Por Manuel Brizuela Quintana.
La moral y el qué dirán son conceptos que aparecen usualmente asociados, pero no suelen concordar. El primero pareciera ser objetivo desde un punto de vista escolástico; el segundo es totalmente subjetivo, pero subjetivo de una forma colectiva. Las murmuraciones no son atribuibles a un solo sujeto, ni siquiera a quien las empieza. Porque una cosa es un chisme o una injuria —que no necesariamente se transforman en “el qué dirán”— y otra cosa es la idea generalizada de algo que no está comprobado. Los hombres tienen una tendencia natural a juzgar a otros (y a sí mismos), esto es una manifestación de la conciencia y es bueno. Ocurre que, a veces, también por naturaleza estos juicios se realizan sobre actos o personas de las que no se tiene un conocimiento acabado y esta conciencia, o juicio moral, pasa a ser un rumor.
En la obra bajo análisis está muy presente la moral como tema. Vemos cómo el protagonista, Bonifacio Reyes —Bonis podríamos también llamarlo si caemos en la tentación de considerarlo nuestro amigo, posibilidad nada difícil— tiene largos soliloquios analizando su comportamiento. A pesar de que para algunos tenga actitudes reprochables, es rescatable la obcecación de nuestro héroe, quien, a pesar de sus limitados medios intelectuales, intenta siempre elucidar la calidad moral de sus actos y de su vida.
Bonis conoce a Emma Valcárcel (el apellido no podría ser más apropiado), una rica heredera que en un capricho decide que ama al protagonista y lo hace su marido. En este punto empiezan las desgracias, ya que Emma pierde un hijo y —a juicio del partero del pueblo— queda estéril. Esta situación transforma a Emma, que ya era bastante malcriada, en una tirana que odia su vida y procura que los que la rodean se sientan igual. El autor la asemeja a “un dictador”, pero agrega que “la suerte quiso que no tuviese a quien dictar nada, a no ser a él, al pobre escribiente de don Diego Valcárcel”[1]. Bonifacio pasa, entonces, los días cuidando paciente y amablemente de su mujer y tocando la flauta, sin esperanza de otra cosa.
Quiso la suerte que por el pueblo donde esto transcurría pasase una compañía de opera en donde se desempeñaba como cantante una inglesa, Serafina Gorgheggi, muy hermosa por cierto. Como debía suceder en nuestra novela, Bonis se enamora perdidamente de ella y, para sorpresa incluso de él mismo, ella le retribuye el afecto, aunque en principio pareciera que la relación es por interés. Empieza así un amorío en el pueblo del que todos se enteran y del cual incluso Emma toma conocimiento (aunque sin darse por enterada). Este affaire se va haciendo cada vez más profundo y llega al punto de pasar del apasionamiento a convertirse en una verdadera relación sentimental.
Es interesante observar las cavilaciones del protagonista mientras intenta justificar su amorío. Llega incluso a sentirse infiel a Serafina cuando tiene relaciones con su mujer por voluntad e iniciativa de ella. También le carcomen la conciencia los gastos que realiza para su amante, a quien cree acostumbrada y merecedora de una vida de lujos. Este problema se vuelve más profundo cuando las cuentas de Emma, manejadas por su tío Nepomuceno, empiezan a mostrar pérdidas periódicas que amenazan con dilapidar la fortuna totalmente. A estos gastos se le agregan los “préstamos” realizados por Bonis al jefe de la compañía de ópera, Mochi, los cuales nunca fueron devueltos.
Bonis aparece como el único personaje preocupado por la moral, a pesar de sus traspiés; medita todo el tiempo sobre sus actos y sobre su vida. Nepomuceno busca quedarse con la riqueza de los Valcárcel, con ayuda de un industrial alemán; Emma no tiene problemas para tratar como quiere a todo el mundo y para ser infiel a su marido; Serafina no tiene problemas en cometer adulterio y en ser usada por Mochi para recaudar fondos; Mochi usa a Serafina y pide préstamos que nunca va a devolver. Todos ellos viven su vida muy tranquilos, solo Bonis se preocupa por su moralidad.
Lo contrario se da con el qué dirán: el protagonista no le presta la más mínima atención mientras que todo el resto del elenco se pasa la vida aparentando y preocupado por las murmuraciones de la gente. El autor pareciera querer introducir la idea planteada al principio: que la moral poco tiene que ver con la opinión del resto.
Llegamos ahora al nudo de la obra y al evento que da el título al libro, pero primero vamos a darle al lector un pantallazo de la situación en la parte central. Serafina, la amante de Bonis, se tiene que ir con la compañía a otra ciudad. Sin embargo, en el pueblo se queda el barítono, Minghetti, que —según los rumores no confirmados— era amante de Emma. Aquí se produce un evento casi milagroso: Emma queda embarazada. Bonifacio se alegra enormemente pensando que va a tener un hijo —las posibilidades indican que puede ser también una hija, pero nuestro héroe no admite esa idea—.
Hay una transformación en Bonis, quien decide dejar de tener relaciones epistolares con Serafina y transformarse en una persona ejemplar para su hijo. Él quiere ser el mejor padre posible y darle todo su amor y cariño a aquel por cuyas venas corre su misma sangre. Ayuda de todas las maneras posibles a Emma (que lo sigue despreciando) y procura que ella tenga todo lo necesario para que el embarazo llegue a su término de la mejor forma.
Paralelamente, Emma Valcárcel se queda cada vez con menos dinero, casi en bancarrota; pero esto no le interesa mucho a su marido, que solo puede prestar atención a su hijo. La trama también se complica con el regreso de Serafina, a quien Bonis no visita ni habla, siempre firme en su propósito de ser moralmente recto.
Finalmente nace el hijo, Antonio, que no se parece nada a Bonifacio Reyes. El libro termina con un diálogo entre Bonis y Serafina en el bautismo del hijo de Emma mientras el barítono, y posible padre del bautizado, toca el órgano en la Iglesia. Serafina le dice a su antiguo amante que su hijo no es su hijo y lo llama imbécil mientras le anuncia que el verdadero padre es Minghetti.
La obra podría terminar ahí, pero el momento verdaderamente genial se da en el párrafo siguiente, el último. Aquí Reyes le contesta a Serafina que no cree en lo que le dice, que ella no entiende lo que es tener fe, que él está seguro de que su hijo es su hijo. Muestra Bonis una fe ciega, una creencia a prueba de todo, en que Antonio es verdaderamente su hijo. No le importa el qué dirán ni el parecido físico. Tiene por verdad que Antonio cambió su vida, que lo hizo mejor persona y que ningún rumor va a cambiar lo que él siente por su único hijo.
Prestar atención al qué dirán hubiese hecho que Bonis repudiase a Emma y a Antonio. El protagonista hace oídos sordos a todo aquello que pueda apartarlo del camino de la rectitud moral que eligió para ser un padre ejemplar. Prestar atención al qué dirán (incluso a la verdad) hubiese hecho que Bonis actuase de manera justa, vale decirlo. Pero no hacerlo lo redime, lo eleva a una altura moral mucho mayor y lo hace, verdaderamente, padre de su único hijo.
Manuel Brizuela Quintana (23)
Estudiante de Derecho
manuelbrizuela@uca.edu.ar
[1] Bonifacio había sido escribiente del padre de Emma, Diego Valcárcel.