Por Josefina Oñate Muñoz.
Lo esencial ¿es invisible a los ojos? En caso de que la respuesta sea afirmativa ¿cómo se explica que nadie pueda ver más allá de las apariencias de Marianela? La protagonista de esta historia posee un alma bondadosa, pero nadie logra apreciarla ya que les resulta imposible traspasar la barrera visual. Ningún habitante del pueblo sabe exactamente su nombre ni su edad (realmente tampoco les interesa) pero no tienen ningún problema en tildarla de fea e inútil, afirmando que no sirve para nada y rebajándola hasta olvidar que es un ser humano.
La única persona que se preocupa por ella es Pablo, quien casualmente —o quizás no tanto— es ciego de nacimiento. Desde el comienzo de la historia y aun sin poder verla —o justamente por eso— Pablo se enamora de la Nela. Al ser ciego no está condicionado por su apariencia y esto hace que sea la única persona que logra captar su interior. Está seguro de que al ser hermosa por dentro, tiene que serlo también por fuera. Pablo concibe “un tipo de belleza encantadora, un tipo que contiene todas las bellezas posibles; ese tipo es la Nela”[1].
Ahora bien, si me quedara en esta idea, me vería en la obligación de afirmar que lo esencial es dependiente de la vista, lo cual está lejos de ser lo que realmente pienso. Lo que define a los seres vivos o no vivos es invisible a los ojos, porque la esencia no es algo que pueda captarse con la vista. La esencia está compuesta por aquellas características que determinan a los seres o las cosas. “Para los medievales, esencia es aquello que hace que la cosa sea tal cosa y no otra”[2]. Sin estos elementos fundamentales, el ser o la cosa no sería lo que es.
Para decir cuál es la esencia de algo, habría que tomar todas las notas comunes de su naturaleza y hacer un análisis detallado. En el caso del ser humano, se puede afirmar que su esencia es ser un animal racional espiritual que posee inteligencia y voluntad. ¿Es posible ver esta esencia del hombre? Está claro que no. Para dar esta definición, habría que tomar las notas características de todos los seres humanos en su conjunto, que luego se verán representadas en cada persona en particular. Se deben abstraer las cualidades físicas propias de una persona y contemplar al hombre en su totalidad.
Sin embargo, no es de la esencia del ser humano como conjunto de lo que quiero hablar, sino de aquellos caracteres de cada persona en singular, a los que podemos llamar el “fundamento de cada individuo”. Me refiero a eso que nos hace ser quien somos y nos diferencia del resto. Son las acciones, los sentimientos, el comportamiento, la inteligencia, la personalidad y la voluntad, entre otras cosas, lo que hacen a una persona distinta y especial, logrando que resalte del resto y sea esa persona y no cualquier otra, más allá de la apariencia física de cada uno. La esencia en ningún caso es visible a los ojos humanos; en tal caso, es posible apreciarla con la razón y los ojos del alma. Como bien revela el zorro al principito “no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos”[3].
Dejando de lado las definiciones de esencia y volviendo a la realidad, pasar los prejuicios y mirar a una persona tal cual es, más allá de su apariencia, no es tan sencillo como parece. En la actualidad, la apariencia resulta más que importante. La sociedad está condicionada por estereotipos, lo cual no le permite diferenciar lo interior de lo exterior. Es muy difícil superar los prejuicios de la vista. Se nos plantea un modelo de persona absolutamente elitista que provoca que quien no encaje en el formato físico deseado, quede afuera del grupo. Hoy se exalta determinada forma corporal, una cantidad máxima de años, ciertas formas de personalidad avasallantes, etcétera. De esta manera, la persona que no encaja en estas descripciones se siente desterrada de la vida, como le pasa a Marianela en la historia.
Una vez que se logra traspasar la barrera de lo visual, lo esencial es invisible a los ojos. Lo que pasa es que lo primero que se percibe de una persona es su aspecto exterior captado con la vista. Nadie en la historia llega a traspasar esa barrera de lo visual con Nela. Su aspecto les resulta tan chocante que es lo único que logran ver y nadie puede profundizar más allá de eso. Todos admiran la bondad de Florentina que es hermosa por fuera, pero nadie puede ver que Nela, a pesar de su fealdad exterior, es hermosa por dentro.
Lo curioso es que, incluso siendo despreciada por todos, Marianela es feliz junto a Pablo. Él no la juzga y a su lado puede ser ella misma. Como no puede verla, logra captarla y sentir su bondad interior. El ciego y la fea tienen diálogos muy profundos a lo largo de la historia, lo que los lleva a cuestionarse algunas de sus bases en la vida y hace que su relación se estreche aún más. Pablo afirma que Nela es parte de esa “belleza que no se ve ni se toca, ni se percibe con ningún sentido”[4]. Él ama a Marianela, porque logra apreciarla por lo que lleva dentro, no por cómo es por fuera.
