The Wall: Live in Buenos Aires

Por Marcos Elia.

En 2012, Roger Waters marcó un impactante record con su show “The Wall Live” en Buenos Aires: nueve recitales en River agotados.
The Wall es uno de los discos más importantes de la historia de la música, pero pese a  no muchos tienen una verdadera dimensión del sentido de la gran ópera rock de Pink Floyd.
Corría el año 1977 durante un recital de Pink Floyd en Montreal, cuando Roger Waters, cantante, principal compositor y bajista de la banda, vió a un joven enloquecido intentando sortear las barreras de seguridad para llegar al escenario. Waters, se sintió acechado y preso de un profundo rechazo para con su seguidor. Reaccionó de forma sorprendente: escupió directamente en la cara del intrépido y sorprendido joven.
Terminado el recital, Waters no pudo dejar de pensar en lo sucedido. “¿Qué me pasa? ¿Qué nos pasa? ¿Por qué me sentí así? ¿Por qué reaccioné así?”, se cuestionó. Convengamos que Rogelito siempre fue un tipo con bastante más vuelo que varios de sus coetáneos rock stars. Mientas muchos cantaban “baby, baby, come n´ get it”, Waters escribía sobre el lado oscuro de los hombres, The darkside of themoon, y de la sociedad por sus diversas falencias –exitismo, consumismo, autoritarismo, quietud, opresión, etc., en Wish you where here y Animals–.
Después de mucho meditar, llegó a la conclusión que nosotros creamos muros que nos separan de los demás; estos muros se construyen paulatinamente, con nuestros miedos, tragedias, inseguridades, lágrimas, pesares y hechos y sentimientos que llevan a encerrarnos. Cada uno de estos, será un ladrillo más en la pared (“All in all it was just a brick in the wall”, nos irá recordando Roger durante el disco). Detrás del muro está nuestro verdadero yo, la fachada es lo que “decidimos” mostrar. Waters decide que el disco será un manifiesto y para que sea claro, The Wall se inspirará en la biografía de su propio muro.
El disco relata la vida de Pink (Roger Waters). Comienza  contando los hechos que lo marcaron: la partida y muerte de su padre en la segunda guerra, la sobreprotección de su madre, el duro clima de guerra, los espacios vacíos de post guerra, el maltrato escolar, la búsqueda desenfrenada por algo que lo complete, la traición de su mujer, hasta que harto de todo, decide poner él mismo el último ladrillo en la pared.
Desde la soledad del muro, la rabia y el miedo, Pink se transforma en un dictador cruel, malvado y autosuficiente. Su suerte se acaba cuando es juzgado por la “sociedad”; un tribunal inapelable e implacable y enfurecido lo condena a hacer realidad su peor temor: derribar el muro y quedar completamente expuesto frente a sus pares.
La última canción es una reflexión sobre qué es salir del muro y mirando atrás nos dice: “The ones who really love you/ walk up and down outside the wall” (…)“And when they´ve give you their all/ some stagger and fall, after all it´s not easy/ Banging your heart against some mad bugger´s wall”.
Waters nos invita a derribar los muros que encontremos, sean físicos, culturales o sentimentales. Salir al encuentro del otro, y no dejarnos vencer por el miedo. Su mensaje no se limita a un plano interno, sino que también hace referencia a los muros que se construyen entre sociedades, y eso lo dejó en claro cuando tocó The Wall en Berlín en 1990.
The Wall se puede analizar desde distintas aristas; personalmente creo que el muro representa la violencia, el miedo, el rechazo al otro, la soledad, la rabia, el odio y la división por sobre la unión.
Desde hace años que nuestra sociedad construye muros, algunos más visibles y otros más sutiles, pero ¿qué tan conscientes somos de eso? No me refiero solamente a la incapacidad del diálogo político. Por ejemplo, ¿qué tipo de muro estarán construyendo los chicos que viven, comen y duermen a la vuelta de la Casa Rosada en la calle? ¿Los chiquitos que hacen malabares en el subte?
Siempre me resultó muy simbólico que en toda esta década de grandes épicas y logros, jamás se haya podido levantar definitivamente el muro que corta a la Plaza de Mayo en dos. Me refiero al muro policial que divide la plaza para contener las protestas sociales que van ahí a manifestarse. La división física y permanente de la plaza histórica e icónica del país pasa a los ojos de la sociedad desapercibida. (Otra simbología es que deja de un lado al gobierno actual y del otro lado al Cabildo, cuna del Estado)
Pero no debemos solo echar culpas, ¿en qué medida hemos ayudado a la construcción de estos muros? ¿Cuánto cemento y ladrillo ha aportado cada uno? ¿Qué tan indiferentes somos al dolor ajeno? ¿De qué tipo de material es nuestro muro que no nos duele la tragedia de un chico en la calle?
Requiere mucho coraje romper el muro y ayudar a los demás a hacer lo propio. Este será un trabajo, no del próximo gobierno sino de la sociedad toda. ¿Estaremos a la altura del desafío?
Tristemente, aquellos inolvidables recitales de marzo de 2012 fueron más que una metáfora: hoy The Wall vive en Buenos Aires.

 

Marcos Elia (25)
Abogado
pacoelia89@hotmail.com

 

[1] Para quien esté interesado en la secuencia del disco, es algo así: El disco comienza con la partida y muerte de su padre en la segunda guerra mundial. Nos confiesa que su padre pasó a ser meramente una fotografía y un vago recuerdo; grita su intriga de niñez: “Daddy what you leave behind for me?”.
Continúa criticando el maltrato sufrido en las escuelas inglesas. Equivocadamente, cuando salió el disco, la sociedad puso más el foco en la frase “we don´t need no education” que en “teachers leave the kids alone”.
El siguiente capítulo lo forma la sobreprotección de su madre, el duro clima social de la guerra y los espacios vacíos generados por el final de la guerra. Se pregunta: “How should I complete the wall?”. La respuesta es la lujuría y la droga. El desenfreno por buscar algo que lo complete. Pero hay algo que no está bien, hay algo que falta y se pone violento. Grita y patalea, pero al final se descubre solo con miedo y rogando: “Why are you running away?”.
La traición de su mujer lo expone y daña. Reacciona, vuelve a la violencia y declara “I don´t need anything at all”, para luego colocar personalmente el último ladrillo en la pared cantando “Goodbye cruel world, I´m leaving you today”. El muro está cerrado.
El segundo disco profundiza su agonía en triste soledad (“Is there anybody out there?”). El ensimismamiento lo ahoga y vuelve adicto. Adicto al dolor y a la droga. Pink lleno de ira contra todo se transforma en un dictador autosuficiente, cruel y malvado; se termina de construir la fachada del muro.
Mientras tanto, la angustia lo va consumiendo internamente y gráficamente nos dice “waiting for the warms to come”. Algo hace que quiera frenar y grita “Stop! I wanna go home!”, pero es tarde. La sociedad lo va a juzgar y en el juicio final (“The trial”), se revisará su pasado y se le imputará haberlo encontrado mostrando “feelings of an almost human nature”. El juicio es inapelable, Pink es culpable y condenado a enfrentar su miedo más hondo: “I sentence you to be exposed before your pairs/ Tear down the wall!”.