX y nos narra, principalmente, las desventuras de dos mujeres: Benina y su señora, doña Paca. El autor, con meticuloso realismo, nos otorga un excelente relato del Madrid de la época y, con más delicadeza, nos acerca a diferentes personajes, enseñándonos cómo las vicisitudes de la vida pueden hacernos cambiar el carácter y la forma de relacionarnos con quienes nos rodean.

A Benina y a doña Paca las une algo más que una mera relación de señora-criada: ellas se consideran amigas y, juntas, atraviesan las penurias de la pobre vida que llevan. Nos enteramos de cómo Benina ayudó a criar a Antonio y a Obdulia, los hijos de doña Paca, y de cómo ese vínculo se fue profundizando pese a los volubles estados de ánimo de la señora y a pesar de las discusiones que, en diferentes ocasiones, hicieron que Benina renunciara a su trabajo para luego volver, porque extrañaba a la familia.

La novela comienza con una detallada descripción de la iglesia de San Sebastián, adonde Benina va diariamente a pedir limosna para ayudar a su ama. La pobreza en la que viven es acuciante: Benina sólo logra mantener a doña Paca con las pocas monedas que obtiene de la caridad. Y esto lo hace por cariño a su ama, sin que ella sepa nada sobre el asunto. Manteniéndola en la ignorancia, le miente diciendo que el poco dinero que lleva se debe a la paga que un sacerdote le da por trabajar en su casa. Así, Pérez Galdós nos habla del respeto y del cariño que puede hacer que alguien se someta a la humillación (porque, para la mayoría de los personajes, el pedir limosna es degradante) solo por querer ayudar a un ser apreciado.

También nos habla de la desesperación y de lo que la gente es capaz de creer y hacer solo por salir de ese mal trago: Benina se había dejado convencer por su amigo, Almudena, y se dispuso a realizar un hechizo (que, en definitiva, no llevó a cabo) para invocar a un rey mágico que pudiese darle todas las riquezas del mundo.

En la obra también se resalta la gran diferencia de carácter entre los que menos tieneny los más afortunados, que es la diferencia entre la caridad y la soberbia. Pérez Galdós plasma esas diferencias en la personalidad caritativa de Benina y en la severidad de don Carlos Moreno Trujillo o en la de Juliana.

En Misericordia podemos encontrarnos con el amor propio y con el amor a lo que se tuvo y se perdió, resumidos en el personaje de don Frasco Ponte Delgado. Él, un hombre respetuoso y conocedor de la buena vida venido a menos, se la pasa mayormente haciendo alarde de su cultura, y sólo acepta con vergüenza los favores de Benina. Pero Frasco se niega a aceptar que lo perdido, perdido está, que es irrecuperable, y que lo mejor es seguir adelante. Es debido a esta añoranza, casi enfermiza, que termina con una muerte un tanto violenta.

La muerte de un pariente lejano termina favoreciendo a doña Paca y su familia: los hace beneficiarios de una renta vitalicia que los saca del apuro económico en el que, por tanto tiempo, habían vivido. Y, con la abundancia, doña Paca —dejándose guiar por su nuera, Juliana— intenta ponerle orden a su vida para nunca más caer en la miseria. No obstante, también aconsejada por Juliana, se aparta de Benina, su amiga de tantos.

El final de Misericordia nos narra cómo Juliana, que deliraba con que sus hijos morirían indefectiblemente de alguna enfermedad grave, busca desesperadamente a Benina para pedirle tranquilidad. A ella le bastaba con que Benina le afirmara que sus delirios no se realizarían para calmarse y olvidar esos temores infundados.

Los personajes cambian con los giros de la vida. Son muy pocos los que siguen siendo ellos mismos —por ejemplo, Benina— y, pese al trato desagradecido que reciben, siguen actuando desinteresadamente.

Que doña Paca estuviera triste por haber echado a Benina, siguiendo los consejos —órdenes, más bien— de su nuera, no la hace menos egoísta. Todos solemos tener este cambio de actitud en algún momento de nuestras vidas, olvidándonos de quienes estuvieron con nosotros en los momentos más difíciles haciendo algún que otro sacrificio para ayudarnos. Nos olvidamos de ellos cuando la suerte cambia; los abandonamos y los relegamos. ¿Alcanza con solo decir que valoramos su ayuda?

El refrán “hoy por ti, mañana por mi” dice mucho de lo que debe ser el agradecimiento. Pero no tenemos que devolver la ayuda que recibimos solamente por mera cordialidad, por “quedar bien”, sino por respeto y por cariño.

En la historia, la familia acuerda darle diariamente comida a Benina, mas ella no quiere recibirla. Porque ella quiere afecto —no alimentos— como devolución por tantos años de amistad. Cuando actuamos desinteresadamente no buscamos premios de reconocimiento, sino cariño y amistad en retribución a lo que hemos dado. Aun habiendo sido abandonada por su señora, Benina guarda sentimientos por la familia para la que sirvió, y no hace más que desearle felicidad. Y cuando, tal vez en el colmo de la ironía, Juliana acude a ella para que le dé la seguridad que nadie más podía darle, la mujer actuó nuevamente bondadosamente; y no es que Benina no supiera quién y cómo era Juliana.

Heles aquí los dos lados de una misma moneda, los dos extremos de un vínculo: Doña Paca abandonando a Benina cuando esta más la necesita —lo reluciente que no es oro—, y Benina que hace lo que está en sus manos y más para ayudar a quien más lo necesita —el errante que no anda perdido—.

Lo que más necesitamos puede venir de quien menos lo esperamos, y no siempre vamos a recibir ayuda de quien creemos que nos va a ayudar. Lo importante —lo que podemos enseñarle a todos aquellos con quienes nos crucemos en el camino de la vida— es no olvidarnos de los que nos acompañaron. La gratitud y el cariño son lo mejor que podemos dar y, muchas más veces de las que creemos, lo único que tiene valor.

 

Alejandra Alvarez Rodriguez (24)
Estudiante de Abogacía
a.alvarezrodriguez@hotmail.com