Por Nicolás Vazquez.
Querido lector:
Desde mi punto de vista, Tormento es una obra difícil de llevar el hilo conductor ya que Benito Pérez Galdós nos introduce a una historia donde se podría encontrar cierta dificultad en la comprensión del texto ya que el personaje principal varía constantemente. El drama gira en torno a los siguientes cuatro personajes: Rosalía y Francisco Bringas, Amparo Emperador y Agustín Caballero.
En esta obra, Galdós busca relatar cómo era el comportamiento de la sociedad española, más específicamente de la sociedad madrileña, a fines del siglo diecinueve. El quid de la novela se basa en una cuestión: ¿es aceptable hacer un mal para tener una mejor calidad de vida o que los demás piensen que tu condición de vida es mejor a la que verdaderamente es? Es decir, pisotear la moral para ascender en la escala social o en la consideración social, ¿es moral? o ¿es inmoral?
Para empezar a introducirnos en el tema, hay que definir el concepto de ética. Entiéndase a la ética como la ciencia filosófica práctica normativa que estudia la bondad o la maldad de los actos humanos (aquellos actos que los hombres realizan y proceden de las potencias específicamente humanas) en relación al fin último. Este significado de ética se considera un sinónimo de la moral filosófica. Por lo tanto al nombrar ética o moral me refiero a ellas como sinónimos (siempre entendiendo moral dentro del ámbito filosófico). Empero, no es lo mismo la ética que la moral objetiva; a ella se la comprende como el conjunto de normas y costumbres que se consideran buenas para dirigir o juzgar el comportamiento de las personas en una comunidad. A continuación intentaré profundizar sobre este tema.
Una sociedad puede ser moral o amoral. Dentro de una sociedad amoral no podríamos juzgar los actos de los demás ya que no hay moral. Así podemos observar en la siguiente cita:
[…] positivismo filosófico, cuya primera premisa descansa en el postulado de que no se pueden conocer otras realidades que aquellas que sean sensiblemente verificadas; […]. Por lo tanto, no hay valores morales con fundamento racional, ya que solo son emocionales y subjetivos. […]El ejemplo paradigmático de esta posición es Hans Kelsen. […] Sostiene que la moral se basa únicamente en presupuestos subjetivos, en normas supuestas que no han sido “puestas” por ningún legislador, o sea que las normas morales no son positivas [1].
Esta corriente de pensamiento sobre la moral es la filosofía positivista, la cual niega todo tipo de existencia de la ética. De esta manera, nadie se preocuparía por la bondad de los actos humanos y no serían juzgados aquellos. Así explica el doctor Quintana el pensamiento de Kelsen.
A partir de esta corriente filosófica cualquier acto hipócrita de doña Rosalía para parecer de un mayor estatus social no sería ni bueno ni malo, ya que nadie puede juzgarlo sino fuesen penados por un legislador. En la novela observamos a ella, o a don Francisco, pedir vestimenta del palacio, darle de comer mala comida a sus hijos, no utilizar coches; y con la plata que se evitaban en eso, ella podía comprarse un mejor vestido o él comprar nuevos muebles para la casa.
El pensamiento de Kelsen es un semilla que se implantó, posteriormente creció y por último dio como fruto un relativismo y un positivismo moral dentro de la sociedad. En consecuencia, no vivimos en una sociedad amoral sino que estamos en una sociedad moral, pero moralmente corrupta. Digo esto porque cambiamos los valores de la moral cristiana o tradicional por los valores materiales. Somos una especie de televisor, en el cual los demás ven lo que expone nuestra pantalla (de tecnología ultra high definition y de 50 pulgadas) y de acuerdo a eso nos juzgan. No importa lo que es, sino lo que parece ser. Es más importante parecer que ser. Es el mundo del engaño y la hipocresía. Se podría decir que es una moral materialista. Póngase a pensar si usted no tiene un smartphone, o una vestimenta de marca, o un auto moderno. No se quiera hacer el padre Nones, cuando es un Francisco o una Rosalía.
Introduciéndonos en la novela, Rosalía Pipaón (más conocida como la de Bringas) y don Francisco se comportan hipócritamente e inmoralmente. Rosalía representa la tradicional clase media en la cual se quiere vivir como no se puede, y busca aparentar frente a terceros una condición de vida que no coincide con el modesto ingreso que tenía su esposo don Francisco, un simple empleadito del Estado. Mas debido a sus contactos e influencias, el matrimonio podía codearse con la alta sociedad madrileña. En la novela podemos observar cómo el escritor indica esto en varios pasajes:
Iban a pie, porque los gastos de coche habrían desequilibrado el rigurosísimo presupuesto de don Francisco, que a su cachazudo método debía la ventaja de atender a tantas cosas con su sueldo de veinte mil reales¨[2].
