Soñar no cuesta nada y permite un montón (sobre La simetría de los deseos, de Eshkol Nevo)

Por Estefanía Servian.

Cuatro amigos, cuatro deseos. La simetría de los deseos trabaja sobre los sueños y las particularidades de la vida y de la amistad. Sutilmente, desliza un poco la política y el estilo de vida que se lleva cuando se está siempre rodeado por la guerra y el temor a la pérdida en Israel, donde transcurre esta novela, escrita por quien se crió un poco allí y un poco también en Estados Unidos. Así como en la vida, lo que decimos habla de nosotros y esta novela pude hablar un poco de él. El miedo a perderlo todo parece propio de un país en constante guerra.

Plantea absurdos. Conviviendo en un país donde las bombas y los conflictos bélicos parecerían estar a la orden del día, morir por un accidente menor parece ser una burla del destino o la consciencia del verdadero momento. Plantea amor y esperanza.

Estos cuatro amigos compartieron ejército, salvaron su vida y, siendo distintos y particulares, comparten la misma ilógica pasión por el fútbol. Hagan lo que hagan, se reúnen frente al televisor, en esas pequeñas rutinas que te alegran la vida. Un día se le ocurre al más original del grupo escribir tres deseos cada uno, guardar los papeles en una caja y volverlos a leer, luego de cuatro años (“en el próximo mundial de fútbol”) —esa próxima vez, en voz alta— al resto. Esa simple idea guarda una extraña primera reflexión: después de cuatro años, los amigos se van a seguir juntando. Es una apuesta a la infinitud y al compromiso de continuar en contacto durante ese tiempo; seguir mirando fútbol, comiendo a la noche juntos. Viviendo.

La otra cuestión es sobre los deseos: tratar de cumplirlos con un plazo, en este caso, de cuatro años. Cuánta presión. Como cuando se festeja un cumpleaños, llega la torta, todos los invitados miran al agasajado que cuenta con lo que dura la canción del “¡feliz cumpleaños!” para pensar tres deseos, rápido, y sin compartirlos con nadie: sino no se cumplen. ¿Cuál es el criterio para elegir deseos? Altruismo. Egoísmo. Paz mundial. Un auto nuevo.

Ante esas preguntas: ¿Qué deseamos en realidad? ¿Qué queremos que se cumpla, y no queremos que nadie se entere? Los cuatro amigos eligieron cosas muy distintas, y muy propias de sus personalidades. El egocéntrico esperaba reconocimiento externo; el creativo, el desarrollo intelectual. El indeciso, claramente no sabía qué desear porque no deseaba nada. Tenía novia, entonces deseó una vida con ella. Al poco tiempo, ella lo abandona por uno de sus mejores amigos, el egocéntrico, llenándolo de angustia y hecha por tierra su posibilidad de cumplir los deseos porque, como no sabía qué desear, escribió sus tres deseos pensando en ella. ¡Qué iba a hacer! Era la suma de sus pasiones. De los cuatro, él era el más libre entonces sin tener nada que cumplir. Ni expectativas. “A vos no te interesa nada”, le reprocha, con una frase más dura e hiriente, la chica con la que sale, buscando lastimarlo lo más posible, y puede ser que él haya asentido ante tamaña descripción de la realidad. Cumplirlos o no es secundario, si te quedas sin sueños no se avanza: funcionan como motor del día a día.

Esperar y buscar no es lo mismo. Los deseos se encuentran más relacionados con el esperar. El plazo de cuatro años los lleva, en un cierto punto, a orientar una búsqueda en pos de todos los deseos. A pensar en los propios y analizar los ajenos. Todos los amigos debieron leer el primero de ellos en voz alta, permitiéndole al resto conocer, con el correr de los años, cuán orientados estaban en el cumplimiento. ¿Lo que deseamos alguna vez nos condiciona? ¿Empezar una carrera te exige terminarla? ¿Soñar con casarte con tu novio de toda la vida te limita a separarte si ya no sentís lo mismo aunque lo quiera todo tu mundo? Depende de la persona y del sueño. En mi caso, empezar una carrera que, al final de la misma, no me gustaba no me condicionó a terminarla por el deseo en sí, sino que había terminarla porque “lo que empieza se termina”. Un pensamiento extraño al deseo original. Después aparece otro punto de interés: ¿Qué ocurre con lo que ya tenemos y se cumplió? Una carrera que no te gusta puede ser la base de otra profesión que sí lo hace. Cuesta comprender a veces que las personas cambian, así como también los sueños y proyectos, que aún nosotros no somos la misma persona que soñaba.

Son personalidades, a fin de cuentas. El que se cambia de carrera cuatro veces tal vez no es un inconformista o no sabe qué hacer con su vida; tal vez, sí lo sabe y está muy seguro que no es lo que está haciendo en la actualidad. Quizás es más de valientes el tema. De valentía, coraje y un poco de sinrazón que es lo que permite que uno se tire a la pileta de la vida, de vez en cuando. Hay una loca y extraña idea revoloteando durante la lectura de esta novela: ¿Cuántos de nuestros sueños cumplimos? ¿Cuántos queremos cumplir? ¿Cuánto hay de coraje para abandonarlos y de capricho para cumplirlos?

Una de mis más amigas suele repetir que siempre quiso conocer Disney, y cuando fue, descubrió, a su pesar, que no era lo que había soñado y se desilusionó. Y esa frase aplica a relaciones sentimentales de amigas, libros que no le gustaron, ciudades no muy alegres… Y es una analogía que le funciona. Cuando algo no viene bien, menciona “es como cuando fui a Disney” y nos entendemos rapidísimo.

La felicidad y su búsqueda, y los sueños sobrevuelan también en Anna Karenina. El Conde Vronsky, amante y amor de la protagonista, con quien vive un trágico romance, siempre creyó que cuando pudieran estar juntos serían felices, que esa felicidad inalcanzable debía de estar ahí en la concreción de tal deseo. Y cuando llega ese día en que pueden vivir y compartir lo cotidiano en supuesta libertad tal como lo soñaron, comprende, en una de las mejores frases de esa novela, que no es la felicidad la suma de todos nuestros deseos… y se siente ahogado y frustrado.

¿Cuántas veces miramos un poco atrás y notamos que eso que soñamos un montón, que imaginamos muchísimas veces, hoy no tendría sentido? Que no sería una prioridad o es que perdimos el interés. Nuestra vida es distinta y es así sin ese sueño. O que la vida actual y que nos gusta no sería compatible con aquello.

Y la cuestión está en saber qué queremos en realidad, en general para nosotros, para no quedarnos duros en el interior cuando alguien nos agarra, de improviso y de sopetón, y nos pregunta: “Y vos, ¿Qué deseas? ¿Cuál es tu sueño?”

 

Estefanía Servian (29)
Abogada
estefiservian@hotmail.com