Los problemas de la protagonista comienzan con la llegada del médico Teodoro Golfín al pueblo. Él representa la promesa de un futuro para Pablo, ese futuro que su padre tanto anhela para él. Junto con la esperanza de recuperar la vista, viene la posibilidad de casarse con su prima Florentina, quien posee una belleza deslumbrante y una bondad admirable. Ella es todo lo que Marianela quisiera ser, pero incluso entonces, no cabe en su alma bondadosa odio ni envidia. No puede albergar malos sentimientos hacia Florentina.
Cuando por fin Pablo es curado, todo el universo de Marianela se derrumba. Está tan avergonzada, que escapa porque no quiere que él la vea. Prefiere perderlo para siempre, antes que tener que enfrentarse a su mirada y sufrir su rechazo. Tanto es así, que surge en su cabeza la idea de suicidarse, buscando reencontrarse con su madre que la abandonó hace tanto tiempo. Todos esos años soportando las críticas y el desprecio de las personas, hacen que piense que al ser fea, no merece vivir.
Es el médico quien la encuentra. El mismo que trajo con su llegada al pueblo todos los problemas de Marianela, busca ahora salvarla. ¡Cuánta sabiduría demuestra Golfín! Le intenta explicar que “hay una porción de dones más estimables que el de la hermosura, dones del alma que ni son ajados por el tiempo ni están sujetos al capricho de los ojos”[5]. Sin embargo, Nela no logra entenderlo. Su sufrimiento es tan grande y sus conocimientos tan limitados que, o bien no lo comprende, o bien no lo puede aceptar. Pablo le había prometido casarse con ella, haciéndole juramentos de amor eterno y asegurándole que no podría nunca vivir sin ella. Pero ahora va a casarse con Florentina. La muchacha le quitó lo que era suyo, aquello que ella tanto anhelaba. Va a lograr cumplir todo lo que Nela siempre soñó y se va a quedar con el amor de su vida.
Con todo esto en la mente, y una vez frustrado su intento de suicidio, es conducida por Golfín hasta la casa de Florentina, donde queda bajo su cuidado ya que está muy enferma. Una vez allí, presencia el momento en que Pablo le propone matrimonio a su prima y ahí su frágil alma se termina de romper. Al sentir el muchacho el tacto de su antiguo lazarillo, la reconoce. Esto es demasiado para ella; muere al momento en que él la ve. De nada sirven los intentos del médico por revivirla, los gritos de Pablo ni las lágrimas de Florentina. Marianela abandona este mundo: “muere de vergüenza, de celos, de despecho, de tristeza, de amor contrariado”[6]. El ciego la amaba, y cuando ese ciego deja de ser tal y la ve, es más de lo que ella puede soportar. “La realidad ha sido para él nueva vida; para ella ha sido dolor y asfixia, la humillación, la tristeza, el desaire, el dolor, los celos… ¡la muerte!”[7]. Al final, Marianela muere junto a Florentina y Golfín, las dos únicas personas que, incluso viéndola, logran apreciarla, porque logran ver más allá de su aspecto. Ellos al mirarla, la ven realmente.
Es triste pensar que, al recuperar Pablo la vista, queda en cierta forma condicionado por ella. Él que aseguraba que “el don de la vista quizás altere […] la verdad de las cosas”[8], es el propio ejemplo de su afirmación. Sin embargo, Nela no le da la oportunidad de quererla. Está tan acostumbrada al desprecio de todos por su aspecto, que teme que Pablo la rechace, lo cual la lleva a morir en el momento en que él la ve, sin darle la posibilidad de aceptarla a pesar de su aspecto físico. El mundo entero la decepcionó tantas veces, que ya no es capaz de soportar más sufrimiento, menos viniendo de parte de la única persona que la amó en su vida.
En este mundo en el cual creemos que todo lo captamos con los ojos y que importa más lo exterior que lo interior, no había lugar para el alma de la Nela. Ella que era tan buena, era rechazada por todos por su aspecto físico, siendo reducida a un animal y despojada de su dignidad humana. Al final, como la esencia no es algo que podamos captar con la vista humana, nadie logró ver en ella lo que era realmente importante.
Basado en la novela Marianela de Benito Pérez Galdós
Josefina Oñate Muñoz
Estudiante de Abogacía
josefinaonatemunoz@gmail.com
[1] Marianela, Benito Pérez Galdós, 1878, editorial Kapelusz, Buenos Aires, cuarta edición de 1957, pág. 82.
[2] Diccionario de filosofía, José Ferrater Mora, 1941, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, reimpresión de la 5ta edición en 1971, pág. 554.
[3] El Principito, Antoine de Saint-Exupéry, editorial Emecé, Buenos Aires, 150ª impresión de 1998, pág. 74.
[4] Marianela, citado en la nota 1, pág. 81.
[5] Marianela, citado en la nota 1, pág. 155.
[6] Marianela, citado en la nota 1, pág. 178.
[7] Marianela, citado en la nota 1, pág. 179.
[8] Marianela, citado en la nota 1, pág. 109.