A Rosalía le gustaba sobre todas las cosas, figurar, verse entre personas tituladas o notables por su posición política y riqueza aparente o real; ir a donde hubiese animación, bulla, trato falaz, y cortesano, alardes de bienestar, aunque como en el caso suyo estos alardes fueran esforzados disimulos de la vergonzante miseria de nuestras clases burocráticas[3].
[…] los Bringas iban al teatro, digámoslo clarito, de limosna. Aquellos esclavos de la áurea miseria no se permitían tales lujos sino cuando esta o la otra amiga de Rosalía les mandaban las butacas de turno por no poder ir aquella noche[4].
A partir de mi orientación religiosa, nobleza obliga comparar estos actos con los valores que indica el cristianismo. A simple vista, usted puede observar que los comportamientos anteriores son contrarios en un cien por ciento a la moral cristiana. No hace falta mucho esfuerzo mental para comprender esto. Así podemos ver en algunos versículos de la Biblia la opinión cristiana sobre la moral. Citaré dos versículos:
Y sépanlo bien, ni el impuro, ni el avaro —que es un idólatra— tendrán parte en la herencia del Reino de Cristo y de Dios[5].
Pero no, ustedes mismo son los que cometen injusticias y defraudan a los demás, ¡y esto entre hermanos! ¿Ignoran que los injustos no heredarán el reino de Dios? No se hagan ilusiones: ni los inmorales, ni los idólatras, […], ni los usurpadores heredarán el Reino de Dios[6].
Queda en evidencia que el matrimonio Bringas actuaba en disconformidad con la ley natural impuesta por Dios. ¡Son inmorales!, porque el único fin de sus actos es beneficiar su imagen pública y su estatus social para que los burócratas digan lo que ellos quieren escuchar. Y no actuando como Dios manda.
Hemos analizado primeramente la conducta de los Bringas, llegando a la conclusión de que su conducta es inmoral a la luz de la Biblia y de la moral cristiana. A partir de aquí, empezaremos a analizar la conducta de Amparito.
Amparo Sánchez Emperador tuvo que lidiar con una vida muy difícil. No es algo muy común lo que les sucedió a ella y a su hermana: quedaron huérfanas y pobres. Además, a temprana edad tuvieron que salir a trabajar y a ganarse la vida como pudieran para no morirse de hambre. Agregado a esto, cargaron con el infortunio de que sus empleadores (el matrimonio Bringas) no tuvieran una cosmovisión cristiana de la vida. A estos les influía más el que dirán y su reputación, que llevar una vida pobre y honrada. Por lo que narré, parece ser que ella era una santa; de hecho el primo de ese matrimonio, don Agustín, se enamora de ella por su sencillez, pobreza y hermosura. Así lo expresa el autor en la siguiente frase:
Si tú la vieras, me envidiarías. La conocí en casa del primo Bringas. Su hermosura, que es mucha, no es lo que me flechó, sino sus virtudes y su inocencia…[7]
Amparito parecía ser un ángel; sin embargo, ella no lo era. De hecho se las traía. Tenía un pasado que la atormentaba en el cual guardaba un secreto letal, que podía arruinar el casamiento con su don Juan. La nombrada utilizaba su astucia para que su enamorado, don Agustín, no lo supiera, ya que de enterarse corría riesgo su matrimonio. Por lo tanto, que ella pudiera salir de la pobreza y convertirse en una mujer de la aristocracia madrileña dependía de Caballero. De esta forma, que su futuro fuese un éxito o un fracaso estaba subordinado a ese casamiento.
Ella estuvo muchas veces tentada de decir lo que pensaba, que era lo siguiente:
No, yo no soy así; yo tengo una mancha horrenda: Yo hice esto, esto y esto…[8].
Sin embargo, Tormento le mentía a su prometido. Ella ocultaba su secreto más oscuro en lo profundo de su corazón y no permitía que nadie se enterara. Así data en una conversación entre Tormento y Agustín:
Varias veces había dicho «la mejor parte de mi dicha está en saber que a nadie has querido antes que a mí…».
Y ella, insensata, sin medir sus palabras, le había contestado: « A nadie, a nadie»[9].
¿Es moralmente correcto lo que hace la dama? Sencillamente es inmoral. Ahora lector le propongo hacer una analogía difícil pero interesante. Un autor ruso de apellido Dostoievski, en su obra Crimen y castigo, propone lo siguiente:
Lo que yo insinué fue que el hombre extraordinario tiene derecho…, pero no el derecho legal, naturalmente, sino el derecho moral…, de permitir a su conciencia franquear ciertos obstáculos en caso de que así lo exigiera la realización de sus ideas, tal vez beneficiosas para toda la humanidad… […] expongo la idea de que todos los grandes legisladores y guías de la humanidad, empezando por los más antiguos y terminando por Licurgo, Solón, Mahoma, Napoleón, etc.; todos, hasta los más próximos a nosotros, han sido criminales, ya que al promulgar nuevas leyes violaban las antiguas, que habían sido respetadas por la sociedad y trasmitida por generaciones[…]Mi conclusión es que no solo los grandes hombres, sino todos aquellos que se elevan, por poco que sea, por encima del nivel medio, y que son capaces de decir algo nuevo, son por naturaleza, inevitablemente, criminales, en un grado variable, como es lógico. Si no fueran criminales les sería difícil salir de la rutina[10].
Por consiguiente y de acuerdo a este razonamiento, observamos que Pérez Galdós plasma una filosofía maquiavélica ya que propone que Tormento debe realizar un mal para obtener un bien mayor. Ella debe actuar en disconformidad con la moral cristiana para elevarse por encima de la media y poder trascender, para poder ser alguien importante en la sociedad. No importa ocultar esa mentira porque el fin justifica los medios. Ésa es su inmoralidad, y debía guardar su secreto a como dé lugar; por ninguna razón debía enterarse Caballero.
Salvando las distancias, el eje de este pensamiento se asemeja al de Raskolnikov expresado por Dostoievski ya que ese personaje comete varias inmoralidades por trascender en la sociedad. Sin embargo, él lo realizó a sabiendas de que su conducta era errónea. Ambos, conscientemente, se comportan de forma inmorales en busca de un bien. Por lo cual, priorizan su fin antes que salvar su moral.
Por oposición a este pensamiento, pienso que la moral es objetiva y que el fin no justifica los medios ya que si fuera así ocurriría lo siguiente: desaparecería la moral pública y cualquier acto quedaría solo reservado al ámbito de la conciencia privada, eso provocaría un descalabro en la vida de la sociedad y en la conducta de sus integrantes.
Finalmente, Agustín Caballero se enteró de la verdad: el secreto de Polo y Tormento. Incluso él fue a buscar a Marcelina Polo para observar las dos cartas pecadoras, pero la honorable dama prefirió quemarlas antes que perjudicar a una persona (vale destacar que fue la única en esta novela junto al padre Nones que no pecó, y salvó su conducta). Luego, mientras Tormento intentaba suicidarse con cianuro y Felipe lo evitaba colocando agua con tinta en ese frasco, el hombre rico debía tomar una decisión sobre su futuro.
Sencillamente, le quedaban dos opciones: huir despavoridamente a Bordeaux enfadado con Amparo por no haber revelado su secreto o perdonarla. Luego de unos largos días de reflexión sobre la cuestión, él expresó lo siguiente:
¿Y qué? ¡Inmoralidad! ¿A mí qué? […] Y a ti ¿qué te importa el qué dirán, de que has sido esclavo? Te criaste en la anarquía, y a ella, por sino fatal, tienes que volver[11].
Por último… ¿quién era él para juzgar a esa dama? un rico pero sensible hombre que después de hacer la América, quería disfrutar de una mujer y morir en paz. La perdonó. Aunque creo, amigo lector, que él la perdona porque ya estaba viejo para buscar otra dama similar dentro de una sociedad en la cual todas las mujeres eran pecadoras. A pesar de su inmoralidad, seguía siendo una honorable dama dentro de esa podrida sociedad.
En el mundo de los ciegos el tuerto es rey. En la sociedad hipócrita, el menos mentiroso. El pobre de don Agustín habría de conformarse con lo menos malo.
Nicolás Vazquez (20)
Estudiante de Abogacía
nicolasantoniovazquez@gmail.com
[1] QUINTANA, Eduardo Martín, Notas sobre el Derecho en el Iusnaturalismo, EDUCA, Buenos Aires, 2009 y págs. 37 y 38.
[2] GALDÓS, Pérez Benito, Tormento, Santillana Ediciones Generales, S.L., Madrid, 2003, págs. 517 y 518.
[3] GALDÓS, Pérez Benito, Tormento, (op. cit.), pág. 518.
[4] Ibídem.
[5] LA BIBLIA, Protasio Gómez, SAN PABLO, Madrid, 2001, Efesios 5, 5.
[6]LA BIBLIA, Protasio Gómez, SAN PABLO, Madrid, 2001, Corintios 6, 8–10.
[7] GALDÓS, Pérez Benito, Tormento, (op. cit.), pág. 558.
[8] GALDÓS, Pérez Benito, Tormento, (op. cit.), pág. 574.
[9] Ibídem.
[10] DOSTOIESVSKI, Fiodor, Crimen y castigo, Ediciones Libertador, Buenos Aires, 2010, págs. 223 y 224.
[11] GALDÓS, Pérez Benito, Tormento, (op. cit.), página 611.